El ejercicio consiste en equilibrar relato y cartografÃa. No es una novela y difÃcilmente se trata de un libro de viajes. Es un compendio narrado de amor por una época, sobre todo las primeras décadas del siglo XX, en el que la Costa Azul sirvió de circo y de hogar que facilitara la producción de buena parte de la mejor literatura de la historia. En La novela de la Costa Azul no solo los autores europeos entran en juego y agradecen un clima y un ambiente que les facilita algo más que la literatura, sino que se permite que arriben a sus playas y sus paisajes americanos como los Fitzgerald o Hemingway, ese escritor que parecÃa estar en todas partes y condicionar todo cuanto tocaba. Giuseppe Scaraffia (TurÃn, 1950) es muy generoso y nos regala un cuadro de un lugar, en una época, que no carece de impresionismo. Nos habla mucho de sensaciones, proyectando los vÃnculos que la literatura pueda tener con la vida; nos acerca a los sentimientos, desde una visión en la que se apunta a un profundo análisis de cada personaje, a un gran conocimiento de su psicologÃa, de la que destila sus rasgos principales, los que afectan a cada uno en su relación con los demás; hay mucho hedonismo, reflejado en las constantes versiones del amor humano, es decir, del amor entre hombres, pues las tensiones sexuales condicionan no solo los dÃas y las noches de nuestros autores, sino también su oficio, sus ganas de escribir, su creatividad.
Que todo esté compensado, cuando igualmente nos acerca a la familia Mann que a Jean Cocteau, desde lo exquisito a los avatares en callejones, es un mérito de innegable valor literario. El libro se lee como una sucesión de perfiles fragmentados, pero bien diseñado como para no perdernos entre capÃtulos. Scaraffia opta por los lugares -ciudades, aldeas, fincas- como centro de interés, pues por cada uno de ellos fueron pasando, y dejando tanto rastro como el que el lugar les dejó en ellos, la mayorÃa de los escritores. La caterva va aumentando, como una bola de nieve, sin que se pierda el ritmo amable, vivo, locuaz y sano del relato o de los relatos, unificados por un estilo conciso que nos acoge como nos acogen los mejores amigos. La Costa Azul puede haber sido sanatorio o manicomio, pero, en todo caso, un lugar del que salir transformado, un lugar tal vez de guerra, pero al que los escritores saben llevar chocolate, imaginación y una pasión que no se acaba.
La lista serÃa muy extensa: desde Chéjov hasta Gide, desde Maupassant hasta Katherine Mansfield, desde Somerset Maugham a Blasco Ibáñez, con algunas intervenciones de otros personajes ubicuos, como Picasso o Chagall. Es un tiempo en el que a los artistas les ha podido ir bien y hasta poseer su fortuna. Pero también un tiempo en el que la gran mayorÃa de ellos han conocido una bohemia que difÃcilmente puede seguir sobreviviendo en las calles de ParÃs o Londres, demasiado ingratas, demasiado incómodas. La exploración que Scaraffia hace es acerca de la influencia del paisaje en la construcción de lo que somos. Su reflejo en la literatura tiene un motivo básico: es el lugar donde queda mejor registro, donde identificamos un examen más sincero, donde reconocemos mejor las proyecciones. El libro es un homenaje lleno de luz, es un compendio de los préstamos que nos ha legado la literatura, algo que, a fin de cuentas, también nos ha construido, también forma parte de lo que somos, al menos forma parte de esa región humana en la que se identifica el objetivo de la vida: vivirla con ciertas garantÃas de no limitarse a sobrevivir. Para ello el hombre ideó las artes, la literatura, la creatividad. Para ello el hombre descubrió que se reconocÃa mejor en unos paisajes que en otros, que existen tantas almas como lugares. La novela de la Costa Azul es una bienvenida a lo mejor de la formación de una condición humana que sÃ, parece exquisita, pero tal y como la narra Scaraffia, con mucha espuma de los dÃas, está al alcance de todos.