Puede que haya más misterio o magia en aquello que hacemos habitualmente, en nuestros actos cotidianos de lo que pensamos. Observar la realidad que nos circunda con honda mirada es abismarse, aunque no lo parezca, en lo desconocido, o al menos, en lo extraño por singular. Solo asà podremos comprender el mundo, nuestro mundo. Todo está por descubrir, si bien algunos quieren pensar que ya todo está hecho y dicho. Un detalle de nuestro entorno puede proporcionarnos nuevos significados y formas según sea nuestra disposición a imaginar, a trascender esa realidad aprehendida. Y en esa otra realidad se suceden actos y señales que muestran caminos dispares por los que vivir se hace necesario. Vida y creación entonces se convierten en una necesidad.
Esto mismo es, sin más, este libro de poesÃa, Actos sucesivos, de Heberto de Sysmo, seudónimo del ensayista, crÃtico y poeta José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977), publicado por el sello editorial Olélibros. El prólogo es autorÃa del también poeta Antonio Praena, que destaca la convergencia de “naturaleza y humanismo, conciencia y oscuridad, eternidad e instanteâ€. El tiempo y el amor como protagonistas, nos dice Praena, “porque la palabra que sabe de la humidad del silencio es la que alumbra para restañar el daño del otro, y no para inmortalizarnos en un poema retratoâ€, sentencia.
El tiempo y su enseñanza en ese discurrir de los dÃas que el poeta interioriza: “Porque envejeces, crees que pasa el tiempo; / porque se oculta el sol y después sale / y las cosas ocurren o no ocurren / a intervalos de nadaâ€, en estos versos del primer poema que titula Tu vida. Es el canto del poeta, la luz de la palabra convertida en luz y esperanza, mientras el tiempo golpea incesante cada minuto de vida: “Vivir es exponerse / a la frivolidad del tiempo. / El tiempo es un vergel de probabilidades. / Si algo te ocurre es porque puede; / si ocurres sobre algo es porque / una pequeña brizna / de cada decisión es inmutableâ€. Heberto de Sysmo es aquà más José Antonio Olmedo, por cuanto su humana presencia es eco de otras voces.
Obedece este poemario a la necesidad de afrontar el tiempo en toda su crudeza, en el dolor si se quiere, cuando el poeta comienza a apreciar cuáles son las huellas que deja el transcurso de los años, si todo pasado es la nostalgia de lo vivido, de la juventud que ya no puede recobrar, de la vejez que vendrá y de la muerte como resultado final del ciclo vital. Mas en todo ese bagaje se incluye la poesÃa, el acto de la creación en su origen, ese estado de abstracción definitivo y revelador: “Y cuando aquel dolor / que dio origen a su escritura / te impulse a regresar a esos renglones, / comprobarás que debes ofrecerlo; / ya que tal vez, no a ti, / pero sà a otros muchos / será capaz de restaurar su dañoâ€.
El poeta sabe bien que “el tiempo nunca accede a sobornos†y por esto mismo advierte de su inflexibilidad, porque se ha de vivir en la esperanza de un nuevo despertar, y asà escribe: “Si vivir es saber que todo acaba, / es a partir de entonces, el momento preciso / en el que somos vida, / vida consciente de su acabamiento. (…) Si eres brasa o rescoldo incandescente / muere pensando que serás ceniza: manto nutriente de otras flores / nuevasâ€. De la observación del mundo que le rodea el poeta registra una voz aud renace, que se hace luz entre la niebla de los dÃas: “En los antepasados del lenguaje / el amor era el modo de entenderse. / El odio / pretende serlo ahora. // Aprender a sufrir es tensar la escritura. / Dejar que todo fluya es amar sin reservasâ€.
Tres pilares fundamentales contienen esta obra de Heberto de Sysmo o José Antonio Olmedo: el tiempo, el amor y la poesÃa, como asà y refiriéndose al último confiesa: “La imposibilidad de ser feliz, / me hizo poeta. / El sentirme una presa indefensa y con miedo. / Sentir hervir las llamas del coraje / y explosionar en letra de furia incontenible. // Recoger a mi madre —y sus dientes— del suelo; / que no se engañe nadie: / me hizo poetaâ€.
Apegado a la vida, sentirla, lleva a Heberto a incardinar cada acto con otro, en heredad creciente, pues al fin y al cabo, como bien dice: “Tan solo somos actos sucesivos, / la suma de momentos que ya hirieron / la anciana arcilla, el barro desprovisto / de una mente fundada por el miedo. // Sólo sé que al amar algo parece / correr a tu favorâ€.