En el preludio que abre Debussy. Un pintor de sonidos (Acantilado, 2020), su autor, Stephen Walsh, explica que “lo que sigue es una biografÃa muy especial, pero no deja de ser una biografÃa, con la diferencia de que procura tratar la música de Debussy como la expresión crucial de su vida intelectual, en lugar de presentar, como sucede en muchas “vidas de compositoresâ€, una serie de incidentes más bien agotadora que da contenido a la historia sin brindarle demasiado interés narrativoâ€. Una declaración de intenciones por parte de Walsh que pretende alejar su acercamiento al compositor francés de otras miradas anteriores, aunque a lo largo de sus páginas se presente como complemento a ellas; al hacerlo, más allá del interés que suscita el estudio del objeto/sujeto abordado -Debussy-, Walsh propone una forma ensayÃstica y biográfica que también tiene sentido por la manera en la que plantea su elaboración; es decir, ofrece no solo una narración ensayÃstica de gran hondura con relación a Debussy y su obra, además ofrece un modo de trabajo aplicable, en gran medida, a cualquier mirada hacia un creador, sea cual sea su campo.
Walsh recorre a través del libro la trayectoria de Debussy, tanto vital como creativa, no tanto para mostrar cómo lo creativo nace de una pulsión de hechos que pudieron o no influir en sus partituras, sino para poner de relieve cómo la composición fue una parte más, una extensión, de su vida restando con ello todo halo de romanticismo. La convulsa vida de Debussy, en manos de Walsh, carece de glorificación alguna. No hay malditismo, a pesar de los problemas a los que se enfrentó y a su fallecimiento a edad temprana. Walsh sitúa las obras de Debussy en el interior de su biografÃa, una parte básica de su existencia. Debussy, en manos de Walsh, aparece como un compositor cuyo arte obliga a la vida a integrarse en él.
“Dos de los principales atributos de estas piezas, sus simultaneidades y discontinuidades, carecen de un equivalente real en las artes plásticas, en la medida en que son aspectos de nuestra experiencia del tiempo. Puede que sugieran una experiencia del espacio, del mismo modo que la pintura puede aludir al paso del tiempo, pero sólo en un sentido metafóricoâ€.
Pero, a su vez, Walsh sitúa a Debussy en un momento de cambio artÃstico más amplio ante el cual no solo no es ajeno, sino que se nutre de él y dialoga con otras expresiones, no solo musicales, también literarias y plásticas. El proceso por el cual el compositor se aleja de las enseñanzas de las escuelas y academias para buscar nuevos sonidos que creen nuevas formas musicales que, a su vez, den vida a nuevas imágenes, aparece como un proceso de genio personal a la vez que como respuesta a un compendio de estÃmulos externos que van variando según avanzan los años. De hecho, Walsh se ocupa de cuestionar la rápida etiqueta de impresionista con la que se catalogó a Debussy en su época, y que sigue haciéndose. Aunque compartÃa con ellos pulsiones parecidas, como el desinterés por el mensaje y lo narrativo o la búsqueda de, a través de la música, proyectar estados de ánimo y sentimientos más abstractos y no necesariamente ubicados en un relato particular, Debussy, a lo largo de su vida, siguió un camino personal de experimentación musical durante el que recibió influencias muy diversas como para categorizar sus composiciones en un terreno acotado.
A pesar de que Walsh introduce largos y elaborados análisis sobre las obras de Debussy que, para quien no tenga conocimientos musicales, pueden resultar arduos, lo cierto es que a su alrededor elabora un trayecto que resulta apasionante en cuanto a su visión de cómo Debussy fue construyendo una obra que anhelaba que el arte musical construyese una realidad fÃsica. Que crease imágenes. Pero, también, cómo ese proceso tenÃa un sentido dentro de un conjunto más amplio de cambios finiseculares que miraban al futuro mientras dialogaban con una rica herencia cultural. AsÃ, Debussy se alza como figura transicional que absorbió motivos literarios y pictóricos, poéticos y musicales, para entregar unas obras que, finalmente, sobrepasan cualquier categorización posible y, de alguna manera, trascienden su tiempo y su espacio.
“Mucho de lo que aconteció en el ámbito de la música -y del arte en general- en el siglo XX supuso una ruptura, consciente o inconsciente, con el siglo XX. El pasado era un padre huérfano, rechazado por sus hijos, despreciado por sus nietos. También Debussy encontró defectos en sus antepasados e intento hacer las cosas de otra forma. Sin embargo, aunque cuestionó sus métodos, nunca dudó de la intención fundamental que los movÃa, que era la de crear belleza y compartir su sensibilidad, transmitir asombro ante la riqueza del mundo que nos rodea y los diversos modos que nuestros sentidos nos ofrecen para responder a él. Su música carece de ideologÃa y de doctrina. Como el mundo, se limita a ser, sin másâ€.