Los Sparks tienen una canción llamada Lighten up, Morrisey en la que el narrador le pide a Morrissey que afloje un poco y deje de ser tan perfecto y tan ingenioso, porque la chica del narrador es fan del cantante de los Smiths y el narrador tiene la impresión de salir perdiendo en las comparaciones. Es una canción muy chistosa por la forma en que caricaturiza nuestra tendencia a idealizar a estrellas del pop-rock pese a los numerosos indicios de que la mayorÃa de ellas son un poco impresentables.
Sirve de ejemplo la última trastada del propio Morrissey: empeñarse en publicar su libro de memorias Autobiograhy en la colección Penguin Classics. Vete a saber cómo fueron en realidad las negociaciones pero, si nos hemos de fiar de la prensa, los editores del pingüino habrÃan preferido sacar esa autobiografÃa en una colección en la que encajase, pero el cantante amenazó con rescindir el contrato si no le hacÃan un rinconcito ahà junto a Mark Twain y Gustave Flaubert.
La bajada de pantalones de Penguin Books dio pie a numerosas reflexiones sobre la literatura y el negocio editorial. No es sólo que el libro sea flojo ni que seguramente lo haya escrito un negro, es más que nada que etiquetarlo como clásico es un poco como cargarse una palabra que, si bien ya era bastante polisémica, no solÃa todavÃa incluir autobiografÃas de cantantes de pop-rock ochentero.
Imagino que hubo un tiempo en que sólo era clásico lo propio de la Grecia clásica y la Roma clásica, pero luego a medida que nos adentrábamos en el futuro fuimos aceptando como clásicas las grandes obras de cada periodo, las que perduraban en el imaginario colectivo, y el clasicismo empezó a perseguir a la modernidad hasta casi pisarle los talones. Los clásicos del cine incluyen ya por lo menos todas las pelÃculas que sean en blanco en negro, las emisoras de rock clásico suelen haberse plantado en los 70, los aficionados al balompié llaman clásico a cualquier partido entre el Madrid y el Barça.
En literatura nadie duda que habrá unos cuantos autores contemporáneos que tarde o temprano serán considerados clásicos, pero el protocolo habitual era esperar por lo menos a que murieran antes de clasificarlos como tales. David Foster Wallace, por ejemplo, apuesto a que llegará el dÃa en que colará como clásico, pero aún no porque su cadáver todavÃa está tibio.
Al poner la obra de Morrissey al lado de la de pesos pesados como Homero, Herman Melville, Joseph Conrad o Karl Marx, se presta a comparaciones que pueden ser un poco desafortunadas, como en la canción de los Sparks. No cuesta mucho imaginarse a Morrisey cantando ahora Lighten up, Charles Dickens o Lighten up, Victor Hugo. Y podrÃamos llenar páginas enumerando las diferencias más o menos sutiles que separan al cantante de los Smiths de sus compañeros de colección, pero la más conspicua sigue siendo que él todavÃa ejecuta funciones vitales como respirar, alimentarse (aunque sólo sea de legumbres y ensaladas), excretar, moverse, relacionarse, y, lo más interesante desde el punto de vista editorial, generar un volumen de negocio gigantesco, el equivalente inglés y sofisticado de lo que en España serÃan las memorias de Belén Esteban.
El ruido de vestiduras rasgándose se oyó de lejos, las burlas de los aficionados a leer los clásicos de verdad fueron inclementes, no quieran ustedes ni imaginarse lo afilado de las puyas de los fans de Oscar Wilde. La indignación llegó a unas cuotas dignas de causas con más repercusión en el mundo real.
Hay bastante consenso en que lo de Morrissey en Penguin Classics fue un crimen, sÃ, pero ojo, creo que vale la pena fijarse en que ha sido un crimen sin vÃctimas. ¿Alguien se ha visto perjudicado? Morrissey y los editores no, desde luego. El libro habrÃa vendido bien en cualquier colección, pero seguramente en Penguin Classics se está vendiendo todavÃa mejor porque es tan chistoso que esté ahà que no somos pocos los que nos divierte hablar de ello, dando lugar a lo que los expertos en marketing conocen como publicidad gratis.
Según algunos crÃticos, puede que el prestigio del autor no se vea perjudicado, pero el prestigio de la colección ha recibido una estocada mortal. Y lo de esta estocada mortal suena muy dramático pero no parece tener ninguna consecuencia negativa en la vida de los lectores ni de los editores. Por no hablar ya de la posibilidad de que el asunto llegase a perturbar el merecido descanso de los otros autores de la colección, que también se ha escrito mucho sobre la hipótesis de que estén revolviéndose en sus tumbas con tal inquietud que podrÃamos conectarlos a generadores eléctricos y solucionar los problemas de abastecimiento energético de las próximas cuatro generaciones. ¿Acaso la obra de Shakespeare no es lo suficientemente sólida como para no sentirse mancillada por otros libros con los que tenga que compartir estanterÃa? Las memorias de Morrissey empiezan diciendo “Mi infancia son calles sobre calles sobre calles. Calles para definirte y calles para confinarte, sin señal de carretera, autopista o autovÃaâ€; pero dudo que las carreras de Tolstoi y Proust se vean perjudicadas por ello, es más, puede que incluso aumenten sus ventas a rebufo de la polémica.
Seamos honestos: la broma de Morrissey podrÃa incluso ser intencionada. Aunque sea una estrella del pop-rock, creo que es lo suficientemente listo para ver diferencias entre su prosa y la de Fiódor Dostoievski. En los ochenta se ponÃa ramos de flores en el culo y salÃa con ellos a los escenarios a cantar estupendas canciones sobre luces que nunca se apagaban. Quizá ahora tampoco le importa arriesgarse a hacer un poco el ridÃculo para atraer la atención de los medios, vender libros como churros, y, ya puestos, reflejar parte de esa atención hacia las grandes joyas de la literatura universal. Fuese esa su idea o no, está claro que el asunto ha servido para que nos acordemos un poco del inmenso patrimonio literario de la humanidad, de todas esas obras imprescindibles que muchos no tendremos tiempo de leer, porque son muchas, incluso si nos ponemos estrictos y contamos sólo las que ya han pasado por el filtro del tiempo.
Hola, por cierto, es un honor colaborar con RdL!
[…] Penguin Books publicó la autobiografÃa de Morrisey en su colección de clásicos, junto a Mark Twa… […]
[…] Me estreno con un artÃculo intitulado Autobiography y otros clásicos. […]
Hola Xavier! Noto un aire de fracaso, disgusto y envidia en tu redacción.
😉
Marc
Me resistÃa a considerar el absurdo dogmático de que los ingenieros ni podÃan, ni debÃan escribir. Gracias a Ãgueda por dejármelo claro.
La polémica entre «la alta cultura» y la «cultura popular» tiene que ver con el egocentrismo de los intelectuales académicos occidentales, algunos haciendo «periodismo»
[…] and gentlemen, pego aquà mi artÃculo de enero en la Revista de Letras. Si nada se tuerce el miércoles sale […]
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