Matteo Terzaghi ofrece en Oficina de proyecciones luminosas una serie de textos breves, a veces acompañados de fotografÃas, que giran alrededor de la imagen y con los que, reflexiona, desde el ensayo narrativo, sobre el pasado y el presente de la fotografÃa para situarla en un posible futuro.
“Lo que más me interesa es justamente la continuidad entre lo real, la imagen de lo real, la imagen mental de lo real y la imagen mental de la imagen de lo realâ€.
En el texto que da nombre al libro, Oficina de proyecciones luminosas, Terzaghi se imagina, piensa o sueña en una suerte de biblioteca en la que personas de todas las edades entregan fotografÃas y pueden pedir otras prestadas; él tiene que añadir una leyenda a esas imágenes bajo una sola premisa: respetar siempre la verdad. El ambiente es luminoso, tan alegre como serio, como el propio libro de Terzaghi.
El escritor italiano reflexiona a lo largo de estos textos breves, algunos simplemente párrafos, alrededor de la siempre compleja cuestión de la sobreabundancia y sobreexposición de imágenes en nuestro presente, pero también usa las imágenes como dispositivos de pensamiento e imaginación para reflexionar acerca de la fotografÃa y la imagen en diferentes contextos culturales, pensando el pasado como manifestación en nuestro presente.
Los textos de Oficina de proyecciones luminosas muestran una amplia hibridez literaria, moviéndose entre la ficción, el ensayo, los aforismos, el diario personal, la autobiografÃa y la biografÃa, la historiografÃa… Relatos, en cualquier caso, que partiendo de una imagen -presente o no de manera fÃsica en las páginas del libro-, crean un itinerario que bebe de diferentes fuentes para situarse en el lugar de un extraño flâneur de las imágenes. Mirando de cerca a Calvino con una escritura clara y directa, concisa y extremadamente cuidada, Terzaghi no busca dar respuestas, sino plantear algunas preguntas a partir de las cuales elaborar unos textos que desde lo literario den forma a lo visual, incluso cuando estas imágenes abren o cierran los textos. Terzaghi, además de ensayista, ha trabajado con el diseñador gráfico Marco Zurcher en diferentes proyectos artÃsticos y eso se hace evidente en la composición del libro: aspira a ser algo más que un ensayo narrativo para poseer los trazos de una forma literaria más amplia, más expansiva.
Aunque diferentes entre sÃ, los textos de Oficina de proyecciones luminosas poseen una construcción interna más o menos común en tanto a que funcionan a modo de cÃrculo narrativo: arrancan con una idea, impresión o comentario y cierran con ella tras algunas, siempre breves, vueltas para llegar hasta el final. En cambio, en otras ocasiones, cuando Terzaghi ofrece textos muchos más cortos, opta por todo lo contrario, por una exposición directa que invita, en su concreción, a que sea el lector el que lleva a cabo el movimiento giratorio.
La idea es situar al lector frente a la palabra y a la imagen, pensar en ambas, por separadas o relacionadas de forma directa, para reflexionar sobre la fotografÃa pasada y su proyección en el presente desde diferentes ángulos e impresiones. Y, sobre todo, reflexionar sobre la literatura y la palabra mediante el acto creativo que resulta o puede resultar de su unión. Hay en Oficina de proyecciones luminosas un deseo de mostrar la sorpresa, de indagar en lo oculto, incluso tratándose de fotografÃas más o menos reconocibles. De pensar en ellas como formas manifestadas en el presente que nos hablan del pasado en el que surgieron, de unos contextos particulares y como resultado de unos procesos particulares; pero también que su permanencia en el presente expande aquel momento y lo resitúa en el ahora. En un ahora en el que podemos pensar en ellas desde, y aquà reside quizá uno de los grandes logros de este libro, la desaceleración del presente, desde la calma analÃtica que puede extenderse en el tiempo sin la necesidad de opinar con inmediatez.
Terzaghi habla en Oficina de proyecciones luminosas de muy diferentes temas en derredor de la fotografÃa, pero sobre todo de la forma en la que articulamos nuestra mirada hacia el mundo y de la visión -incluso de la antivisión-, dado que recibimos la realidad desde la imagen y, por tanto, la manera en la que nos enfrentamos a esas imágenes condiciona, además de por otros elementos, cómo nos relacionamos con lo real.