IntrÃnsecamente múltiples, las disquisiciones de la perspectiva elevada. Letal la pureza de la rebelión, ya que “no podemos comprender la palabra porque la palabra es incomprensible, no se deja comprender ella mismaâ€. Entre ráfagas de una visión interior, reflejos de la exterior rareza, inherente a una caligrafÃa basada en detalles Ãntimos de lo real, el impacto en el presente de nuestro recuerdo, el escrúpulo en el manejo indiscriminado de la enajenación. En el opúsculo Los discÃpulos en Sais (WunderKammer, 2019; Traducción de Rodolfo Häsler), el impulso analÃtico resuena contra una espiritualidad forajida, que combina el arrogante desprecio de lo sentimental con el desvalido repudio de la confesión.
“El que no lo desee, el que no tenga la voluntad de levantar el velo, no es un verdadero discÃpulo digno de entrar en Saisâ€.
Abraza el poeta y filósofo alemán Novalis (1772, Wiederstedt – 1801, Weißenfels) ascetismos de la indigencia, desdeña excesos; se sumerge en metafÃsicas desesperaciones, rehúsa despojarse de sà mismo. Lucha por ser cotidiano. “Podemos reconocer a un futuro filósofoâ€, propugna, “en aquel que analiza sin pausa todos los aspectos de la Naturaleza, interroga, presta atención a todo, toma nota de todas sus curiosidadesâ€. En su lÃrico periplo, lo inaccesible se refugia de la falsedad que se esfuerza por recuperar la condición ermitaña de lo visionario.
Se aglutina en DiscÃpulos al monje, al mÃstico, al intelectual. Se anhela la santidad de la sencillez, la intangibilidad de lo ecuménico. Ambivalentes, sus capÃtulos transcurren como instantes en un sueño. El libro es el hogar de soledades, el lógico y cronológico juego del hueco, la negatividad del linaje abstruso, la anatomÃa inefable en busca de argumentación. Ahonda el relato en los sentidos de lo inalcanzable, “por la unión en sÃ, y por el encadenamiento de su mundo espiritual, y por su armonÃa con el universo, se dibuja espontáneamente un sistema de pensamiento que se presenta como la imagen exacta y la fórmula del Universoâ€. Sus investigaciones suponen un rechazo del mundo al tiempo que un abrazo de lo inmundo, la aceptación de lo imperfecto o lo irremediablemente plural. Los breves apotegmas reflejan imágenes diáfanas, pero reflejadas en los fragmentos de un espejo roto. En el texto inconcluso, las reflexiones incompletas. Abiertas:
“Hay que considerar una auténtica rareza encontrar, unida a una gran elocuencia y habilidad y a un comportamiento notable, una verdadera comprensión de la Naturalezaâ€.
Los pensamientos se interrumpen antes de lo esperado, dejan espacios en blanco, oscuros, cargados de significado. Lo legible arroja luz sobre las contradicciones del autor de Himnos a la noche (1800), quien, impulsado por su fatigoso celo moral, despectivo con el entorno, redunda en las ideas de juventud, esperanza, idealismo e imaginación. Ahonda en la intangibilidad de lo inalcanzable. “Los elementos de la Naturaleza tienen un significado, un sentido. Hay algo en nuestra mente que nos impide captarloâ€, argumenta en el posfacio el escritor Andrés Ibáñez. Al igual que el lector, queda el autor en suspenso, contra una sabidurÃa sinónimo de ausencia.
“Buscar en nosotros nuestro verdadero Rostro debe ser lo mismo que buscarlo fueraâ€, apostilla el crÃtico y dramaturgo madrileño. Pragmática versión de un impráctico suicidio, quedamos atrapados entre el tormento material y el etéreo auto-odio, representado aquÃ, inconscientemente, en los deseos de escapar. La imposibilidad de consuelo en la certeza de no saberlo todo es inherente a una escritura alusiva, paradójica, a través de la cual el poeta de los Cantos espirituales (1802) representa al romanticismo temprano en una prosa tan elusiva como su temática. Parte de su desafÃo consiste en transmitir la excelencia sin caer en el exceso. No estamos solos, parece decir Novalis, si nos encontramos, a nosotros mismos, entre palabras.