“Y todo el dÃa y toda la noche
todos los dÃas y todas las noches las chimeneas humean con el combustible de todos los paÃses de Europaâ€.
La publicación en castellano de Ninguno de nosotros volverá (Libros del Asteroide, 2020), de Charlotte Delbo, ha coincidido con el 75º aniversario de la liberación de Auschwitz, como también lo han hecho otras publicaciones tanto en el ámbito del ensayo como en el de narrativa.
“La chimenea humea. El cielo está bajo. El humo vaga sobre el campo y pesa y nos envuelve y es el olor de la carne que ardeâ€.
Charlotte Delbo fue detenida en 1942 junto a su marido, quien fue fusilado, y deportada a Auschwitz-Birkenau en 1943 debido a su pertenencia a la Resistencia Francesa. Junto a ella, otras doscientos treinta presas. De ellas, tan solo regresaron cuarenta y nueve. Años después, en la década de 1960, Delbo comienza la escritura de los tres volúmenes que compondrán Auschwitz y después, dos de los cuales están incluidos en Ninguno de nosotros volverá: el que da tÃtulo al libro y Un conocimiento inútil; este último, parece, en su tÃtulo, contravenir la frase de Primo Levi de “Si comprender es imposible, conocer es necesarioâ€, la cual cierra la edición del libro de Delbo.
El libro de Delbo se une a la tendencia de recuperar textos concentracionarios escritos por mujeres de diferente Ãndole: Regreso a Birkenau, de Ginette Kolinka; Como una rana de invierno, de Daniela Padoan que recoge los testimonios de Liliana Segre, Goti Bauer y Giuliana Tedeschi, tres italianas deportadas a Auschwitz; Las 999 mujeres de Auschwitz, de Heather Dune Macadam; Ya sabes que volveré, de Mercedes Monmany, sobre Etty Hillesum, Gertrud Kolmar e Irène Némirovsky; Sin flores ni corona, de Odette Elina; Ruta Tannenbaum, de Miljenko Jergovic; Cuatro mendrugos de pan, de Magda Hollander-Lafon; por citar lo más recientes a los que habrÃa que añadir los de Hélène Berr, Rachel Auerbach, Gisella Perl, Olga Lengyel, Nelly Toll o Isabella Leitne.
Delbo articula Ninguno de nosotros volverá combinando prosa y poesÃa, tanto en una parte como en otra, en diferentes capÃtulos que, aunque poseen una conexión interna en cuanto al desarrollo cronológico, en realidad, responden más a estampas o cuadros narrativos. En ellos, la escritora francesa desarrolla una particular mirada hacia la vida y la muerte en los campos a partir de una narración que tiene tanto de ejercicio memorÃstico individual como de deseo de plasmar unas vivencias y un sufrimiento colectivo.
“En un almiar de cadáveres bien ordenados, como en un almiar de verdad, en el claro de luna y la nieva, de noche. Pero miramos los cuerpos sin temor. Sabemos que nos situamos en los lÃmites de los soportable y nos prohibimos cederâ€.
Hay en la escritura de Delbo varias pulsiones que transmite su escritura. Por un lado, el deseo -la necesidad- de transmitir al lector cómo era la vida en Auschwitz. Por otro lado, hacerlo desde el cuidado de la literatura: al realismo de las descripciones se une un estilo depurado que persigue no tanto encontrar la belleza bajo el horror como componer una literatura que lo trascienda. No rebaja la crudeza, es más, la expone de manera abierta y cruda, pero sÃ, gracias a la distancia del recuerdo, Delbo recrea en las páginas de Ninguno de nosotros volverá una cotidianidad en la que la muerte, el hambre, el dolor y la humillación están presentes de manera constante; pero también ahonda en los detalles de esa existencia y en la siempre precaria supervivencia.
“Ahora sé por qué aquella mañana del 23 de abril de 1945, en el umbral de Ravensbrück, el capitán M. era guapo. Sé por qué los niños que vimos en el andén de aquella pequeña estación danesa eran hermosos. Sé por qué las flores eran hermosas, hermoso el cielo, hermoso el sol, turbadoras y hermosas las voces humanas.
La tierra era hermosa porque la habÃa recobrado.
Hermosa y deshabitadaâ€.
Hay en Ninguno de nosotros volverá otra pulsión dialéctica entre pasado y presente. Entre el recuerdo y el momento en que se produce ese recuerdo (y se escribe). Delbo reconstruye sus memorias sin dotar a sus páginas de una linealidad o una progresión narrativa. A pesar del avance cronológico, Delbo crea esas estampas como fogonazos: la recreación literaria de lo que sucedió es tan importante como transmitir unas sensaciones que responden tanto al momento en el que Delbo las escribe como al recuerdo que tiene de cómo pudieron ser sus sentimientos, y de los demás, entonces. En este sentido, Ninguno de nosotros volverá comparte con otras obras concentracionarias la confrontación entre la necesidad de testimoniar lo sucedido en Auschwitz, para que no se pierda en el tiempo, y el dolor que produce regresar a ello: “Hoy, no estoy segura de que lo que escribà sea verdad. Estoy segura de que es verÃdicoâ€.
Ninguno de nosotros volverá puede verse como una pieza más de un fresco muy amplio. Cada testimonio, como el de Delbo, es personal y en gran medida intransferible, pero pertenece a un conjunto de obras que luchan desde sus páginas por plasmar el horror. Para constatarlo, para que no se olvide. No es tanto explicar ni ayudar a comprender, como relatar para evitar el olvido. También comparte con algunas de ellas un sentimiento de culpa -del que ha regresado-, o, quizá mejor, de incomprensión por haber sobrevivido al horror más crudo y poder contarlo. El recuerdo de quienes no han regresado parece perseguir a Delbo, quien en no pocas ocasiones se cuestiona. Aunque celebre la vida. “Y ahora yo estoy en un café escribiendo estoâ€: la manifestación de estar viva para poder narrarlo; también la incredulidad de poder hacerlo.
Delbo concluye Ninguno de nosotros volverá con la frase que da tÃtulo a esa parte; en la página siguiente, y antes de arrancar Un conocimiento inútil, una simple sentencia: “Ninguno de nosotros deberÃa haber vueltoâ€.
Pero Delbo, lo hizo. O puede que, en el fondo, no lo hiciese del todo. Y la escritura de estos dos textos que conforman el volumen son una manera tanto de regresar para retrotraer aquello como un vehÃculo para conseguir abandonar los barracones, la presencia de las SS, los cuerpos asesinados y heridos, el hedor de la muerte. Una narración casi espectral, pesadillesca, pero demasiado real como para que los cuerpos fÃsicos no puedan sentirse en una narración de gran impacto. Por su sequedad, pero también por una emoción apenas contenida.
“Y además
mejor no creerse
esas historias
de retornados
ya nunca más dormiréis
si os lo creéis
esos espectros retornados
esos retornados
que vuelven
sin poder siquiera
explicar cómoâ€