Apenas harÃa falta invertir, según lo veo, los términos de Historia de España contada a las niñas (Fulgencio Pimentel, 2018), el premiado libro de la inteligente escritora MarÃa Bastarós (Zaragoza, 1987), para describir sin equÃvocos el contenido de esta novela violenta, melancólica, postmoderna, por momentos rabiosa o resentida, al menos, afligida y, en todo caso, lúcida y perspicaz.
Es muy conocida aquella cita de Jean-Luc Godard según la cual toda historia debe tener un principio, un desarrollo y un final… «pero no necesariamente en ese orden». La Pulp Fiction de Tarantino asentó una doble estructura ficcional, fragmentada y desordenada, unas pautas formales de enorme éxito (y cierta recurrencia) acerca del ir y venir en el arte de contar, y yo creo que el primer acierto de Bastarós tiene que ver precisamente con la traslación reflexionada y personal de ese modelo compositivo a una serie de escenas y fisiologÃas locales muy sugerentes.
Historia de España contada a las niñas principia un verano de 1988 con el encuentro fatal de dos niñas —una de las primeras generaciones del Beratón libre de hombres— y un montañero pedófilo, a partir de ahà se suceden y entrecruzan el fondo de armario intelectual de una conferenciante comprometida, los planes de una «manada» (peligrosa metáfora naturalizada de los violadores en grupo), evoluciones y derivas de Cloe y el «Mejor Novio Posible», matriarcados sorianos, personajes como Miguel salidos del universo de inadaptables de Werner Herzog, ciervos que parecen mirar con ojos de sangre la cámara de David Lynch, prostÃbulos de carretera, veganismo, personajes y amores inmorales que podrÃa haber firmado el Thomas Pynchon de Vineland: Lucy Clark.
Historia de España contada a las niñas es, antes que cualquier otra cosa, un imaginativo e inteligente libro de ficción, es decir, una serie de invenciones que consigue entretener e interesar manteniendo una ambivalencia o una cierta vaguedad moral. Al mismo tiempo, como sucede en todo arte, la autora excita la imaginación y hace pensar, asà lo que parece a primera vista un mero fruto del azar (el secuestro de las niñas) se revela conforme avanza la novela como una constante de fondo, como un asunto estructural (un mojón en la larga carretera de la historia patriarcal), un duelo, un asunto que ha desafiado antes y que desafiará después, generación tras generación, a la mujer inteligente y sensible, en el sentido en que la sensibilidad no significa debilidad sino perspicacia: posibilidad de notar, sentir y comprender la profunda (y casi siempre estúpida) injusticia del mundo.
En este punto, un segundo acierto de la autora radica en la ausencia de victimismo, los personajes (LucÃa, Valeria, Miranda, Cloe) incluso cuando son objetivamente vÃctimas, quedan lejos de la angelización o de la idealización de los vencidos. Las niñas de la novela son seres que se reservan la capacidad de ser violentos, y lo que resulta imprescindible cuando se habla de libertad: injustos.
Narra el mito que, detenido el viento que empujaba las naves de Agamenón hacia Troya, Artemisa pidió el sacrificio de Ifigenia, es el castigo que reservaba a Agamenón por haber cazado un ciervo en la arboleda sagrada. Un ciervo es, en gran medida, el hilo conductor de estas historias en tres tiempos entre España y EEUU (paÃses exponentes de dos formas de violencia fundacional, mÃtica y alegórica muy distintas): la caza como sÃmbolo de apropiación, la mirada curiosa y el ánimo propietario de Acteón.
El equilibrio entre el mensaje y la trama de Historia de España contada a las niñas se logra con un distanciamiento irónico y desencantado que uno echó en falta, por ejemplo, en la Lectura fácil de Cristina Morales, novela con la que guarda una cierta afinidad formal (los distintos recursos de Bastarós: pantallazos de WhatsApp, pluri-narración, debate asambleario) y de fondo (digresiones sobre discriminación, Academia, conflicto de las Facultades, polÃtica y anti-capitalismo) asà como algunos perfiles Doppelgänger: de Cloe a la conferenciante Laura Añón.
Historia de España contada a las niñas está salpicada de imágenes del arte y de la imaginación, desde las pioneras de la Women Art Revolution como Miriam Schapiro a las sugerentes estampas de Axel Hartmann, Erika Chueca, Joel Meyerowitz, Mathilda Audiau, Irene Palacio, de las inquietantes fotografÃas de la finlandesa MarÃa Lax a fotogramas X-Files, a mà me vinieron pronto a la cabeza La noche del cazador de Charles Laughton, las modelos de Alex Prager, las celdas de Louise Bourgeois.
La historia que desemboca en el puticlub de la carretera de Alicante tiene algo de The Neon Demon y del Too Old to Die Young de Nicolas Winding Refn, un singular parentesco, una vecindad mordiente y en cierta forma burlona, con la narrativa de Donald Ray Pollock, y, en ese mismo sentido, con la Verdad de la que hablara John Fante. La «manada» (mejor, los violadores en grupo) actualiza el código lingüÃstico y estético de los personajes más reaccionarios de la ya casi olvidada Generación X de Bret Easton Ellis y uno observa en los márgenes de esta historia que se lee muy bien de un tiró, una hermosa afinidad con muchas narraciones hechas de música, palabras e imágenes, como la maravillosa canción Trouble in Mind tal como la hacen sonar Marianne Faithfull y Mark Isham en aquel bello film de Alan Rudolph que en España se tituló Inquietudes. Hay algo en esta novela del cine de carretera, un road trip, una road novel, en la que a veces se circula con la potencia del Ford Thunderbird descapotable de Thelma y Louise y otras con el pánico sobrevenido de una usuaria de Blablacar.
Cazadoras de manadas, antropologÃa y peyote, imágenes poéticas por la Sierra de Gredos, gasolineras, toros de Osborne, lucha mejicana y drogas de diseño, chándal de Táctel, McDonalds, Derrida y Lacan, PekÃn Express, guiones que uno imagina bajo la violenta, romántica mano de Peckinpah, el western hispano, la N-340, los no-lugares de Augé y la periferia, Lovely bones, la cementera abandonada, clubes de alterne para empresarios vacÃos y polÃticos corruptos, el bosque ardiendo asediando la urbe global.
Mientras medio planeta espera en vano la llegada de la mesÃas de la igualdad, el empoderamiento y la restauración climática, el avistamiento de un OVNI, acaso, una noche clara de estrellas, Fulgencio Pimentel ha editado un libro fresco, inteligente, salpicado de estilemas muy personales, interlocuciones indirectas, navegación en la red, provocación punk de golpe seco (The Slits), crónica de sucesos, duplicación interior (como en la Niebla de Unamuno), risas contenidas, guiños mitológicos, historia del arte y sabios recursos de estilo, novela de muchas voces y delicada atención al detalle, perfiles de Facebook envenenados, diálogos punzantes, conversaciones telefónicas con ecos del Paris-Texas de Wim Wenders bajo el aura terminal del fin del mundo.