A. M. Homes | Foto: Anagrama

Una mezcla de carne, sudor y tristeza

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A. M. Homes | Foto: Anagrama

Días temibles (Anagrama; 2019), es el tercer volumen de relatos publicado por A. M. Homes después The Safety of Objects (1990; incomprensiblemente inédito en castellano) y Cosas que debes saber (Anagrama, 2002), y que se publica siete años después de su espléndida última novela, Ojalá nos perdonen (2012). Doce relatos, irregulares entre sí, pero muestra de nuevo que Homes es una de las escritoras norteamericanas más mordaces e incisivas en el retrato del presente; en esta ocasión, opta por la introspección a la hora de acercarse a familias, parejas e individuos, en un contexto que representa desde un realismo que pervierte hasta violentarlo completamente.

Anagrama

El título original, Days of Awe -Días del temor-, tiene una resonancia diferente al elegido en castellano, en tanto a que hace referencia, en el calendario judío, a los diez días que comienzan con Rosh Hashaná y terminan con Yom Kippur y que se conocen comúnmente como los Días del Temor (Yamim Noraim) o los Días del Arrepentimiento. Este es un momento para la introspección profunda, para considerar los pecados del año anterior y arrepentirse ante Iom Kipur -conmemoración judía del Día de la Expiación-. Muchos de los personajes de Días temibles se enfrentan a un momento preciso de sus vidas en el que debe, precisamente, reconsiderar su pasado y sus actos, ya sea de manera directa o porque se ven obligados a ello por las circunstancias. Podría entenderse esta colección de relatos como un trabajo de Homes de reflexión y constricción que la escritora ofrece para, a través de su lectura, evidenciar algunos males una sociedad de cimientos carcomidos.

Así, Homes acuden a lo íntimo para trazar visiones de familias, de amigos, de amantes, de hijos y madres, o de usuarios de la red, con el fin de ahondar en esa sociedad, a través de sus elementos compositivos más básicos, desde una perspectiva oblicua que desvela la extrañeza que anida bajo las formas reconocibles de lo cotidiano. Homes nunca ha estado interesada en un realismo mimético, tampoco en un sentido fantástico completo, sino más bien en desvirtuar el primero a través de leves, pero suficientes, elementos que transgredan lo real. Con un sentido lindante en lo bizarro, hiperboliza las formas para encontrar un sentido oculto que revele enfermedades, malestares y desviaciones de una sociedad, y sus individuos, parapetados bajo la máscara de una organización impoluta. A pesar de que en Días temibles Homes opta por un ahondamiento íntimo, introspectivo, usa los cuerpos y su posición en el mundo para trazar miradas que no esconden ni un soterrado humor negro ni una crudeza expuesta con la sensibilidad que caracteriza a Homes: aunque siempre se habla de ella desde lo extremo de sus propuestas, posee, gracias a su estilo y a su mirada, una enorme capacidad para transmitir una sensibilidad muy particular mezcla, como reza el título de este texto extraído del relato Hola a todos, de carne, sudor y tristeza.

“Tratan de que sus cuerpos sean suyos: los renuevan, los redecoran, el cuerpo no solo como obra sino como objeto de expresión, como relación simbiótica entre la imaginación y la realidad”.

Los personajes que transitan las páginas de Días temibles se enfrentan al pasado desde un presente enturbiado que a penas deja un resquicio de luz para el futuro. Homes atiende a unos individuos que son, aunque en el fondo no tienen por qué, extrapolación de algo más global, más general. La escritora está interesada en ellos y no tanto en lo que representan o puedan representar para el lector, asumiendo que, evidentemente, este podrá sacar conclusiones más amplias. Sin embargo, la escritora utiliza el relato como unidad concreta en la que elaborar unas historias, de mayor o menor longitud, de mayor o menor elaboración, desde un presente que parece suspendido, tan real como irreal, y que se abre hacia el pasado en busca de aquellos elementos que ocasionaron aquello en el que los personajes se encuentran en su presente. Como le sucede al personaje de La última que vez que lo pasó bien, un europeo que en plena crisis personal y de pareja marcha a Disneyland cargado de imágenes del pasado para recuperar una esencia de la infancia que ha perdido en el camino: «Se supone que tendría que pensar en el futuro y olvidar el pasado, pero le parece difícil». Una relación sexual esporádica que se presenta imposible pero que en manos de Homes, gracias a su confluencia de estilos, hace que sí lo sea, ayuda a que el hombre sea capaz, desde el presente y desde el cuerpo, encontrar, al menos de manera momentánea, la posibilidad de atisbar un horizonte.

“La pequeña ciudad norteamericana se convierte en la gran ciudad, una visión utópica de un mundo que pudo haber sido, pero nunca fue, el incipiente paisaje del poder. Está allí y el problema continúa. Se pregunta: ¿es eso conciencia o amargura? ¿Es su ser adulto llorando por la niñez perdida? ¿Es acaso su ira hacia sí mismo por permanecer atrapado en este lugar, por tratar de darle sentido, por corregirlo?”

En Días de ira, Homes reúne en una convención sobre el Holocausto -Genocido(s)- a un reportero de guerra y a una novelista transgresora -adjetivo que Homes parece usar a modo autorreferencial-, quienes compartieron en el pasado ciertas experiencias y que, años después, consagrados ambos en sus respectivos campos, se reencuentran. En este relato brillante, Homes crea la intersección entre esa reunión entre ambos y su consecuente componente sexual, con las charlas sobre el Holocausto y la representación del horror, a través de la cual la escritora es capaz de desplegar no solo ideas sobre el tema sino atravesar la narración con no poco humor y sentido satírico. Mientras hablan, o deben hablar del Genocidio, también debaten sobre sus vidas conformando un relato sencillo en su construcción, al menos en su superficie, pero de gran profundidad confrontando de manera teórica, desde la historia y sus personajes, temas relacionados con la ficción y el horror, sobre lo que se puede representar y lo que no, sobre la ética del reportero de guerra entre actuar e informar. Todo insertado en una reflexión sobre el tiempo y el olvido. Como un personaje del relato declara:

“Lo que he aprendido del dolor -le dijo Otto- es que dejarlo ir no significa olvidar, sino encontrar la libertad, el espacio necesario para seguir avanzando. Existe el miedo al olvido, pero no ocurre. Uno aprende a vivir con el pasado, pero se permite un futuro y también se lo permite a los demás. No se olvida jamás”.

Además de un trabajo temporal, ya sea mediante la introducción de ese pasado en el presente, o de este como unidad única en relatos como Todo genial menos por la lluvia, Muestra Nacional de Pájaros, Tu madre era un pez, Sé mía o Un premio para cada jugador, Homes trabaja el lenguaje en cada de uno de ellos de manera distinta pero, a su vez, experimenta con su capacidad para crear una realidad -literaria, ficcional- con sentido a pesar de la transformación de lo real en algo nuevo, distinto; y, a su vez, tangible. Ejemplar es Todo genial menos por la lluvia, por ejemplo, con dos amigas hablando de cierta amargura existencial mientras se atiborran de comida y ejercen a modo de ventrículos reproduciendo otras conversaciones; o Un premio para cada jugador, uno de los relatos más fascinantes, en el que una familia emprende un juego en un hipermercado a modo de competición consumista que deriva en un discurso del padre que hace que los empleados y demás consumidores vean en él un candidato para la presidencia del país. O Muestra Nacional de Pájaros, transcripción de una conversación online que es reflejo del presente y ciertas formas de comunicación.

Un trabajo con la literatura siempre presente en la obra de Homes con el que logra transformar la realidad de la ficción para que el lector sienta cercanía, para que pueda reconocer las formas en las que se asientan las historias; pero, a su vez, sentir suficiente extrañeza, por lo hiperbólico, fantástico o, en ocasiones, mágico, que introduce la autora para vertebrar sus historias. Homes persigue con sus doce relatos y la transformación de la realidad a partir, precisamente, de ella, que el lector pueda cuestionarse aquello que lo rodea; que esas historias y esos personajes, conducidos por la literatura de Homes, cada vez más elaborada y estilizada, muestren que algo anida bajo las formas reconocibles de lo real. Y ese algo, para Homes, siempre es turbio, extraño, decadente e inquietante. Pero no exento de un potente humor negro que amplia, más si cabe, el sentido de cada relato.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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