Entre octubre y marzo del curso 2019-2020, se desarrolló el ciclo Porque me has visto has creÃdo. El Nuevo Testamento en el arte, del cual se extraen los dieciocho textos (ponencias originalmente) que conforman el libro publicado por CrÃtica, Fundación Amigos Museo del Prado y Fundación Adey, y que es, de alguna manera, la continuación de un volumen anterior, Las imágenes de la Biblia, el cual abordaba de manera particular la relación entre las artes plásticas y el Antiguo Testamento.
Es posible que un libro como el que nos ocupa pueda ocasionar cierto rechazo entre muchos lectores: por su tema, por su extensión, por recuperar ponencias del ámbito académico -aunque sus textos resulten del todo menos áridos-, asumiéndose que se trata de un libro para interesados en las imágenes pictóricas de género religioso. Sin embargo, lo que se encuentra a lo largo de estos textos, no es tan solo una sucesión de magnÃficos ensayos, en algunos casos, además, de gran libertad expositiva y analÃtica, sino también una manera de entender sobre cómo las imágenes, en ocasiones, deben interpretarse, leerse o entenderse no de una manera literal, que también, sino como una forma de constructo basado en relatos y en narraciones que nos hablan tanto del presente en el que fueron creadas como, años después, del presente de quienes las contemplan.
El primero texto, a cargo de Karen Armstrong, resulta en muchos sentidos revelador y muy necesario. Titulado ¿Cómo debemos leer los Evangelios?, en él, Armstrong muestra la complejidad de contenido y formal del Nuevo Testamento en cuanto a reescritura o relectura de muchos elementos presentes en el Antiguo a modo simbólico, asà como pone de relieve cómo en los cuatro evangelios los mismos hechos aparecen narrados de manera diferente, bajo puntos de vistas distintos que, sin embargo, se refieren a lo mismo. Algo que, quien haya tenido una mÃnima curiosidad, no decimos formación, por conocer la Biblia, ya es consciente de ello; sin embargo, resulta necesario recordarlo no solo para comprender las diferentes variaciones a lo largo de los siglos a la hora de representar escenas bÃblicas; también para recordar que las imágenes, al hacerlo, asumÃan una perspectiva determinada que tenÃa que ver con la devoción en algunos casos, en otros con deseos didácticos, y que los cuadros devenÃan en parte de un relato mucho más amplio que habÃa comenzado antes de su existencia y que, finalmente, lo postergaban durante muchos años más.
El poder de las imágenes para dar forma visible a las palabras, al verbo, y, sobre todo, para representar lo simbólico y, en ocasiones, lo inasible, es una de las ideas fundamentales que recorren transversalmente las páginas de este volumen. Frente a las imágenes veterotestamentarias, aquellas que remiten al Nuevo Testamento poseen unas fuentes, en apariencia, menos abstractas y más narrativas; al final y al cabo, fue en él cuando se intentó crear una narración articulada que, aunque sufrió diferentes cambios, interpretaciones y adaptaciones, llega a nuestros dÃas con una imaginerÃa producto de complejos procesos que, en términos generales, hemos dado por sentado a pesar de que guardan en su interior una complejidad mayor que el uso común que solemos darles. Un ejemplo magnÃfico se encuentra en los textos que hablan de la imagen de MarÃa Magdalena, producto en ocasiones de la mezcla de tres marÃas; o los diferentes relatos alrededor de la Natividad, la Crucifixión o la Resurrección de Cristo.
Estas imágenes son contempladas en los museos o en reproducciones a partir de una sensibilidad y formación estética particular que, más allá de credos y de la fe de cada cual, hacen que cada cual pueda disfrutar de ellas de una manera. Pero bajo esas formas pictóricas se encuentra un complejo proceso religioso, histórico, social y artÃstico, es decir, cultural, que sigue manifestándose a través de ellas en nuestro presente. También, como sucede en varios textos, hay obras contemporáneas que a lo largo del siglo XX y de los años que llevamos del siglo XXI, se refieren a pasajes del Nuevo Testamento en busca de nuevos acercamientos. Pero no solo imágenes, también hay lugar para las composiciones musicales, con Bach a la cabeza, como quizá no podrÃa ser de otra manera con sus dos Pasiones, y para el cine, abriendo el discurso hacia otras formas expresivas.
Porque me has visto has creÃdo. El Nuevo Testamento en el arte pone de manifiesto los largos procesos de construcción de un relato a lo largo de los siglos y la manera en la que fue variando debido a los cambios de cada época y que, evidentemente, producÃan variaciones en los procesos artÃsticos. Y al hacerlo nos habla indirectamente de otros relatos, de otras narraciones, de cómo las imágenes son imprescindibles a la hora de entender ese proceso y, por ello, resulta necesario saber leerlas, o, por lo menos, saber cómo situarnos frente a ellas para que, cada cual, pueda establecer un diálogo con aquello que plantean. Incluso cuando son de carácter devocional, las imágenes acababan asumiendo otros discursos, proyectando otras ideas y revelando mucho más que aquello que representaban de manera figurativa. Las imágenes que aparecen a lo largo de este volumen daban forma unas palabras que se interpretaban; pero ellas conseguÃan un realismo devocional que tenÃa una fuerza diferente. Cada época imponÃa una nueva forma de representar en el que la situación de cada personaje dentro del marco era importante, ayudaban a que las expresiones artÃsticas evolucionasen y con ellas la sociedad y los individuos. Unas imágenes que partÃan de ideas abstractas, de relatos no del todo comprendidos ni documentados. Pero ellas testimoniaban lo tan solo sugerido por las palabras. Su importancia era trascendental para dar forma y sustancia a una fe. Y, aun asÃ, esas imágenes, hoy, pueden ser, y son, algo muy diferente. El ejercicio de recordar que existen y cuáles fueron los procesos para su creación resulta importante para revelar la importancia de las imágenes en un momento como el actual.