En Perversas criaturas, Lawrence Osborne no sitúa en la isla griega de Hidra. Las quiebras de la crisis económica apenas parecen haber dejado huella en los personajes de la novela, familias procedentes del continente, Inglaterra o Estados Unidos que pueden alquilar casas de verano o, directamente, haberlas adquirido tiempo atrás. En el primer caso se encuentra la familia de la joven Samantha; en el segundo, la de Noemi. Ambas se conocen, entablan una cierta amistad bajo el signo de la fascinación mutua y de una dependencia de la primera con respecto a la segunda; un dÃa durante una excursión, conocen a un hombre, Faoud, quien, a pesar de que resulta evidente que es un hombre culto y proveniente de buena familia, se encuentra semi escondido, oculto, dado que se un inmigrante ilegal llegado a la costa griega en la llamada crisis migratoria y con una alta presencia de fuerzas del orden en la localidad.
Osborne plantea Perversas criaturas mediante un desarrollo pausado, a veces casi rebuscadamente lento, que ayuda a transmitir la atmósfera estival, casi narcotizada, de Hidra. Las dos jóvenes se mueven por el lugar representando lo que son: dos jóvenes privilegiadas que, sobre todo Naomi, muestran una cierta culpa de clase; aunque Noemi se aprovecha claramente de esa situación, no puede ocultar un malestar en cuyo interior anhela una profunda hipocresÃa ante la cual llegará un momento en el que se querrá rebelar con una decisión con la complicidad de Samantha y de Carissa, la asistenta de la familia. A partir de ahÃ, los problemas comienzan a surgir por la mala ejecución del plan y la novela asume las formas, más claras, del thriller. Hasta el momento, Osborne ha planteado una novela que juega a la perfección con un trabajo de elaboración descriptiva e introspectiva de los personajes, asà como conformando un territorio narrativo y contextual de gran fisicidad para que después, todo sirva como paisaje moral a una trama detectivesca que no resulta tan relevante en aquello que relata como en aquello que revelan los acontecimientos.
Esto no quiere decir que Perversas criaturas no tenga una buena construcción dramática, todo lo contrario; pero Osborne no puede ocultar su mayor interés en conformar una fábula en forma de thriller sobre algunos aspectos de nuestro presente. Y lo hace con un planteamiento moral, que no moralista, en tanto a que sitúa a los personajes en diversas encrucijadas, algunas surgidas del azar, otras creadas por ellos, a partir de las cuales deben tomar un camino y asumir una postura determinada. Osborne centra en gran medida en Naomi el peso de este planteamiento en tanto a que su plan parece obedecer -asà lo plantea ella al menos- como un acto de solidaridad y de justicia social; sin embargo, hay en sus actos un claro exhibicionismo personal producto de su narcisismo que conducirá hacia la muerte a varios personajes sin que ella apenas parezca tener un atisbo de aturdimiento por lo sucedido. Por su parte, Samantha, contraria a las ideas de Naomi, sin embargo, es convierte en su cómplice absoluta, a pesar de que su conciencia parece dictarle lo contrario.
Perversas criaturas es una más que mordaz mirada hacia la confusión actual de ciertas ideas, o ciertas ideologÃas, mejor dicho, conformando un paisaje humano basado en una hipocresÃa extendida que se cuela incluso en las aparentes buenas intenciones. La supuesta conciencia social convertida en un capricho cuyas consecuencias apenas importan cuando todo sale mal. Los problemas reales de algunas personas devenidas en moneda de cambio para calmar conciencias y simular, porque al final todo es un simulacro de algo, que se está llevando a cabo una acción por el bien de una persona. Osborne, como demuestra con la resolución final, no cae en castigo moralizante alguno y sà en una mirada desacomplejada y bastante pesimista sobre la conformación de una realidad en la que las clases y los privilegios siguen existiendo, pero en donde, además, quienes carecen de los segundos, a veces, también pueden transformarse en algo diferente cuando la posibilidad de medrar se presenta como algo viable. Las perversas criaturas, al final, puede ser cualquiera en una realidad, la nuestra, confusa y abierta a enarbolar grandes causas, aunque bajo ellas anide el deseo personal de parecer algo, pero no de serlo de verdad.