Mavis Gallant | Foto: Alfredo Di Molli | Impedimenta

Viaje a una nueva vida y a un sueño pasado

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Mavis Gallant | Foto: Alfredo Di Molli | Impedimenta

Para la escritora canadiense Mavis Gallant (1922-2014) su personaje Linnet Muir no era tanto, o no solo, su alter ego, si no más bien una síntesis de lo que alguna vez fue. Así, a través de este personaje, escribió una serie de cuentos –Voces perdidas en la niebla, El doctor, En la juventud está el placer, Entre Cero y Uno, Con V mayúscula y Variantes del exilio– que Inés Garland ha prologado y traducido para la edición que ofrece Eterna Cadencia.

“En gran parte del mundo -del mundo como era, tanto más pequeño que ahora-, dos generaciones enteras crecieron con la promesa monocromática de que la existencia es insoluble, la tragedia estática, la pobreza entrañable, y la justicia divina un misterio total”.

Los seis cuentos, que poseen un cierto desarrollo cronológico lineal a lo largo de varios años, crean en su conjunto una idea totalizadora sobre el personaje a modo, casi, de novela de formación. Linnet Muir experimenta vivencias muy similares a las que vivió la escritora durante su infancia y su juventud. Así, siempre narrados en una poderosa primera persona en la que pasa de una mirada melancólica a otra llena de resentimiento sin apenas transiciones, habla de su excéntrica niñez, de su paso por colegios religiosos; de unos padres de vidas y relaciones disfuncionales y de sus mentiras y de sus ausencias; también, de sus muertes; de la búsqueda de independencia y de sus primeros trabajos en un mundo en el que se sometía a la mujer. A través de estos temas, y de otros, los seis cuentos despliegan una mirada sobre cómo Linnet Muir -y Gallant con ella- fue tomando una conciencia asumiendo una sensibilidad ante la vida y adquiriendo una visión del mundo.

Eterna Cadencia

El marco para las seis historias es la ciudad de Montreal en los años previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Gallant crea relatos íntimos que poseen un contexto y un paisaje muy preciso que se encarga de describir para dotarlos de una presencia que, más allá de ser simplemente realistas, marcan una conseguida atmósfera para cada momento que se relaciona de manera directa con Linnet Muir y su desarrollo personal. Las breves descripciones son suficientes para transmitir unos ambientes grises y austeros en los que, al comienzo, las miserias de la Gran Depresión planean en la sociedad. Pero más importante, presente en todos los cuentos, es la mirada hacia la división social entre angloparlantes y francoparlantes, en cuanto a que no solo afecta a niveles lingüísticos y de comunicación, sino que también supone una forma muy particular de estar en el mundo. La larga sombra del imperio británico y de sus diferentes períodos, como el victoriano o el eduardiano, recorre de manera transversal todos los cuentos; como también lo hacía, en mirada de Linnet Muir, en la sociedad canadiense del momento: Gallant, con enorme ironía y comicidad, evidencia cómo los británicos, en pleno proceso de pérdida de su imperio, todavía se presentaban como garantes de la civilización.

“Esta superposición en una misma habitación del francés y del inglés, de católicos y protestantes -la manera de ser de mis padres, y por lo tanto para mí la vida misma- es tan improbable, tan antinatural al clima de Montreal como un cardumen de peces tropicales. Fue más tarde que descubrí que la mayoría de la gente simplemente flotaba en pequeños estanques mohosos etiquetados “francés y católico” o “inglés y protestante”, sin preguntarse jamás cómo sería poner el pie en tierra firme; o preguntándoselo, quizá, pero sopesando el peligro. Estar fuera de un es estar en un territorio sin mapas”.

Pero Gallant también es crítica con la sociedad canadiense en su totalidad, mostrando, a través de personajes cercanos a Linnet Muir, pero también desde una perspectiva más global, una organización social hipócrita y clasista, profundamente machista, y, en ciertos aspectos, todavía hondamente provinciana. La llegada de la guerra cambia muchas cosas por la fuerza, y permite que Linnet Muir pueda trabajar lo cual hace que acceda a unos niveles sociales hasta el momento desconocidos donde se encontrará un nivel de machismo que Gallant expone con crudeza, pero sin dejar la ironía de lado en ningún momento, con muchos momentos muy divertidos.

“Debería haber sentido lástima, pero a los dieciocho años lo que sentí fue agradecimiento por haber estado en lo correcto sobre una cosa durante toda mi juventud, que ya consideraba terminada: el tiempo había estado de mi lado, fielmente, y amenos que te murieras, siempre estabas obligado a escapar”.

A través de estos seis cuentos, Gallant ahonda en la identidad no solo de su personaje, y en su proceso de maduración y construcción, también en cuestiones identitarias más profundas y que atañen a un país mediado y enfrentando por ello por cuestiones idiomáticas y culturales. Linnet Muir deviene en testigo de ello según avanza en la vida en busca de su lugar en el mundo, con un exilio posterior, que permite que pueda mirar con perspectiva y distancia. Gallant reconstruye esa identidad a través de la memoria y de la literatura. Aunque, a priori, los cuentos son piezas independientes, en su unión conjunta y en su personaje común, se encuentra una línea narrativa que permite encontrar un relato amplio, aunque fragmentado, que muestra una pulsión constante entre tiempos -pasado y presente narrativo, desde el futuro de la escritura- y de un personaje, Linnet Muir, que busca su personalidad, su identidad, sin necesidad de acogerse a ningún legado. Porque aquel que representan sus padres resulta convulso, esquivo. Quizá, inexistente en el fondo. Porque estos seis cuentos, en última instancia, finalmente tratan sobre la presencia y ausencia de los padres, de una suerte de orfandad que libera a Linnet Muir. Pero también supone un peso doloroso con el que vivir. Y Gallant se enfrenta a él con un estilo soberbio en su contención y concreción, capaz de cambiar de tono con tanta naturalidad que resulta casi imperceptible y trascendiendo los contornos del realismo para internarse en cuestiones profundas del ser humano a través de un personaje al que somete a todo tipo de variaciones. Las mismas, posiblemente, a las que Gallant tuvo que enfrentarse en su vida. Y no solo ella.

“Negativa, derrotista y subversiva son tres de las cosas que te han advertido que no debes ser. Las otras son sediciosa, obscena, oscura, irónica, intelectual e impulsiva”.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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