La idea que Can Xue (Changsha, China, 1953) maneja sobre el espacio que es La frontera, respeta el sÃmbolo de territorio que debe construir su propia ley, el lugar en el que el pasado y el presente suceden a la par, pues rige la ausencia de tiempo, y la extraña claustrofobia de un espacio en el que el horizonte estará tan lejos como para no poder acercarse jamás al borde del territorio:
“La particularidad más importante de la región de la frontera era que el paisaje exterior, ese que se veÃa desde las casas, tenÃa un impacto enorme sobre el estado de ánimo de las gentes que poblaban ese lugar. De hecho, los oprimÃa. Aún peor, les reprimÃa las emociones y les frustraba los deseos. En sus vidas surgÃa siempre un imprevisto, y sus circunstancias también cambiaban. Imprevistos y más imprevistos repentinos, ésa era la norma en su nueva vida. En el interior del paÃs, casi nunca sucedÃa nadaâ€.
Hablamos de un territorio interior, que deberÃa tener, por tanto, una consistencia fÃsica de piedra, pero al que caracteriza la semejanza a los sueños. Si este territorio, presidido por una población que se llama Guijarro, no se nutre de la huida de leyes de los sueños, no se nutre de nada. Apenas hay descripciones de la población, en la que está anclado un edificio ruinoso en el que se instala el Instituto de Arquitectura y Diseño que es el único imán que puede atraer a la gente para habitar ese lugar a cuenta del proyecto megalómano de hacer crecer la institución, y cuando Xue se entrega a hablar de la naturaleza, la expone como paisajes que están vivos hasta sentir que su bien y su mal se sobrepone al nuestro. La naturaleza, cuando aparece, es de una belleza que estremece incluso en las ausencias, como la del mÃtico leopardo de las nieves.
En realidad, el centro de la novela es la suerte de unos personajes que vamos conociendo de forma encadenada. El efecto de la lectura será acumulativo, pero Xue se cuida mucho de provocar ninguna aglomeración, de adensar demasiado los sucesos. Se trata de una obra coral tejida con el hilo de un personaje principal. Cada capÃtulo es una pequeña novela sobre uno de los integrantes de la comunidad, y el enlace que atraviesa todos ellos es la protagonista, Liu Jin, que no termina de sentir que aquel podrÃa llegar a ser su lugar en el mundo. De hecho, nos resultará complicado comprender que nadie pueda elegir esta frontera como su lugar en el mundo. Es un lugar donde se impone el desconcierto. Uno de los personajes lo confiesa de esta manera:
“No tendrÃa que haberlo hecho, ya que este local es muy aburrido, igual que todos en este pueblo de la frontera, y lo peor es que no pasa nunca nada de nada. Cuando uno llega a la frontera, ya no vuelve a salir. Siempre me siento en esta esquina y espero a que un dÃa u otro aparezca, entre y venga a verme. Soy su hijo al fin y al cabo, ¿no es asÃ?…â€
Vivir es un hecho muy incómodo. Da la sensación de que hubiera un peligro latente compartiendo el aire junto al vapor de agua, pero ese peligro jamás se fragua. Tiene la consistencia de los fantasmas, es decir, es una invención de la fantasÃa. Y su intensidad depende de nuestra imaginación. De ahà que Xue se muestre tan realista como soñadora. Las palomas del comedor, por ejemplo, comunican a un personaje, o el personaje asegura que le han comunicado, la ruta hacia el jardÃn tropical que se esconde en la población. ¿Cuál de las afirmaciones dará más miedo?: la posible locura de hablar con palomas, la posibilidad de que las palomas hablen, el lugar donde se esconde el jardÃn en medio de nuestras vidas, lo que supone hallarlo, la imposible complicidad del esposo. “Lo que buscáis no existe. ¡Mira, incluso nosotros andamos buscándolo!â€.
Moverse significa asumir riesgos, estar expuesto. Y no moverse supone limitarse a vivir cuando uno está soñando. Moverse supone compartir tiempo con lo ilusorio e irreal, atreverse a comulgar con unas leyes que uno no conoce: “el hermano Ma sufrÃa de alucinaciones y en una de ellas creyó que se transformaba en otro hombre. Se mudó a otra casa y dejó de reconocer a los miembros de su casa de origen. ¡TenÃa una novia y ni siquiera podÃa identificarla! La pobre pensó que habÃa enloquecido como tantos recién llegados a la fronteraâ€. Lo raro, allÃ, es no convivir con lo que se produce raramente. Y al utilizar el adverbio de modo raramente no nos referimos a la frecuencia: lo que sucede es poco frecuente fuera de la frontera, pero lo inesperado, aunque sea extraño, es casi la norma en este territorio, que se caracteriza por la lejanÃa de lo común. Hablamos de un territorio de pequeños seres que tienen algo de grotesco, pero no lo suficiente como para resultar tan inverosÃmiles que nos alejen de lo creÃble: al fin y al cabo, están sujetos a los mismos conflictos que cualquiera de nosotros, a pretender la libertad del cuerpo, a concebir la vida como un viaje, a sentirse atados.
La novela llega a nosotros en traducción de Blas Piñero, que al margen de su labor reinventando el texto, nos presenta un compendio de notas que nos invita a navegar por la cultura china. Los detalles a los que se atiene cada interpretación de las palabras clave que utiliza Xue, indica que la teorÃa narrativa del iceberg se queda escasa a la hora de valorar su narrativa. El simbolismo nos habla de erudición y de sensibilidad, nos ayuda en el viaje que es la lectura, enriquece el contenido y amplÃa el valor de la literatura de Xue, de difÃcil catalogación, pero en la que es indudable que está empañada de poesÃa.