Edita Talentura con gran esmero la última colección de relatos del escritor argentino afincado en Barcelona, Franco Chiaravalloti. Finalista del premio Revista de Letras al mejor blog literario en 2010, Chiaravalloti ya habÃa publicado otra remarcable colección de relatos en 2009, Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente, de corte experimental (la edición de Hijos del Hule permitÃa comenzar el libro tanto por la portada como por la contraportada) y con fuerte influencia del realismo mágico latinoamericano, que dieron como resultado un volumen bastante significativo en estilo y fondo.
En el último tÃtulo, Esos de ahà afuera, Chiaravalloti centra sus esfuerzos en una escritura milimétrica de largo tiro psicológico y de profundización en el personaje, sedimentando una escritura más naturalista y clásica que la del anterior libro. Quizá por ello, por este preciosismo del autor en ciertos cuentos, la colección abre con Gustavo Cabral Zenteno, un cuento que podrÃa leerse como una parodia del exceso de engolamiento: el periplo de un lingüista obsesionado con entrar en el parnaso de la RAE para darse cuenta más tarde de que lo peor de andar buscando éxito es que al final uno termina por conseguirlo, con el mortificante hastÃo que lo acompaña.
Salvo este cuento, que sirve a la sazón como prefacio, el libro se vertebra bajo una idea irresoluta desde el comienzo de la modernidad: ¿cómo aprender a convivir con los otros sin acabar en la destrucción mutua? Para tratar de resolver la cuestión, el autor propone una estrategia narrativa sobre la que crea variaciones: el personaje narrador habita una normalidad sospechosamente cercana y anodina a la nuestra, y que será interrumpida por un acontecimiento o personaje salido de la extravagancia o la tragedia cotidiana, como la muerte, la vejez o la soledad. Las variaciones se jugarán en distintos paÃses y registros del español (que da cuenta un reseñable trabajo de investigación filológica), pero la batalla ética es la misma: ¿la prevalencia de lo establecido, de lo normal, o la negociación con lo desconocido y la reformulación de nuestro entendimiento con los demás, por peligroso que sea? Si la tesis del libro es luminosa o cÃnica hay que dejarlo al lector y a su actual relación con el mundo.
En una entrevista en Núvol, Chiaravalloti explica su proceso creativo: “quiero introducirme en los zapatos, en la ropa, en la piel de todos ellos [los personajes]â€. Es una declaración que se antoja en exceso humilde y en verdad, algo rácana a los que admiramos el libro. En los cuentos de Esos de ahà afuera hay mucho más que la mera identificación entre autor y personaje. Se trata de un homenaje velado a los perdedores, a los “otrosâ€, los “aquellos†que por escapar de la normalidad quedan al borde del relato con el que se cuenta esta nuestra realidad y siempre andan haciendo malabares para no sucumbir a la muerte. Si en Historia Universal de la Infamia de Borges, conexión poco inocente conociendo las referencias del autor, los narradores de cada cuento adquieren su figura en la monstruosidad fantástica; los monstruos de Esos de ahà afuera son gente normal, demasiado normales y el integrismo de su corrección (polÃtica, social, moral) es mortÃfera para todo aquel que se asoma a ella.
No siempre consigue el escritor añadir argumentos convincentes al conflicto entre civilización o barbarie. En Nadia Ortigosa Cánepa, una esteticién hetero descubre nuevas estrategias de deseo cuando una antigua compañera de clase aparece en su vida, primero como acosadora y poco a poco como amiga y en última instancia amante. La narración se enturbia con un par de pasajes de escatologÃa innecesaria y una caracterización en exceso encorsetada de la relación, que no logra resolverse en un final demasiado abierto. Otros personajes, como Gregorio Fournier Nieto, tienen un calado más duradero porque la visión hacia el fondo del personaje es más transparente. Un hombre minúsculo que viaja en avión casi por despecho se encuentra con el compañero de viaje más anodino. La batalla que se plantea aquà es contestar a esa cotidianeidad vulgar del vecino, del compañero de trabajo o del GarcÃa de turno con personajes que son como precipicios, caracteres inconscientes de su propia rareza y que habitan en las afueras de este mundo rancio y mezquino que nos hemos inventado las clases medias. Sin embargo, el fondo de la mayorÃa de los personajes de Chiaravalloti, y este es el gran logro del libro, alcanza una ternura que es memorable.
Habla el desheredado en los relatos de Chiaravalloti pero difÃcilmente se podrá acusar un tono de pesimismo existencial. Belén Andrea RodrÃguez, quien vive la separación de sus padres aprendiendo un montón de insultos nuevos, traduce otro tipo de muerte, la del espÃritu sobresaliente de una niña normal que resiste en su normalidad a pesar de la guerra que mantienen sus progenitores. Es adecuado también señalar logros como Haydée Biagoni, un homenaje al Hemingway de Colinas como elefantes blancos y al Céline más crudo de Viaje al fin de la noche, que abre el relato de un aborto con la espeluznante oración «Hay que sacarlo. Entendelo, Haydeé: va a ser lo mejor para los dos», en la que ese «dos» se repartirá entre Haydeé, su enamorado y el bebé que perderán.
Afirma también Chiaravalloti que: «La gran literatura deberÃa cambiar la vida». Los cÃnicos argumentarán que el tiempo de la gran literatura ha quedado enterrado bajo el polvo romántico (cuando no por la propia fraseologÃa escapista impuesta por los mismos cÃnicos) pero es que la literatura es también parte de la sociedad y su cultura, tanto como el debate parlamentario, tan inepto hasta hace dos miércoles. Como escritor uno está encadenado a la responsabilidad que supone tener una voz, y mantener y apoyar la convicción de que la letra puede cambiar la vida es ya admirable como paradigma de juicio artÃstico.