Venganza. Benjamin Black
Traducción de Nuria Barrios
Alfaguara (Madrid, 2013)
A veces pareciera como que el novelista John Banville tuviese el instinto lúdico muy desarrollado (escribir también es un juego) y no sólo eso, sino que el propio juego lo plantease como un acertijo, como un reto. Pero se sabe pronto (sus extraordinarias dotes de narrador asà lo confirman) que no se trata sino de un juego: sutil, intrigante, muy bien trabado.
Por ejemplo cuando se hace llamar Benjamin Black y firma novelas sospechosamente llamadas negras. ¡Pero si en él, en su prosa inteligente, sugeridora, cuidadosamente descriptiva, es donde radica propiamente la novela policÃaca; psicológicamente policÃaca! No hay por qué señalar lo obvio: una muerte que pudiera haber sido un asesinato y la intervención de un policÃa y un investigador “privado†para advertir, en tantas de sus obras, la intriga.
DirÃa, como lector, que en prácticamente todas sus obras, desde El libro de las pruebas a Los infinitos, desde Antigua luz a Imposturas (pasando por ese soberbio ejercicio literario que es su vida novelada de Copérnico) todo es intriga. Eso sÃ, intriga de la mejor: la duda ontológica, la sospecha, la trama sutil de una tragedia personal siempre narrados con demorada exquisitez. Asà pues, lo único que hace esta novela ennegrecida es añadir al inspector Hackett y al doctor-investigador Quirke, lo demás es novela al uso. Reitero, muy buena novelÃstica, de lo mejor, creo, de cuanto se está haciendo en Europa.
El amor y los celos, los intereses ocultos de unos personajes a veces solitarios, a veces psicológicamente complejos, la riqueza en la descripción de los detalles, el reiterado tema de la luz que a veces pareciera un hilo conductor: luz del atardecer, o reflejada, o tamizada en colores por una vidriera… Argumentos estos precisos para describir una situación dramática donde la intriga está más dentro de los personajes que fuera de ella. Para el caso que nos ocupa, repárese en el final de la hermana de VÃctor, la extraña Maggie.
Dos socios veladamente enfrentados mueren en unas circunstancias poco claras. Eso es el núcleo esencial, pero la trama de verdad está en el interior de los componentes familiares: la casquivana Mona, los perversos gemelos, el padre implacable… Y, para ordenar las fichas de este damero de solitarios, el inspector de policÃa diestro, implacable sabueso, y la irónica digresión del doctor que, al fin, parece venir a decir: “el hombre, la mujer, es un ser lleno de pasiones ocultas. Sus actos, por ello, pueden resultar a veces de algún modo inexplicables, pero no desesperemos: siempre será asÃâ€.
Ricardo MartÃnez
www.ricardomartinez-conde.es