“Pocas horas antes de que se le vinieran encima a su vida el espanto y la vergüenza, Damien North estaba llamando por teléfono a los servicios informáticosâ€
Asà comienza Un hombre al margen de Alexandre Postel, una novela de gran valor literario que, tras haber recibido el Premio Goncourt en el 2013, publica Editorial Nórdica en traducción de MarÃa Teresa Gallego Urrutia. Postel inicia la novela con un evidente homenaje a la narrativa de Kafka: la cotidianidad es truncada por un acontecimiento –en este caso, como también en El proceso, por una acusación- que desborda los lÃmites lógicos. No hay razones, los motivos de la detención escapan a la lógica vital de los dos protagonistas. Si en el caso del escritor de Praga, ni tan siquiera se explicita el causa que justifica la detención, en la novela de Alexandre Postel los indicios, negados repetidamente por el acusado North, se convierten de inmediato en verdad incuestionable: la sociedad condena, antes incluso de que haya sentencia, al profesor de filosofÃa North que, como indica el tÃtulo en su traducción en castellano, es inmediatamente puesto al margen, señalado por un dedo acusador que nadie pone en discusión. Si bien el eco kafkiano es latente desde aquellas primeras palabras, desde el punto de vista literario, Un hombre al margen es mucho más que un ejercicio intertextual: el concepto de mentira –y sus consecuencias- sirve a Postel proponer una discurso crÃtico acerca del lenguaje, de su manipulación y, sobre todo, de su pérdida de significación en el momento en que deja de designar para crear y configurar mentiras acrÃticas y generalmente aceptadas. Postel, por tanto, relee a Kafka a través de la mirada de Th. W. Adorno, cuyos textos no solo no parecen haber perdido actualidad, sino que, involuntariamente, se convierten en una posible clave de lectura de la obra de Postel.
Th. W. Adorno ocupó, por vez primera, los estantes de mi librerÃa el último año de licenciatura; en casa, habÃa una vieja edición de Dialéctica Negativa, la primera obra del filósofo de Frankfurt a la que dediqué horas de lectura. Como una carrera de obstáculos, aquellas páginas conllevaron diversos apuntes y notas en los márgenes, a la vez que no podÃa desprenderme de la amenaza de la incomprensión. Consciente de que a cada página que giraba dejaba algo olvidado, algo leÃdo, pero no comprendido, decidà postergar para más adelante su lectura. Fue entonces cuando el profesor de literatura y filosofÃa puso en mis manos MÃnima Moralia, un texto que no sólo me permitió adentrarme en el universo filosófico adorniano de forma más accesible, iluminando aquellas páginas que hasta entonces habÃan permanecido en la incomprensión, sino que se convirtió en un referente al que, pasado el tiempo, regreso en busca de una clave interpretativa para comprender una realidad que tiene, como dijo el propio Adorno, en el sin-sentido, en la ausencia de una única e indiscutible sÃntesis, su definición.
“Solo el hablar que conserva en sà el lenguaje escrito libera al hablar humano de la mentira de que éste es ya humanoâ€, se puede leer en Gazuza, el último MÃnima Moralia, palabras que resumen el proyecto dialéctico negativo de Adorno y que ven su reflejo en el arte, en el sin-sentido de Beckett y en lo verosÃmilmente indescifrable de Kafka. Las palabras de Gazuza ilustran el ejercicio literario que Kafka llevó a cabo en El Proceso, una obra que, juntamente a la Metamorfosis –hoy adecuadamente retraducida como La transformación– y El castillo, escenifica la escisión entre concepto y sentido, entre hombre y mundo, entre poder y ley. En forma narrativa, Kafka descubre un mundo fragmentado, marcado por la duda: ¿es acaso Joseph K. culpable? La pregunta acerca de la culpabilidad de este héroe impotente, podrÃamos decir con Pirandello, inepto, es a su vez la pregunta acerca del acusador: ¿quién está detrás de dicha acusación? ¿Quién envÃa la policÃa a detener a Joseph K y, sobre todo, por qué delitos? La ejecución de Joseph K cierra una obra en la que los interrogantes permanecen abiertos, los mismos interrogantes que gravitan a lo largo de toda la narración de El Castillo: son los interrogantes de una realidad en la que, por un lado, muerto Dios, ya no hay respuestas y, por el otro, en la que la ilustrada racionalidad –desde el más dogmático de los positivismo hasta conceptos tan abyectos como la superioridad de la raza- se ha impuesto como dogma interpretativo en la que toda posible crÃtica es anulada. En el mundo kafkiano, no se requieren respuestas, el sin-sentido de la detención es, a su vez, el sentido de una burocracia estatal que vigila y castiga, ordena y censura las conductas de los individuos desde el anonimato y la impunidad de quien no debe justificación alguna.
Damien North es un hombre eclipsado – Un homme effacé en su versión original- por la mentira convertida acrÃticamente en verdad. Tras la acusación, todo en la vida de North es interpretado como señal inequÃvoca de su aparentemente perverso gusto voyeurÃstico; de pronto, las anécdotas, adaptadas a este nuevo relato de acontecimientos, se convierten en pruebas incriminatorias y la fotografÃa de su sobrina en un dÃa de playa en la más clara evidencia de la supuesta perversión sexual de North, considerado, hasta entonces, un modélico profesor y discreto vecino.
“No hace tanto bien la verdad en el mundo cuánto daño hacen sus apariencias†dicta la máxima de La Rochefoucauld con la que Postel da inicio a una narración a través de la cual condena a esta sociedad de la información masificada y acrÃtica que, con perversión, convierte la apariencia y la mentira publicada y masivamente vitoreada en la verdad ante la cual toda duda se disipa. En uno de sus textos de crÃtica literaria, Adorno se detenÃa en un posible paralelismo entre Freud y Kafka, pues, sostenÃa el autor de CrÃtica de la ilustración, que si, por una parte, Freud consideraba que la fantasÃa de la observación del coito entre los padres se convierte en un acontecimiento real, por otra parte, Kafka analizaba las posibles consecuencias que tendrÃan si las deducciones psicoanalÃticas de Freud no fueran sola y exclusivamente mentales o metafóricas, sino fÃsicas y reales. Con Postel este paralelismo se amplÃa, pues ya no se trata, como en el caso de Kafka, de que las fantasÃas o las angustias psicoanalÃticas se reflejen fÃsicamente en la transformación de Gregor Samsa, sino que el relato hábilmente construido, de forma inmediata y con gran eco mediático, en primer lugar por la prensa e, inmediatamente después, adornado y reforzado por lectores y telespectadores, se convierte, como dirÃa Freud, en un acontecimiento real.
DecÃa Gadamer que “el portador de la verdad, y consecuentemente también de su contrario, no es la palabra sino el logosâ€, pero ¿qué sucede cuando desaparece el logos, cuando la crÃtica se duerme y la palabra impresa –actualmente la palabra televisada- se convierte en verdad incuestionable? Con Un hombre al margen se enfrenta a esta pregunta y asà se desvela lo verdaderamente perverso de la sociedad actual: la condena está en la palabra convertida en publicidad y el tribunal, no ajeno a dicha publicidad, se transforma en el teatro en el que la burocracia estatal da validez oficial a esta palabra, convertida en una verdad última a la que se enfrenta Postel: el autor, a través de Damien North convertido en vÃctima necesaria, desvela la realidad de un mundo donde “la verdad social y jurÃdica no es sino una suma de ficcionesâ€.
Desaparecida la crÃtica, la anónima y oscura burocracia que manejaba, desde la lógica del sin-sentido, los hilos del proceso a Joseph K. pervive todavÃa en la más que recomendable novela Un hombre al margen, donde se pone en evidencia que “de un dÃa para otro†la vida de North, como la de cualquiera, puede convertirse “en una novela en la que todo el mundo†añade “un capÃtulo propio, un párrafo, una frase; una novela queâ€, como dice el anónimo y externo narrador, “todo el mundo creÃa que era ciertaâ€. Leer a Alexander Postel obliga a releer a Kafka y, consecuentemente, obliga a releer a Adorno para reclamar, una vez más, una nueva conciencia crÃtica capaz de revelar, como dijo también Gadamer, que no es la palabra la portadora de la verdad, sino el logos, la razón crÃtica y eternamente dialéctica que no se conforma con una sÃntesis final, susceptible de convertirse en dogmática portada de periódico.
[…] Un hombre al margen, de Alexandre Postel (Nórdica) – Un relato kafkiano de un lector de Adorno (Revista de letras). […]
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