Camus y la asfixiante angustia moral

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Albert Camus | Foto: Dominio Público | WikiMedia Commons

Casi seis décadas después del fatal accidente de coche que acabara con su vida, el pensamiento y la vida de Albert Camus (1913-1960) siguen generando gran interés y fascinación. Las obras dedicadas al autor de El extranjero y La peste son numerosísimas y siguen apareciendo. Muchos convienen en que la más importante hasta ahora es Camus, una vida (Tusquets Editores), una biografía a cargo de Olivier Todd que merece especial atención gracias a la riqueza, abundancia y diversidad de la información que ofrece. Otro gran biógrafo de Camus que también ha de ser citado fue Herbert Lottman. Considerado uno de los grandes cronistas de la Francia del siglo XX, con Albert Camus el historiador estadounidense trazó un profundo —aunque incompleto— retrato del escritor franco-argelino.

Plataforma Editorial

Más allá de estas dos propuestas, existen obras sobre Camus quizás un tanto menos ambiciosas pero de igual modo sugerentes. Con Camus (Plataforma Editorial), publicada originalmente por Gallimard, el escritor y dramaturgo rumano residente en Francia Virgil Tanase se suma a la larga lista de biógrafos de una de las figuras esenciales del pensamiento del siglo XX. Tanase, que también ha dedicado obras a escritores como Chejov, Saint-Exupéry y Dostoievsky, nos ofrece una visión de Camus más centrada en la persona que en el mito.

Si bien Tanase se vale de una amplia bibliografía, cabe decir que, de acuerdo con las notas que acompañan la lectura de esta obra, pone especial atención en el escrutinio de textos autobiográficos de Camus como son los tres tomos de Carnets y parte de su correspondencia, la mayor parte de la cual permanece todavía inédita. Lo cual permite a Tanase aportar una visión bien informada de un Camus afectado por la asfixiante angustia moral que lo acompañó a lo largo de toda su vida, “carcomido por un sentimiento de culpabilidad que tal vez no tenía razón de ser”.

Camus fue un francés nacido en Argelia cuando esta era colonia francesa. Su abuela materna, Catalina Maria Cardona, nació en Sant Lluís, Menorca, de modo el futuro ensayista, novelista, dramaturgo y periodista tenía unas gotas de sangre española. Decía Juan Goytisolo que “el mundo es la casa de quienes carecen de ella”. El mestizaje de la familia de Camus, cuyo padre, Lucien Camus —de origen francés y muerto en el frente durante la primera guerra mundial—, es propio de los más pobres, aquellos quienes, según Tanase, “cargan con los bártulos de un país a otro, empujados por la miseria, por la esperanza de una vida mejor, por la sensación de no pertenecer a ningún lugar más que aquel que los acoge”. Por ello Camus no fue, en modo alguno, un colono privilegiado. En sus orígenes humildes en el barrio de Belcourt, en Argel, contó con la inestimable ayuda de su profesor Louis Germain, quien convenció a la abuela de Camus para que aquel niño, feliz a pesar de la pobreza y la temprana pérdida del padre, pudiera estudiar. Fue la manera de dejar atrás aquel “mundo inocente y cálido de los pobres”, tal como dijo el autor en El primer hombre, su obra póstuma e inconclusa.

Ahí se fraguó, sin embargo, un compromiso sin ambages por defender a los más pobres y desfavorecidos. Y lo hizo primero a través del periodismo: desde el periódico Alger républicaine Camus defendió a las clases populares contra los poderes económicos y apoyó las reivindicaciones de las poblaciones indígenas —así llamaban los franceses a los argelinos autóctonos—. Más tarde, durante la segunda guerra mundial y habiendo escrito ya El extranjero —el libro más vendido en la historia de la prestigiosa editorial Gallimard desde su creación—, Camus se sumó a la resistencia desde el puesto de redactor jefe en Combat, que como recuerda Tanase fue:

“Una publicación clandestina de inspiración gaullista que reclamaba para la posguerra cambios radicales alineados con las convicciones de Camus”.

A pesar de que Camus, junto a su compañero Pascal Pia, pudo confeccionar a su medida ambos periódicos y hallar en el periodismo una cierta sensación de libertad, no dudó en calificar de decepcionante un trabajo que le impedía dedicarse a sus proyectos literarios.

Las contradicciones, el desasosiego y la pesadumbre estuvieron siempre presentes en todas las demás facetas de la intensa vida de Camus. Aunque vivió aquejado durante buena parte del tiempo por los graves padecimientos provocados por su tuberculosis, Camus se dejó seducir por no pocas mujeres, si bien Francine Faure y María Casares fueron las más importantes en su vida. Intuía, no obstante, que, como hace notar Tanase:

“La sensualidad es una trampa tan absurda  como las demás trampas que nos tiende la existencia; raros —e inhumanos— son aquellos que consiguen evitar ese cepo que nos ofrece una felicidad amarga, pagada con traiciones y con el sufrimiento de aquellos a los que amamos”.

Puede que la única excepción en este sentido se encontrara en el caso de su dedicación al teatro, que fue para Camus una pasión y un refugio al mismo tiempo. Persuadido por la forzada solidaridad de los grupos de personas con quienes trabajaba, Camus vio en el teatro —que es un trabajo en equipo— el único ámbito grupal en que todos están condenados a apoyarse unos a otros sin rodeos, con el fin de evitar un fracaso que, en cualquier caso, es siempre colectivo.

No fue así en el marco de las ideas y las luchas políticas: rechazado por unos y despreciado por otros, Camus vivió en medio de uno de los más convulsos períodos de la historia. Desde la segunda guerra mundial hasta los inicios de la guerra fría (que vio desmoronarse la solidaridad de quienes se unieron contra el nazismo), pasando la brutal guerra de la independencia en Argelia, en todos los frentes se situó del lado de los que sufrían, rechazando dogmas y ganándose con ello la hostilidad de todos los bandos enfrentados. No en vano, hoy son pocos los que discuten la profunda honradez intelectual de un escritor que, como dijo al recibir el Nobel en 1957, realizó su labor:

“Sin vergüenza ni orgullo, atento siempre al dolor a y la belleza”.

Jordi Pacheco

Jordi Pacheco (Girona, 1980). Graduado en Comunicación. Periodista y crítico. Director adjunto en revista 'Foc Nou' y colaborador en diversos medios entre los que destacan 'La Marea', 'El Ciervo' y 'Revista de Letras'.

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