Ahora que el escritor Kalton Harold Bruhl (Tegucigalpa, 1976) acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa de Honduras parece buen momento para hablar de su obra editada en España. Además de relatos breves, dispersos por antologÃas y otros lugares, al menos yo he tenido el placer de leer sus cuentos de El último vagón, también editados en Irreverentes y la nouvelle de la que quiero comentar algunas cuestiones: La mente dividida.
Estamos ante una pieza narrativa breve -77 páginas- en la que su protagonista, aquejado por un tumor cerebral incurable, comienza a escuchar una voz interior. Pero esta voz no es una voz incoherente ni extraña. Todo lo contrario. Es una voz con cierta autonomÃa, con identidad propia que maneja un discurso. Además, para nada complaciente sino que actúa como la némesis de su huésped, su parte, digamos, más oscura e inversa. Una personalidad que se hace llamar Fred y que se va erigiendo más y más poderosa. Le incita a realizar los actos más depravados y amorales que se pudiera imaginar el pacato y correcto Jeff.
La novela avanza de un modo, al principio previsible. La lucha entre las dos identidades, con una inclinación cada vez mayor hacia el mal, en detrimento de la obsoleta voluntad de Jeff. El mal se abre paso desde dentro y acorrala al bien, lo anula y le muestra el placer de saltarse los lÃmites. Hasta que de pronto, tras haber cometido atroces crÃmenes, la voz interior cesa. Y el tumor… No adelantaremos más del argumento, lo que viene después es un final inesperado al que el lector habrá de allegar por sà mismo.
Esta breve pieza, en apariencia sencilla, desata un largo número de cuestiones. Que van desde la lucha clásica entre el bien y el mal, la búsqueda eterna por establecer un lÃmite moral que nos identifique como seres sociales, hasta el placer que puede provocar en una personalidad de carácter bondadoso el acto sádico. Además, atisbaremos en pocas páginas cómo el protagonista evoluciona de una posición claramente ética y con una gran responsabilidad social hasta convertirse en un ser de ambigua moral que es capaz de cuestionarse a sà mismo y renegar a una parte de su propio pasado.
Este asunto de urdimbre tradicional tiene sus antecedentes más evidentes en las pesadillas de Stevenson, quien quizá hiciese del tema del doble una de las novelas más inquietantes y comentadas. Al respecto del binomio Jekyll-Hyde, decÃa Chesterton, que lo llamativo no era que un hombre fuese dos, sino que dos pudieran ser uno. Y precisamente, en esta premisa se basa Kalton Bruhl: en esa dicotomÃa que existe en todo ser humano. En la dualidad moral, psÃquica y volitiva que nos condiciona, haciendo que nuestro deambular por la tierra se torne una actividad de lo más inesperada, en ocasiones caótica y como acontece en esta historia, en experiencia sorpresiva e incierta.
¿Dónde está la lÃnea que separa el bien del mal? ¿Cuándo dejamos de ser humanos para convertirnos en despiadadas bestias? Estas son algunas de las cuestiones que se sugieren, como tesis interna del relato, a lo largo de la obra. Sin contar las últimas y resolutivas páginas, que apuntan a otros temas relativos al ámbito de la ciencia ficción o la literatura fantástica, y que para no destripar en estas lÃneas, no nos atreveremos a comentar.
Borges escribió varios relatos en torno al tema del doble. En ellos la dualidad solÃa estar refrendada por inquietudes intelectuales, estéticas o relativas al paso del tiempo. Otros autores se han valido del clásico tema del doble para originar relatos de factura terrorÃfica (Maupassant, Poe,…); e incluso humorÃstica (Plauto, Calvino, Quiriny, Monzó,…). Sin embargo, la dualidad, se amolda con más plasticidad a su uso como artefacto ficcional en el relato de intriga criminal. Porque, ¿qué hay más dual que la mente del hombre, su moral? Un espacio ignoto en el que la locura roza con el delirio, la realidad se puede ver fragmentada en dos mitades y hacer que un solo hombre, como en esta trepidante novela, acabe convertido en un ser de mente dividida y enfrentada.
Esta novela corta, de lenguaje sencillo, claro y directo, que apuesta por la narración más que por la floritura estilÃstica, es una alegorÃa del bien y del mal, una historia negra intensa y arrebatadora, pero no exenta de ironÃa y humor negro, que demuestra que Kalton Bruhl es un escritor imaginativo, con gran intuición y mucha psicologÃa, que todavÃa habrá de desvelar a sus lectores con una obra venidera repleta de nuevos enigmas, nuevos retos.