Tras El trabajo de los ojos (Las afueras, 2019), Mercedes Halfon ofrece en Diario pinchado (Las afueras, 2021), otro trabajo en prosa que, como aquel, se mueve entre géneros para no permanecer en ninguno.
“Hay un viaje muy ansiado e imaginado, tras el cual lo que se encuentra es otra cosa. aun asÃ, o precisamente por ese intercambio, hay un relato. Todo recomienza después del fuego y la decepción. Pero queda un residuo, una ceniza, cae un polvillo dorado, como una constataciónâ€.
La narradora de Diario pinchado llega a BerlÃn, donde su pareja lleva un tiempo viviendo gracias a la beca que le han concedido para escribir su tesis. La narradora escribe este diario que, en realidad, se dirige de manera directa a su pareja: a pesar de estar compartiendo espacio, al menos, hasta un momento dado de la historia, la narradora intenta, mediante la escritura, transmitirle qué ha pasado durante el dÃa, qué ha sentido, dónde ha estado. La lejanÃa, por tanto, queda enfatizada por esos cuerpos que, más o menos, se encuentran cerca y por la imposibilidad de una comunicación que evidencia que algo está fallando en un reencuentro que nunca queda claro que se esté produciendo; no, al menos, con la plenitud que ella esperaba encontrar. Hay algo en la prosa de Halfon que resulta onÃrico que se aprecia en la mirada de la narradora. Una mirada que se corresponde con aquella de quien descubre un espacio nuevo, y casi también un tiempo; de quien parece intentar no perderse, pero ante todo busca encontrarse; de quien, en definitiva, se mueve como extranjera en un lugar que no conoce, para constatar que es una extraña para quien deberÃa ser alguien cercano.
Mediante un trabajo literario fragmentario -ya presente en El trabajo de los ojos– Halfon conduce a la narradora por un itinerario berlinés, tanto interior como exterior, en el que importa ante todo la manera en la que Halfon transforma todo en literatura. Hace de ella la única manera posible, al menos en apariencia, de poder articular todo aquello que pone en juego. Que parece poco, pero en verdad es mucho. La literatura es la que ordena mediante ese diario que, como el colchón donde duermen, está pinchado y poco a poco pierde el aire necesario para poder soportar dos cuerpos, metáfora de una relación que se hunde; no es Diario pinchado un dietario al uso de quien descubre una ciudad y se deja llevar por la fascinación del encuentro y el descubrimiento. No hay exotismo en la mirada de la narradora/Halfon; tampoco hostilidad ante lo desconocido. Hay deseo, casi necesidad, de encontrar un orden, la lógica de los pasos a seguir, y, dÃa a dÃa, página a página, fragmento a fragmento, va construyendo una narración que fluye con cierta ligereza, rehuyendo de cualquier atisbo de exceso dramático. Atenta a lo sencillo, a lo etéreo, a las impresiones profundas, pero también fugaces, ante un cuadro o ante una calle. Hay algo iniciático en la prosa de Halfon, como si ese viaje fuese un paso de rito que queda, finalmente, abierto hacia un futuro que no conocemos, pero que deja a la narradora ante ciertas certezas.
Halfon trasciende la narración realista, aunque se mueve en ella. La concreción y el sincretismo literario con el que compone su estilo impone la necesidad de decir mucho con poco; o, mejor dicho, decir lo necesario con poco. Y, además, de hacerlo apostando por un lenguaje que transmite la belleza de todo, incluso de la desesperación. Para ello, busca las palabras y las expresiones exactas no tanto para construir una realidad como para llenar aquello que está vacÃo tanto en un plano fÃsico como en otro más Ãntimo, más personal y, en cierta manera, más inasible. Ahà reside uno de los grandes logros de Diario pinchado el transformar una forma conocida y que parece anteceder territorios familiares y, sin embargo, acaba conduciendo al lector por un camino en el que la exploración de una ciudad desconocida se convierte en la exploración del lenguaje. De la literatura y la ficción -porque no importa si ese diario es real o no- para construir un mundo que hable, como a la narradora, de la necesidad de seguir descubriendo como única manera de avanzar y abandonar el estancamiento vital.