Nuevamente Eros

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 Cristina Peri Rossi | Foto: Elisa Cabot | WikiMedia Commons
Cristina Peri Rossi | Foto: Elisa Cabot | WikiMedia Commons

“Es una belleza herida. En algún lugar, alguna vez, alguien le hizo daño. Y tiene esa turbación, ese estremecimiento […]. Se siente el deseo de consolarla, de protegerla, aunque es seguro que su belleza, como un espejo, hará daño a quien la mire.”

Más de una vez ha declarado Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) que la suya es una literatura simbólica que remite a un universo alegórico. La escritura plural y proteica, la prosa minuciosa y connotada, la alta tensión lírica y la polisemia abierta a múltiples interpretaciones confirman la supremacía de la imaginación en su escritura. Algunos de sus hitos tempranos en el género de la cuentística son Los museos abandonados (1969), La tarde del dinosaurio (1976), Una pasión prohibida (1987) o El museo de los esfuerzos inútiles (1989), donde la autora cultivaba una concepción de lo fantástico abierta y caracterizada por una percepción ampliada de lo real. El impulso lúdico y desacralizador que allí alentaba se mantiene intacto en sus últimos relatos, si bien aquella imaginación al servicio de lo simbólico que imperaba asimismo en novelas tan emblemáticas como El libro de mis primos (1976) y La nave de los locos (1984), se ha replegado un tanto, para dar paso a un estilo más realista, con un lenguaje depurado, presente en los libros de relatos Desastres íntimos (1997) y Habitaciones privadas (2012), entre otros, y en novelas como Solitario de amor (1988) y El amor es una droga dura (1999), que focalizan en la temática del amor urbano e incorporan humor y ludismo. El erotismo constituye el eje temático alrededor del cual giran no solo las últimas narraciones de Peri Rossi sino también y sobre todo la práctica totalidad de su obra poética, desde Evohé (1970) hasta La noche y su artificio (2014), pasando por Descripción de un naufragio (1975), Babel bárbara (1991), Otra vez, Eros (1994) y Estrategias del deseo (2004).

Menoscuarto
Menoscuarto

Su última entrega de relatos, Los amores equivocados (Menoscuarto, 2015), reúne once historias conectadas por la temática de la pasión amorosa en situaciones insólitas o con vislumbres inesperados. Triunfa, como en prácticamente toda la producción de Peri Rossi, el erotismo como potencia subversiva, que aquí se concreta en relaciones asimétricas, por motivos de edad, extracción social, desajustes de intensidad amatoria, etc. Afloran fantasías, miedos, complejos, apegos inconfesables, soledades que oprimen, pulsiones destructivas y pensamientos inconfesables. El énfasis está puesto en los malentendidos, errores y equívocos que prosperan en situaciones amatorias -sexuales- de lo más diversas, algunas jocosas y hasta ridículas, otras sórdidas y embrutecedoras, y otras vivificantes y traspasadas de belleza pero, por su aspiración a la sublimidad o a la perpetuación, inevitablemente abocadas al fracaso. En muchas de estas historias, que fluyen con naturalidad a través de una narración ágil y precisa, diálogos creíbles pero sorprendentes e imágenes sugestivas, se celebra o se evoca el momento de la fascinación primera, fugaz e irrepetible, que lleva aparejada la tristeza de la pérdida inminente, pues suele agotarse con los primeros tanteos sexuales.

En el primer relato, Ironside, un camionero recoge a una chica dispuesta a ofrecerse como prostituta en un club de carretera. Él se pertrecha de falsos remilgos para rehuir el deseo -piensa sin cesar, con angustia y remordimientos anticipados, en sus hijas mellizas, que son más o menos de la misma edad que la joven desconocida-, pero, cuando obtiene de la chica una actitud dócil y sumisa, accede a iniciarla en el sexo, convenciéndose de que la ha tratado con ternura y suavidad, como a una niña que tiene que aprender una ardua tarea:

“Ella no hablaba, solo lo miraba con interés, como se mira la pizarra, la ecuación, la cadena de aminoácidos”.

En Los amores equivocados, que da título al volumen, una mujer inventa, a partir del capricho del azar que la reúne con un amante del pasado, el relato de una gran historia de amor, con el que sustentará una relación progresivamente deteriorada. En El encuentro un hombre se encuentra en mitad de la calle a la mujer con la que ha soñado toda su vida, desde los quince años, y la contemplación de su belleza lo hace sentir vulgar y despreciable:

“De pie, inmensamente hermosa, con una belleza quebrada por alguna antigua herida, estaba la mujer […], solitaria, entera, imposeíble. De pronto, me sentí envejecido. Miré mis ropas y me parecieron feas. Un hombre vulgar.”

En Todo iba bien un hombre trata de reprimir la actitud vejatoria que lo ha llevado al divorcio y que, para su sorpresa, le reclama, en clave de fantasía erótica, una amante pasajera. Algo parecido ocurre en La Venus de Willendorf, que narra cómo una mujer que se ha divorciado hace poco acaba realizando con su amante actual -una mujer- una fantasía que su marido le pedía y que ella jamás le concedió, la de envolverse en un abrigo de visón; así, el hecho de protagonizar para otra persona aquello que le había negado a su marido se acaba convirtiendo en su propia fantasía. De noche, la lluvia ofrece, como una promesa, el preámbulo a un episodio erótico entre dos mujeres desconocidas, y en Ne me quitte pas un psicoanalista evoca al fogoso adolescente al que ama “como solo se puede amar lo que se ha perdido”, y revive, a través del relato de su paciente, sus propios miedos.

El humor domina en el relato Un maldito pelo, en que un hombre, al borde del colapso y atrapado en una postura amatoria precisa, escruta y registra escrupulosamente y con cierta crueldad cómo su amante se abandona al placer:

“Parecía una suplicante […], una mujer que está haciendo un enorme esfuerzo para conseguir algo, un mineral, una perla, algo escondido y hay que traer a la superficie con esfuerzo”.

También en La escala Lota se ofrece un informe detallado de las características y actitudes del cuerpo amado; en este caso es una mujer experimentada, una profesora universitaria a quien la inteligencia sensual y erótica le parece un refinamiento y un arte -algo sagrado como la música de Schubert o los naufragios de Turner-, la que contempla y sopesa, en plena contienda sexual y de modo analítico aunque no desprovisto de pasión, los rasgos, textura, volumen, olor y sensibilidad de su amante, una joven alumna, y no puede por menos de urdir metáforas y desgranar letanías.

“Su psicoanalista le había preguntado de qué se enamoraba, y ella había dicho de los cuerpos, de qué me voy a enamorar […]. Por lo menos, los cuerpos eran tangibles, visibles, vestibles, olían, se descomponían, aullaban, gruñían, atraían, embelesaban.”

Confesiones de escritores muestra una maraña de relaciones urdidas por la desesperación y la practicidad o el utilitarismo: un escritor que siente haber estafado a sus lectores cede ante los requiebros de una periodista mayor que él, mientras su agente se deja seducir y chantajear por un joven escritor inédito. Un cuento de Navidad, que cierra el volumen, parece salirse del tema erótico que domina en la suma de relatos, porque presenta un ingenioso diálogo telefónico entre dos hermanas que llevan vidas muy distintas y no cesan de hacerse reproches mutuos. Este relato articula la contraposición entre una forma de vida típicamente burguesa y otra más libertina, y por ello esclarece el sentido de la antología y su hilo conductor. Los amores equivocados es un título irónico que hace referencia a la convención social y a los prejuicios imperantes, que no son sino resultado de la “supremacía perversa de la cultura sobre el instinto”. Peri Rossi apunta a que todo amor es en un sentido u otro equivocado; siempre hay un aspecto o un matiz irresuelto, desconcertante o inesperado, y en cualquier momento se puede naufragar en el hastío, la indiferencia y el desamor. Precisamente por eso, nos está diciendo la autora, lo único equivocado sería no amar.

Cristina Peri Rossi captura como nadie ese momento de fascinación inicial, la seducción que se trenza de modo inesperado entre dos desconocidos, y retrata la irracionalidad, el instinto y el misterio, que, una vez superados, dejan un rastro de tristeza, equívoco y soledad. En estos relatos, el impulso lúdico constituye un acto de apertura, un ejercicio de plena libertad, y contribuye a naturalizar y visibilizar múltiples facetas del amor y del erotismo, desplegados en descripciones perturbadoras, por lo precisas y certeras, y en mil detalles reveladores de la fragilidad del deseo. Se trata de situaciones que pueden parecer insólitas pero en las que son bien reconocibles motivos como el embeleso ante la belleza y su misterio, el hastío ante un amante inoportuno, el gesto posesivo, la reproducción de patrones sociales y de género, el miedo a la separación, el rechazo al compromiso, las obligaciones morales contraídas por un sentimiento de culpa, etc. Transitan por estas páginas mujeres que necesitan, tras una dura jornada laboral, aferrarse a “algo fuerte, algo duro, algo recio”, y otras que se quejan de tener que ofrecer asistencia psicológica a sus amantes; hombres hartos de encontrar en la cama presuntas madres cuando habían ido a buscar bacantes desenfrenadas, y otros que se aferran a la fotografía como fetichismo de la memoria. Hay quien concibe el sexo como un “acto mudo, poderoso, bélico, pero sin estruendo de palabras”, y hay quien profiere “versos bíblicos, reminiscencias latinas, fórmulas mágicas, secuencias hiperbólicas, enumeraciones infinitas, como si las palabras fueran la música que mecía los cuerpos”. Hay personas que se reconcentran y se ensimisman para gozar, y otras que planean avances y acosos tácticos. La pasión y la entrega coexisten a menudo con la distancia analítica y el escrutinio del cuerpo contendiente. Porque, al cabo, el amor es siempre un juego solitario, y es la mirada del amante la que completa el objeto amado.

Ana Prieto Nadal

Ana Prieto Nadal es licenciada en Filología Clásica (UB) y Doctora en Filología Hispánica (UNED), y está especializada en el estudio del teatro contemporáneo. Como escritora, obtuvo el premio Ojo Crítico por su novela 'La matriz y la sombra' (Acantilado, 2002) y tiene relatos publicados en la revista 'Granta en español', 'El silencio en boca de todos' (Emecé Editores, 2004) y en la antología 'Todo un placer' (Berenice, 2005); también participó en el proyecto europeo Scritture Giovani 2006. En la actualidad, es miembro del Grupo de Investigación del SELITEN@T y compagina la investigación literaria y teatral con la docencia de lenguas clásicas. Ha colaborado en revistas especializadas como 'Acotaciones', 'Anagnórisis', 'Don Galán', 'Pasavento', 'Signa' y 'Tropelías', entre otras, y ejerce la crítica literaria en 'Quimera' y 'Revista de Letras'.

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