La Casa de la Infancia. Marie Luise Kaschnitz
Traducción de Rosa Pilar Blanco
Posfacio de Cecilia Dreymüller
Editorial Minúscula (Barcelona, 2009)
Hay quien ve la infancia como un agujero negro al que le resulta difÃcil regresar en su etapa adulta. Precisamente, Marie Luise Kaschnitz hizo de esa etapa vital un motivo para buena parte de su producción literaria. Los resortes que activan y modifican la memoria; el espacio moldeable y maleable de una habitación, una casa, una cafeterÃa, una calle; el viaje iniciático que conlleva cualquier experiencia vivida (no digamos cuando se trata del propio viaje) llega al paroxismo en La Casa de la Infancia (1956), una de sus piezas más complejas, elaboradas y reflexivas.
Estamos a mitad de la década de 1950. Periodo de posguerra en alguna ciudad europea. Un desconocido pregunta a la escritora protagonista si conoce la Casa de la Infancia. Nunca ha oÃdo hablar de ella. El azar le conduce, a los pocos minutos, ante la misma puerta. Parece un lugar en obras. No sabe si se trata de un museo, un centro para niños, una guarderÃa… Tampoco le presta mayor interés y sigue su camino. Pero no puede dejar de pensar en la Cedeà (tal es el nombre que le llega a dar). La curiosidad le puede. Tras varios intentos, descubre la manera de entrar y conocer qué se esconde detrás de ese edificio que parece transformarse constantemente. Tres bedeles, uno de ellos ciego, le conducirán a lo largo de varias sesiones durante semanas, en las que nuestra heroÃna contemplará imágenes de una infancia que podrÃa ser la suya, pequeñas pelÃculas proyectadas en espejos deformantes. Las visitas le generan tal adicción que ocupará las horas en un bar cercano y dejará de relacionarse con sus amigos e, incluso, con Carl, su pareja. En esa infancia recreada vivirá experiencias sorprendentes, incluyendo un primer amor.
A través de una narración obsesiva en primera persona, el personaje principal recurre al diario personal (e incluso hace referencia a otro diario del que nunca conoceremos el contenido exacto) para reflexionar en voz alta sobre todo lo que concierne a las pruebas que va realizando en la CedeÃ. En sus visiones de ese pasado reproducido a modo de visiones, reconocemos su negativa actitud hacia toda interiorización (las imágenes, casi dalinianas, y objetos con los que se encuentra, son reconocidas como ajenas, pero asumibles como propias). Que la joven haya decidido olvidar su niñez, presuntamente debido a un disgusto que la dejó sin recuerdos, conlleva a un conflicto en el que la Casa de la Infancia vendrÃa a ser una especie de PaÃs de las Maravillas y la narradora una suerte de Alicia en curiosa búsqueda de su pasado. No en vano, al comienzo del libro, una amiga le habla de la necesidad de ocuparse de su infancia en algún momento de la vida.
Kaschnitz aprovecha el relato para embarcarse en sinuosos caminos simbólicos en los que intervienen elementos crÃticos con el ser humano, como la creación de la energÃa atómica o, incluso, haciendo gala de cierta facultad visionaria, la proclamación de «Un Solo Mundo» el 1 de enero del año 2000. Respecto a su interpretación del viaje como experiencia trascendental, no incluyó a la ligera alguna referencia a Nils Holgersson, el famoso personaje creado por la autora sueca Selma Lagerlöf. Revisitar la Cedeà puede ofrecer diferentes lecturas y, a buen seguro, nuevas claves que nos hagan entender la compleja historia infantil de la protagonista.
José A. Muñoz