En la acera, a escasos metros de la entrada a la tienda, muy cerca del mobiliario de diseño y las fotografÃas de Helmut Newton, hay dos mesas enclenques, con superficie de madera, donde la librerÃa ofrece algunos ejemplares saldados sobre el precio de venta inicial, ya originalmente bajo. El contraste contribuye a reforzar el carácter abierto, cosmopolita, un poco bohemio, de la editorial.
Ha pasado una semana, es martes, son más las siete pero el sol de la Gran VÃa se resiste al retiro e ilumina la calle centenaria con la fuerza del mediodÃa. Ese contexto primaveral nos envuelve a Ana y a mà cuando visitamos el showroom de Taschen en Madrid: en el piso de techos altos y paredes blanquÃsimas, salpicadas de obras originales, pertenecientes a la colección privada de Benedikt, el vestÃbulo ha sido amueblado por Vitra y la sobriedad convive con un exotismo extraño, presente en las huellas todavÃa húmedas de algunos de los artistas más importantes del siglo XX.
A nadie antes se le habÃa ocurrido inocular el glamour a las etiquetas de 9,99€.
Esa idea ronda por mi cabeza al pasar las hojas satinadas de Los elementos de Euclides, llena de colores, y al sumergirme en el álbum de El Padrino. Mi amigo Borja dice que nuestra Vida es Taschen y ahora le he entendido por fin.
Hago un repaso mental de mis últimas horas sin desligarme del estÃmulo visual del showroom: imágenes de carreteras americanas, las mujeres de Rheims en ParÃs, una serie de infinitas tipografÃas que se mezcla con el dibujo de animales inventados, inexistentes… en unos minutos estaremos en un local de moda bebiendo gintonics con pepino.