Pese a nuestra renuente tendencia a ensimismarnos frente a la pantalla, por suerte, todavÃa gustamos de rodearnos de los héroes y villanos de los libros, mujeres y hombres virtuales que, al igual que nosotros, necesitan ser oÃdos, “como en una pelÃcula de serie B. En/ el reverso: la superficie en blanco/ pintada encima – otra niña/ anulada†(Disciplina; mi traducción, al igual que las restantes). La creadora es la ventrÃlocua: explora la experiencia de dar voz a lo que no tiene nombre. ¿A quién, de entre sus muchos alter ego, responder? Múltiple y esquiva, la poeta norteamericana, residente en Reino Unido, Jane Yeh, es “mÃtica/ como esa flor especÃfica/ que ponen en las ensaladas angelinas†(Breve historia de la mitologÃa).
Se recorre a sà misma hacia adelante y hacia atrás y viceversa, en un palindrómico esfuerzo por contribuir a nuestro universal monólogo, se une a “los insectos [que] zumban en la noche, escandalosos como un coroâ€, mientras “los jardines multiplican las calles vacÃas†(Breve historia de la infancia). En su más reciente poemario, Discipline (Carcanet Press, UK, 2019), tiembla la estadounidense bajo los seudónimos; se contradice; contiene, como Whitman, multitudes (“Seamos meticulosos†reclama en Villas UtopÃa, “en el amor, como en la ornitologÃa o la danzaâ€).
Arroja la dramaturga miradas sobre lo ausente, “al igual que la fÃsica newtoniana puede predecir la trayectoria del humo que asciende del cigarrillo encendido†(PelÃculas asÃ). Representa al dar vida a los ordinarios habitantes de extraordinarias circunstancias, soliloquios fiables donde se dramatizan, irónicamente, cualidades de una narración nada confiable. Revela almas en acción a través de personajes en melodramas, seres identificables en momentos indeterminados, aunque “en/ este andrajoso y desaliñado/ Palacio, nuestras voces se confunden// como hojas que crujen†(Bar). Escuchadas las circunstancias, aclaradas por implicación, resultan o no en la comprensión de una visión diferente tan lejos de la lÃrica de Marabou (2005) como sea posible.
Combina la colaboradora del Times Literary Supplement la pública indignación con una textual riqueza. Aporta protagonistas sujetos a la modulación de sus peripecias, sus coartadas, sus declaraciones directas en objetos discretos, “su mano/ un libro con las páginas pegadas/ juntas; el mar/ un cÃrculo del que/ sale disparado†(Instalación). En Discipline, el lector es el oyente, y todos, en cierto sentido, hemos sido elegidos. La poeta de The Ninjas (2012) nos lleva de la mano a una sofisticación que solo es posible en esa red de medios masivos en los que el destinatario, como el hablante, permanece mudo.
¿Hasta qué punto es la profesora de Escritura Creativa de la Open University la responsable de su propia obra?
“La decepción que usted sin duda sentirá una vez concluido este libro es proporcional a la intensa desazón que provoca una empresa postal enfrentada a una dirección que no existe†(Reseñas de manuscritos rechazados).
Barcos de papel enviados al mundo, sus composiciones son cuestión de palabras, relacionadas o no con los hechos, material que representa tanto a la realidad como a quien la describe. Con ellas, el interlocutor revela más de lo que pretende, completa el significado de lo que dice mientras contribuye a la perdurable resiliencia de lo abigarrado. Juega Yeh con la palatabilidad de lo inefable; se declara abiertamente inflamable; parodia, nada reflexiva nuestra época de desinvención masiva; flexible, su universo, mientras nos acostumbra al impacto de lo nuevo, conforma nuestra sentimentalidad. “A veces mi rostroâ€, confiesa en Autorretrato de Nueva York en los Ochenta, “es la taquigrafÃa de un rostroâ€, revelado en forma de confesión, podrÃamos añadir, una en la que alguien irreal se dirige a un oyente que no lo es menos.