Nickolas Butler ubica la acción de Buena suerte en un pueblo montañoso de Wynoming, Jackson. AllÃ, Bart, Teddy y Cole, tres amigos de la infancia que han creado una pequeña empresa de construcción, reciben un encargo muy por encima, en apariencia, de sus posibilidades: la construcción de una sofisticada casa en medio de la naturaleza para Gretchen, una townie quien exige, bajo la promesa de pago de una elevada cantidad de dinero para cada uno, que esté terminada en un plazo de tiempo a todas luces muy reducido. Para sus vidas precarias, el trabajo se alza como la posibilidad de poder salir de esa situación en la que se encuentran, aunque sean conscientes de la complejidad del trabajo.
Como en sus anteriores novelas publicadas en castellano, Canciones de amor a quemarropa, El corazón de los hombres o Algo en lo que creer, Butler plantea Buena suerte en el seno de una tradición narrativa norteamericana que busca conformar relatos, casi fábulas, de corte realista que anhela devenir en una mirada más profunda y honda sobre grandes cuestiones humanas que pueden tener o no relación con el presente de la escritura y/o de la narración, pero que persiguen una construcción que desde la figuración narrativa alcance la forma de una abstracción discursiva. En Buena suerte no es complicado encontrar en el fondo dee la historia de estos tres hombres que tienen entre manos la que puede ser su última oportunidad de lograr algo en la vida, una mirada hacia el pasado reciente de Estados Unidos y a una clase social trabajadora -al servicio de los caprichos de una sociedad que ha acumulado dinero que representa Gretchen – y su desconcierto. En este sentido, Butler desliza a través de las páginas de su novela referencias claras a cuestiones ideológicas que han ido calando en la mentalidad de cierto estrato social norteamericano lindante con una precariedad imposible de superar. Por eso, cuando los tres amigos ven que su recién creada empresa puede dar un salto de gigante, se introducirá en una espiral, por momentos demente, para conseguir su objetivo. Sin embargo, deberán lidiar con ellos mismos, con su edad, con sus problemas personales, con sus adicciones a las drogas, con el contexto en el que se mueven…
Y lo que podrÃa ser una novela de corte simplemente realista, Butler conduce Buena suerte a los derroteros del thriller para ir conformando un espacio cada vez más sombrÃo según avanza la historia, sin abandonar, eso sÃ, como siempre sucede en la obra de Butler, un profundo humanismo basado en el entendimiento de unos personajes llenos de contradicciones, en determinados momentos, a causa de una desesperación integrada en su vida. O, en el caso de Gretchen, transformar el personaje según avanza la novela para conocer mejor sus motivaciones para construir la casa y que no tiene tanto que ver con la avaricia que se le presupone como por el anhelo de recuperar una suerte de Arcadia juvenil antes de morir: un paraÃso perdido que puede volver, aunque, para ello, debe jugar con los sueños de estos tres amigos. Porque, al final, Buena suerte acaba siendo una novela sobre la posibilidad de alcanzar una felicidad que, a veces, no tiene tanto que ver con aquello que se desea como con aquello que la sociedad ha impuesto como idea de un estado feliz.