Entre el 1 y 3 de julio de 1863, alrededor del pueblo de Gettysburg, en Pensilvania, se desarrolló un combate de carácter terrestre que recibió el nombre de la Batalla de Gettysburg y que está considerada como el punto de inflexión de la Guerra de Secesión americana (1861-1865) junto al sitio de Vicksburg. Por otro lado, en un momento en el que el conflicto podÃa decantarse para cualquiera de las dos partes en guerra, Gettysburg supuso una gran victoria para el Ejército de la Unión (Ejército Federal), y una gran derrota para la Confederación. También fue una auténtica catástrofe humana.
“La Guerra de Secesión americana -y la batalla de Gettysburg en particular- se dirigió con un espÃritu tan amateur y una inocencia de propósito que resultarÃa conmovedora si ese mismo amateurismo no hubiera contribuido a hacerla tan sangrientaâ€.
La Batalla de Gettysburg tuvo lugar en alrededor de quince millas cuadradas, involucrando a más de 160.000 soldados de ambos bandos, asà como a trabajadores del campo de la zona y entre diez mil y treinta mil esclavos que combatieron, en el caso del ejército Confederado, obligados. Durante eso tres primeros dÃas de julio se produjo la mayor matanza en una batalla en territorio norteamericano; un total de 5.747 muertes, algo más de veintisiete mil heridos y alrededor de diez mil desaparecidos durante esos dÃas. De los heridos, alrededor del 15% murieron en los hospitales improvisados tras la batalla en los meses posteriores.
La relevancia histórica de esta batalla, y la mitologÃa surgida a su alrededor, han dado a pie desde entonces a una ingente bibliografÃa con todo tipo de acercamientos que hace de ella, posiblemente, la batalla más documentada de la historia. Cualquier historiador que quiera adentrarse en ella deben hacer frente a un cuantioso trabajo previo que, a su vez, fue construyéndose a base tanto de informaciones más o menos contrastadas como de fuentes que surgieron tras la batalla y que, por tanto, aportan inmediatez sobre los sucesos, pero a la vez imponen la necesidad de ser matizados por su posible parcialidad.
En su Gettysburg, Allen C. Guelzo entrega uno de los mejores acercamientos históricos a la batalla mediante un relato pormenorizado estructurado en cuatro partes. La primera repasa el camino hacia la batalla, presenta a los personajes y contextualiza la situación de la guerra y del paÃs previa a la batalla de Gettysburg. Las otras tres partes las dedica, cada una de ellas, a uno de los dÃas de la batalla, analizando cada aspecto del desarrollo del combate aunando de manera brillante el carácter ensayÃstico histórico con un sentido narrativo que introduce al lector de manera muy vÃvida en los acontecimientos. Finalmente, en el epÃlogo, Guelzo narra el viaje de Abraham Lincoln a Gettysburg para pronunciar su famoso discurso el 19 de noviembre de 1863, interpretando el discurso como la defensa de Lincoln de la democracia liberal.
La suma de datos y detalles con el realismo descriptivo dan forma a un recuento histórico de gran hondura en el que resulta tan relevante aquellos testimonios orales y escritos coetáneos, como los estudios posteriores. Al hacerlo, Guelzo lleva a cabo de manera indirecta también algo importante: evidencia la compleja labor del historiador cuando cuenta con copiosa documentación a la par que manejar testimonios no que no se pueden corroborar, pero que, a priori, arrojan información directa.
Guelzo mantiene una pulsión en las páginas de su libro para equilibrar el deseo de narrar esos tres dÃas de combate y el significado polÃtico que tuvo Gettysburg en cuanto a batalla y a la guerra en su conjunto. Guelzo muestra cómo en el interior de ambos ejércitos habÃa dudas y enemistades; cómo la dificultad de trasladar informaciones ocasionaba que buenas estrategias quedasen en nada por llegar tarde las órdenes; o cómo los confederados estuvieron en Gettysburg cerca de poder revertir la tendencia de la guerra a su favor y, posiblemente, ganar la guerra. Y, de manera directa e indirecta, especula sobre los diferentes derroteros que habÃa llevado el paÃs de haber ocurrido. Para Guelzo, Robert E. Lee fue, en gran medida, el causante de que su ejército no se alzase con la victoria.
Pero donde brilla Guelzo es en la narración casi hora por hora de la batalla a través de una descripción detallada de cada movimiento, de cada decisión, atendiendo a los combatientes, pero también a la geografÃa del lugar, a un paisaje que se convirtió en testigo involuntario de la batalla y cuyas estructuras naturales y artificiales tuvieron que ver con su desarrollo. Guelzo describe cada estrategia y sus variaciones a lo largo de los tres dÃas y cada suceso que, de una manera u otra, accidental o premeditada, tuvo que ver con el desenlace. Resulta fascinante su trabajo para transmitir al lector tan vivida imagen de la batalla, si bien, debido a la extensión del libro, acaba abrumando. Muy interesante es cómo Guelzo niega la máxima de muchos historiadores de que la Guerra Civil americana fue la primera guerra moderna e, incluso, total, al mostrar que tanto los medios como los métodos obedecÃan, en verdad, al siglo XIX, incluso anterior:
“La tecnologÃa bélica en el siglo XIX tan solo explica las limitaciones fÃsicas ejercidas sobre las tácticas en Gettysburg. Los ejércitos de Gettysburg estaban también constreñidos por un corpus de doctrina tácticas cuyas raÃces se remontaban a los 90 del siglo XVIII y al gran debate acerca de las virtudes de las “columnas†y “lÃneas†en combateâ€.
A pesar de la concreción del tema, Gettysburg resulta fascinante en cuanto a trabajo ensayÃstico en el que el género pugna con un deseo de narración lindante con lo ficcional, como si la historia necesitase de las formas de la ficción para lograr adquirir una mayor fuerza expositiva. En este sentido, Guelzo quizá se excede en algunos momentos con las descripciones, pero desde luego logra un gran equilibrio entre la rigurosidad del historiador y la fantasÃa del narrador. Interese más o menos el tema, Gettysburg es un viaje fascinante no solo a los hechos históricos, también a la siempre compleja tarea de abordar el pasado y transmitir al presente una imagen de él de modo que el lector pueda recrearlo mentalmente.