Se esperaba con morbo el lanzamiento a principios de 2015 de la última novela de Michel Houellebecq, Sumisión, y no era para menos en un texto en el que se describe una Francia en la que el islamismo ha llegado al poder. La última provocación, pues, de este enfant terrible, eficientemente jaleada por campaña de marketing que siempre acompaña sus nuevos tÃtulos, y que esta vez venÃa ya precedida por algunos exabruptos del autor hacia el Islam (de “religion la plus conâ€, la religión más imbécil, la calificó en su momento). La casualidad quiso que el libro saliera a la venta el mismo dÃa de los atentados contra la redacción de la revista satÃrica Charlie Hebdo. IronÃas del destino, la masacre cumplió con los objetivos de la campaña de marketing, y el libro se convirtió en best seller inmediato en muchos paÃses y quizá la primera ocasión que centros comerciales del Estado español rellenaban sus escaparates con un libro en un idioma extranjero.
Más ironÃas: Houellebecq habÃa jugado a confundir entre realidad y ficción, entre persona y personaje durante la promoción de su último libro de ficción, El Mapa y el Territorio, cuando el autor desapareció sin dejar rastro. Se especuló con un secuestro por parte de una célula salafista, pero al final sólo resultó ser un ataque misantropÃa que sirvió, a la postre, para rodar un falso documental L‘enlèvement de Michel Houellebecq (El Secuestro de Michel Houellebecq). En esta ocasión, como si de la chistera del marketing hubiera sacado un dinosaurio, los hechos de Charlie Hebdo obligaron al autor a suspender la promoción del libro y a permanecer en un lugar oculto.
Además de su integridad fÃsica, los atentados también comprometieron el sentido del libro, pues a este se le atribuyó automáticamente una intencionalidad polÃtica: Sumisión no puede ser visto como otra cosa que un texto islamófobo. La sorpresa (al menos, mi sorpresa) es que no lo es para nada.
Que no lleve a equÃvoco esta previa. No se ha convertido Houellebecq en un opinólogo, sino lo nuevo de este autor es totalmente congruente con toda su obra anterior. El plano principal lo ocupa un arquetipo muy familiar a sus lectores, un robinsón de clase media de vida depresiva y sin agarraderas de tipo familiar, religioso o polÃtico. En esta ocasión, se trata de un profesor universitario especialista en el decadentista francés Joris-Karl Huysmans con una carrera académica y vida personal estancadas.
Lo que sà es novedoso es la introducción de la polÃtica como argumento. La novela se ambienta en un escenario de elecciones presidenciales el año 2022 donde los islamistas moderados y el Frente Nacional se disputan la victoria. La novela funciona, en primera instancia, como sátira polÃtica de la actualidad. Houellebecq sorprende como caricaturista polÃtico ridiculizando a la plana mayor de la polÃtica francesa, los Hollande, Valls, Bayrou o Sarkozy, en lo quiere ser un autopsia del régimen polÃtico de la V República. Pero este colapso polÃtico no es más que la pata de gallo de una crisis mucho mayor, que es la de la civilización judeocristiana occidental, telón de fondo de toda su obra.
Parece hablar Houellebecq por boca del protagonista cuando afirma que nunca se habÃa interesado en polÃtica hasta que se da cuenta que su destino personal y el colectivo se están entremezcladas. Este es, de hecho, el esquema básico de todo relato de conversión. Y de esto trata Sumisión, una novela que busca a la vez ser absolutamente actual y parangonarse con aquellos relatos de fin de siécle de los Péguy, Lautréamont, Baudelaire, y por supuesto, Huysmans. Como éste, el protagonista seguirá un camino de conversión, de la marginación hacia el establishment, que, en este caso, es el nuevo régimen islamista moderado surgido de las presidenciales de 2022 en las cuales los partidos tradicionales respaldan al partido de la Fraternidad Musulmana para seguir aislando el Frente Nacional. Una nueva provocación del autor, y la pregunta es la de siempre, cuando de posicionamiento polÃtico anida en el sarcasmo de l’enfant terrible.
Lo curioso es que éste hipotético régimen musulmán moderado descrito por Houellbecq (y detalles de un islamismo cosmético aparte) lo que hace es rescatar vÃas alternativas al oficialismo de la República francesa, aquella tradición que podrÃa representar el propio Huysmans y algunos de sus contemporáneos y que el historiador Antoine Compagnon denomina “los antimodernosâ€; me refiero a autores citados en el libro como Bloy o el anglo-francés Hilaire Belloc, un marchamo del cual Houellebecq es considerado un continuador. El presidente Mohamed Ben Abbes se inspira en ideas prácticas de estos ultramontanos para emprender reformas que resuelvan los problemas sociales del paÃs (paro, desigualdad, violencia etc.). Asimismo, comparte con ellos un principio de teologÃa polÃtica, que debe acabar por salvar al hombre moderno de la soledad y la indefensión provocados por el antropocentrismo a través de la sumisión a una regla superior absoluta. Parece, por lo tanto, como si este régimen islamista de Ben Abbes cumpliera los sueños de estos disidentes reaccionarios, y, que, por consiguiente, con quien está rindiendo cuentas Houellebecq es con el propio proyecto nacional francés. De hecho, se sorprende el protagonista que Francia sigue siendo algo totalmente identificable tras la victoria islamista: la única diferencia que puede advertir es que las chicas no llevan shorts.
Y es que no es la búsqueda de la trascendencia lo que explica la conversión del protagonista del libro, sino otro tipo de sumisión, que no es otra que la reversión del proceso emancipatorio de la mujer. Este es uno de los grandes temas de la narrativa houellebecquiana, y sobre el cual es capaz de destilar sus provocaciones más inspiradas y también, todo hay que decirlo, las más cretinas. Como en novela Plataforma, vuelve a aparecer su peculiar geopolÃtica sexual, es decir, su teorÃa sobre como en la nueva división mundial del trabajo de la era post-material, uno de los aportes de las antiguas colonias son mujeres cuya función sigue siendo la de complacer al varón. Es el patriarcado polÃgamo, no ningún vacÃo espiritual, lo que hace el Islam algo irresistiblemente apetecible para el protagonista.
Esto puede responder a una crÃtica al multiculti tolerante con la discriminación femenina en sociedades tradicionales, o a la intención de poner en jaque la identidad masculina occidental y en un aprieto moral a los lectores. Quizá sea todo eso, pero uno acaba el libro con la sensación de que al autor, al menos con este tema, se le ve convencido.
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