Vila-Matas ubicado placenteramente en alta mar

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Foto: Andrés Nieto Porras | Flickr Commons
Foto: Andrés Nieto Porras | Flickr Commons

La reciente reedición de Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas, se cierra con un inquietante y bello texto del escritor. La pregunta de Florencia es el título del epílogo. Como en tantas ocasiones se ha escrito, Vila-Matas es autor de una sola obra. Los innumerables libros que ha publicado llevan su indiscutible peculiar marca de agua. Forman parte de una especie de tapiz que se dispara en varias direcciones.

Creo acertar si afirmo que Bartleby y compañía es un libro esencial de ese tapiz. También me atrevo a decir, de acuerdo a las ideas expuestas en el epílogo, que no habla exactamente de escritores que dejan de escribir. Quienes así lo piensan sostienen una visión, si no del todo equivocada, sí bastante reduccionista del libro. Lo que se cuenta en La pregunta de Florencia viene a corroborarlo.

–¿Te da miedo el silencio?– le lanzó a bocajarro el escritor Emmanuel Carrére a Vila-Matas en un encuentro fortuito. Ambos estaban en Florencia. Se encontraron en un café y compartieron mesa y conversación. La pregunta de Carrére se convierte en leitmotiv del epílogo de Vila-Matas. Una pregunta que este intenta responder a posteriori, sabiendo que Carrére se la formuló en relación a su libro Bartleby y compañía. Los escritores del NO.

Vila-Matas mira para sus adentros, preguntándose si escribió ese libro por puro pánico al bloqueo, al silencio, a quedarse de pronto sin la escritura.

Por el miedo a quedarme sin el mejor lugar que conozco para vivir hechos tan extraordinarios como decir que el mundo no tiene sentido, y acto seguido, observar cómo el timbre profundo de la voz que ha dicho eso es el eco de ese sentido.

Seix Barral
Seix Barral

Es una cita textual de La pregunta de Florencia en la que su autor revela el punto de arranque de la verdadera literatura: el reconocimiento de la esencia bárbara, inenarrable y muda del mundo. Precisamente la obra de Vila-Matas se abre camino lidiando contra la noción tradicional de realidad. Aquella que omite la compleja y caótica naturaleza de esta, regida por el azar. A contracorriente del discurso totalizador, que concibe el mundo como una unidad, busca Vila-Matas nuevos modelos narrativos. Así lo expresa el narrador de Bartleby y compañía:

Ya que se han perdido todas las ilusiones de una totalidad representable, hay que reinventar nuestros propios medios de representación.

La poética vilamatiana del silencio conecta con el reto de mostrar la realidad en su estado bárbaro y sin sentido. Esta perspectiva difiere del punto de vista de los escritores que se empeñan en asignarle al mundo una lógica de la que carece. Sobre la verdad descarnada de la vida sin sentido ha escrito Vila-Matas en su amplia obra. En concreto, de un modo explícito, en su excelente libro Chet Baker piensa en su arte. Como botón de muestra, la siguiente cita:

Nos tranquiliza la simple secuencia, la ilusoria sucesión de hechos. Sin embargo, hay una gran divergencia entre una confortable narración y la realidad brutal del mundo.

Hablar no supone, pues, una manera de confundirse en el ensordecedor y mundanal ruido para salvarse. No. Vila-Matas escribe:

Hablar es pactar con el sinsentido del existir.

¿Acaso no depende todo de nuestra forma particular de interpretar el silencio que nos rodea? Algo parecido leí de muy joven en uno de los primeros libros que me conmovió: Justine, de Lawrence Durrell.

Vila-Matas no se engaña. Pacta con el sinsentido del existir, cediéndole la palabra. Concederle la voz a ese sinsentido implica sobrevolar la realidad con el fin de volver a capturarla en su extrañeza. Tal vez, el mejor procedimiento posible para ver de forma distinta lo que siempre se mira. Al mismo tiempo entraña, creo, situarse en esa estancia desde donde Emily Dickinson proclamó: “Estoy placenteramente ubicada en altamar”.

No se trata entonces de escapar, de ponerse la venda. No. Vila-Matas da la impresión de que contemplara a vista de pájaro el mundo, reconociéndose dichoso en esa temporal eternidad. O se mueve en el vacío, teniendo consciencia de la búsqueda en vano de algún apoyo. Es esa una característica de su escritura, reflejada en La pregunta de Florencia y en Bartleby y compañía. El miedo al silencio sería equiparable al vértigo que se siente cuando se rompen todos los lazos. O mejor dicho, cuando se alcanza una libertad a través de la ruptura de todos los lazos. Ciertamente doloroso, pero a la vez liberador, por auténtico.

Escribir es también un desafío contra el instinto silencioso, la pulsión de muerte. En consecuencia, incluye el temor a callar en vida como ensayo de ese temor a callar de forma definitiva una vez que ha vencido la muerte. Vila-Matas aborda asimismo este asunto en La pregunta de Florencia, dando a entender, como escribí antes, que Bartleby y compañía no se limita a hablar de escritores que dejan de escribir. Eso, sin embargo, tendrán que averiguarlo los propios lectores que se adentren en el epílogo de esta nueva edición. Un texto donde Vila-Matas, desnudando su alma, afronta el vértigo al vacío sin interponer ninguna coartada entre la noche de afuera y la noche de adentro. Él, desde luego, no lo esquiva.

Elisa Rodríguez Court

Elisa Rodríguez Court (Canarias, 1959) es licenciada en Filosofía y profesora de alemán. Ha escrito relatos publicados en volúmenes colectivos y las novelas 'Decir noche' y 'Dime quién fui'.
Como columnista ha participado en la Cadena Ser, en revistas y en diferentes periódicos de las Islas Canarias. Actualmente colabora regularmente, desde hace años, con una columna semanal en el periódico 'La Provincia-Diario' de Las Palmas.
En 2003 ganó el accésit y al año siguiente el primer premio Mejor labor informativa de Canarias, otorgado por el Instituto Canario de la Mujer.

1 Comentario

  1. Hace varios años encontré el primer libro de Enrique Vila-Matas, que llamó mi atención. Era El viento ligero de Parma.
    A partir de este libro, siempre he regresado, porque algunos relatos son fantásticos. Como escribir es dejar de ser escritor, o El hotel en una nube, o En Lisboa ya estuvimos allí antes de estar jamás.

    He leído casi toda la obra de este catalán de mi generación, es un escritor insolente, irerreverente y estupendo en el uso de la palabra.

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