«Quizá lo más cercano que podamos estar de la muerte es escribiendo, en el sentido de que escribir es ausentarse de la vida, un abandono provisional del mundo y de nuestras nimias tribulaciones para intentar ver las cosas con mayor claridad. Escribiendo, uno da un paso atrás y al lado respecto de la vida para verla con mayor desapego, tanto de manera más distante como más próxima. Con una mirada más firme. Escribir te permite dar las cosas por zanjadas: los fantasmas, las obsesiones, los remordimientos y los recuerdos que nos despellejan vivos.»
Simon Critchley, autor de un estimulante ensayo sobre la relación entre la filosofÃa y la literatura y el nihilismo, dedica este breve pero intenso Apuntes sobre el suicidio al que podrÃa considerarse un daño colateral de esta corriente filosófica. Intentando una deconstrucción del par causa-efecto, es partidario de aislar el acto del suicidio de las connotaciones negativas que la ley -la antigua y todavÃa actual penalización, en algunos paÃses-, la moral -la discusión sobre el derecho a la vida o a la muerte-, la medicina -la psiquiatrÃa y el psicoanálisis, en la consideración de producto de una disfunción mental que hay que tratar farmacológica o mágicamente- y la religión -la vida es un don de Dios contra el que no podemos atentar- han dictado sobre el hecho, y contemplarlo como la respuesta plenamente individual y privada a la pregunta: «Â¿debo vivir o morir?».
Los reparos que acompañan inevitablemente a las conversaciones sobre el suicidio y el silencio circunspecto o la interminable verborrea sobre anécdotas o experiencias próximas, tal vez sean debidas a la incomodidad que provoca en personas que jamás han sufrido la tentación de acabar con su propia vida, pero también pueden tener que ver con el temor irracional a verse «atacado» por esa tendencia, como si constituyeran una especie de exorcismo por anticipado.
Después de citar los casos de Sócrates y Séneca, en la antigüedad clásica, Critchley, en su repaso histórico de la apologÃa del suicidio, se detiene en John Donne –Blathanatos, 1664-, Spinoza –Ética, 1675-, Radicati –Una disertación filosófica sobre la muerte, 1732- y David Hume –Sobre el suicidio, mediados del siglo XVIII-, y recupera las tesis del librepensamiento histórico para rebatir todas las doctrinas legales y religiosas que lo han estigmatizado, pero cuestionando también cualquier tipo de argumento basado en los conceptos de derechos y deberes, y discutiendo incluso la existencia de tesis racionales. Más que conclusiones, el conjunto del texto parece apuntar al testimonio de que el suicidio más justificable, precisamente por carecer de motivación, sea también el más aterrador, el que no tiene otro estÃmulo que el deseo de morir, haciendo uso del último y más privado reducto de la libertad personal.
Cierra el volumen un interesante capÃtulo acerca de las notas de suicidio, tal vez la aportación más original e intelectualmente excitante del volumen; incluye también, como apéndice, el citado ensayo Sobre el suicidio de Hume, una excelente muestra del librepensamiento ilustrado.