Ignacio Ferrando es un escritor sólido y con una escritura elaborada y precisa. Leà a Ferrando en su anterior novela, La oscuridad (Menoscuarto, 2014) y quedé sorprendido por la intensidad de una prosa inquietante y unas tramas complejas y bien estructuradas.
Ahora, en Nosotros H, sigue demostrando sus dotes de narrador, pero además, logra realizar un ejercicio distinto y novedoso por completo. De hecho, una de las caracterÃsticas de Nosotros H es la fuerza y verosimilitud con la que Ferrando construye un mundo extraño y fantástico, pero a la vez con consistencia y vida propia. Hacer que lo inverosÃmil se torne verosÃmil es una de las tareas del creador de ficciones.
La novela funciona como una inquietante metáfora del ser humano. En ella se narra el periplo de una comunidad, formada por individuos que responden al mismo nombre, Hoffmann, y que tras una vida dedicada al estudio sistemático de la información, son enviados al exterior de su aislado cuartel. Una especie de secta cientÃfica que consagra su vida (o sus vidas, lo mismo da en esta aglomeración gregaria de seres coloniales) a las cifras, a las mediciones, la precisión exhaustiva de las estadÃsticas. Empresa inabarcable que remite al mito de SÃsifo o a las paradojas de Zenón o de Kafka. En su peregrinación los Hoffmann tratarán de dar respuesta a una estrafalaria cuestión: ¿existió realmente el músico Schönberg? Uno a uno, los Hoffmann irán desapareciendo, a veces en una simbólica regresión hacia el útero materno, hasta que el narrador, uno de ellos, se verá enfrentado a la posibilidad de ser él mismo, al vertiginoso panorama de la propia identidad. De hecho, ese es el tema central de este libro: el sujeto frente a la comunidad, la identidad como asidero existencial, la memoria compartida (o implantada) como sÃmbolo inequÃvoco de nuestra falta de individualidad, como falta de originalidad.
El yo narrador se difumina en una construcción yoica múltiple, eludiendo algo tan esencial como es la propia voz identitaria. Hay, en ese sentido, una prolongada meditación sobre nuestra existencia como seres únicos que vivimos en un constructo social por el que somos devorados, aniquilados, disueltos. Ferrando deja la narración en un discreto segundo plano para regalarnos una reflexión de gran fuerza expresiva y alto contenido filosófico sobre la forma gregaria de relacionarnos, de ser a través de los demás, de no ser debido a los demás. Subraya ese aspecto de nuestra identidad que paradójicamente tiene su razón de ser dentro de un grupo, dentro de una sociedad y con una memoria compartida:
«Si tenemos recuerdos, si esos recuerdos son diferentes los unos de los otros, entonces podemos decir que son nuestros y por tanto», según su teorÃa, «existimos».
La prosa que sustenta esta fábula sobre la condición humana es de una precisión notable. Ferrando construye frases a las que no les sobra ni falta un gramo, se sirve de una gran riqueza verbal y consigue que las palabras vayan más allá de sà mismas, se tornen sÃmbolos plásticos con textura. Porque debido precisamente a esa urdimbre de pensamiento denso pero sustentado con una dicción exquisita, bella y profusa, logra una rara y perfecta arquitectura por la que el lector habrá de adentrarse, con cautela, pero disfrutando de un paisaje extraño y perturbador. Es posible que un lector en busca de una novela al uso, consistente en un argumento más o menos predecible, quede decepcionado.
Se incluyen fotografÃas que sirven para ilustrar (a veces distorsionar o extender los significados, como Mario Bellatin hace en algunos de sus libros) la novela. Una narración exigente, qué duda cabe, pero que consigue hacer vibrar, que nos adentra en un universo raro del que tras su lectura quizá no salgamos indemnes.