PodrÃamos afirmar que del silencio nace la palabra. El silencio es el abismo absoluto, el blanco de la página y la palabra la luz que deslumbra al blanco y sus silencios. Por ello llama la atención que el silencio trascienda en la palabra escrita, en la voz que antecede al signo y lo precipita sobre la página hasta ocupar el lugar exacto y no otro. Ese silencio que todo lo domina en su esencialidad que arriba a pocos puertos hoy en dÃa, o lo que es lo mismo, a la poesÃa actual.
No es habitual que el poeta busque el lÃmite mismo del lenguaje en el silencio, al menos, nos los jóvenes poetas, por esa creciente vanidad de creerse principio y fin, sin que en ningún momento hayan vuelto la vista atrás para comprender que el hoy no existe sin el pasado, y que la poesÃa ha de beber siempre, irremisiblemente, de cuantos poetas nos precedieron. Hay un haz de luz para la esperanza cuando el poeta joven alcanza la madurez del verso en ese lÃmite del que hablábamos antes: lenguaje y silencio frente a frente, pura esencia de la voz poética. HabrÃa que volver al origen de la nada para entender el mundo, abismarse en la profundidad del “yo†para ser el “túâ€, la “otredad†sin más, transfigurándose, transmutándose en otra “almaâ€, en un viaje al corazón del hombre. Es aquà donde toma altura de miras la poesÃa peruana actual, y más concretamente, la del joven poeta Mario Pera (Lima, 1991), con el poemario titulado Y habrá fuego cayendo a nuestro alrededor. Un libro extraordinariamente denso, donde un solo poema-rÃo lo conforma. Es una rareza encontrar un sello editorial que publique un único poema como es el caso, a manera de la más pura tradición clásica.
En la actualidad se nos ha acostumbrado a la fragmentación del poema, a la ruptura temática y formal, de manera que una lectura como la que hay que afrontar en este libro solo satisface a quienes consideran que el poema único es un gozo indescriptible, que necesita de esfuerzo, claro, pero que proporciona con creces felicidad tanto en el lector avezado como en todo crÃtico que se precie. PoesÃa en estado puro, lenguaje y conocimiento, experiencia y emoción de lo vivido y lo por venir, desnuda, sin signo alguno de puntuación, solo la palabra en el blanco silencio de la página, remolino de sÃmbolos y metáforas, soledad y naturaleza viva en una fusión total y absoluta del poeta consigo y con el mundo. Ya desde el principio se identifica la hoja con la palabra, de tal manera que el poeta en su deseo de que no se abisme en la nada escribe:
«Impedir que la hoja caiga // no como una hoja / sino como un puñal / no como una hoja / sino como un grito».
En este denso y largo poema, único, Mario Pera desde la incertidumbre, desde la duda que le apremia se deja llevar por la corriente y el fluir de la palabra: «Porque este poema termina aquà / o mejor / no termina nunca»; asà va del poema al árbol, al agua de los rÃos o al polvo del camino, es la palabra como una hoja al viento, de vuelta a la nada, al silencio que vive dentro, al fuego de los dÃas:
«Y nuevamente / la nada // el cero rugiendo con hambre a la izquierda // pues nada es tan cierto / como saber que no soy sino el retorno / sobre las huellas de la rueda / la edad del hambre / arrojándose a los ojos de lo falso / al jardÃn que atraviesa los milenios / la infancia la respiración / todo lo que imita la ausencia / además / no existe».
El silencio se muestra en todo lo cotidiano, también en los fracasos: «Aquà no cabe nada / más que el resplandor cicatrizado / de la derrota», y sin embargo, el poeta limeño no puede dejar de buscarse en la palabra, en el poema, porque distanciado de su esencia no es nadie:
«Lejos del poema / las horas no son más que / una noche infinita / como si nos hubiéramos suicidado / sin padecer la gravedad / de abrazar una camisa de fuerza / que obliga a tragar lo hablado / del sueño / el germen del poema».
Los versos se crecen a medida que avanzamos en la lectura de este poema-rÃo, en una letanÃa de sustantivos (afonÃa, ocaso, ribera, sendero, piel, cielo, etc.), a golpes secos, desde la doliente presencia del silencio siempre:
«Allà donde duele más el silencio / el pánico se derrama / sobre la almohada».
Una cascada de nombres que se abisman en la página como agua salvadora, anunciadora de la luz y la belleza contenida en la Naturaleza, en palabras que deslumbran y sangran igualmente, se va constituyendo el discurso poético de Pera. Nada es ajeno a la observación de la realidad que rodea al poeta en la construcción de un lenguaje sólido y preciso, “letra a letra†aprehendido, presente en la memoria y el recuerdo de lo vivido:
«Desde el sonido de aquella única cuerda / del artero fantasma del niño que fui / que perdió la capacidad / de imitar el silencio / y flotar por miles de caminos / hasta abrir / la primera palabra / en mi voz / a través del cristal».
La poesÃa como ese “ejercicio que no entiende / la lengua de los hombresâ€. Por todo ello arde en el fuego de la palabra Mario Pera, preso a su tierra y el silencio. Mas hemos de saber que «Este poema termina aquà / o mejor / no termina nunca». Una libro singular y una joven y lúcida voz poética, la del limeño Mario Pera, sin duda.