Mia Couto | Foto: Feira do Livro Porto Alegre | WikiMedia Commons

Caminar junto a seres fronterizos

En 'Tierra sonámbula', considerada una de las mejores novelas del XX, Mia Couto denuncia el sufrimiento de los conflictos bélicos

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Mia Couto | Foto: Feira do Livro Porto Alegre | WikiMedia Commons

Mia Couto escribe desde esa tierra de nadie que suponen las fronteras. Tanto su vida como su obra se han gestado en las desgarradoras contradicciones innatas a cualquier sistema colonial. Couto, de hecho, se considera a sí mismo un ser fronterizo, porque este mozambiqueño blanco de origen portugués se crio entre la influencia de las tradiciones de su tierra natal y la ascendencia de su legado familiar. Sin embargo, en ese lugar indefinido, cargado de tensiones y donde todo podría diluirse, Couto ha conseguido generar un sólido espacio de encuentro y convivencia entre ambos polos.

Mia Couto nació en Beira, en el centro de Mozambique, en el año 1955. Hijo de exiliados portugueses participó en primera persona en el proceso de independencia formando parte del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), organización que luchó contra Portugal y que se convertiría sin solución de continuidad, hasta hoy día, en el único partido gobernante. Tanto su actividad política, como la profesional, han ejercido una influencia decisiva en sus dinámicas creadoras. No obstante, ambas carreras han sido transcendidas por su oficio como escritor y pensador, siendo considerado el más importante narrador del país (ha escrito novela, cuento, poesía o ensayo) y uno de los más destacados de las letras africanas contemporáneas. Entre otras distinciones, Tierra sonámbula ha sido nombrada como una de las diez mejores obras del siglo XX en África y, en el año 2013, a Couto le fue concedido el XXV Premio Camões, el más prestigioso de la literatura en lengua portuguesa.

Tierra Sonámbula fue publicada en el año 1992, coincidiendo con el fin de la guerra civil en Mozambique que había comenzado en el año 1975, tras otros once años de contienda entre Portugal y su colonia. Estos dos conflictos dejaron un Mozambique exhausto que sigue siendo considerado uno de los países más pobres del mundo. La economía, la salud y la educación luchan aún por recuperarse completamente de aquellas catastróficas secuelas, de las que tampoco se ha librado una identidad cultural desgajada y en reconstrucción. Así pues, Mia Couto, en el momento de la publicación de la novela, había vivido más de tres cuartas partes de su vida en guerra, en una situación continua de extrema violencia e inseguridad. La trama y la atmósfera del libro reflejan ese contexto bélico, con tintes postapocalípticos, desde el inicio:

«En aquel lugar, la guerra había matado la carretera. Por los caminos solo las hienas se arrastraban, sumergiéndose entre cenizas y polvo. El paisaje se mestizó de tristezas nunca vistas, en colores que se pegaban a la boca. Eran colores sucios, tan sucios que había perdido toda la levedad, olvidando la osadía de levantar las alas por el azul. Aquí, el cielo se tornó imposible. Y los vivos se acostumbraron al suelo, en un resignado aprendizaje de la muerte.»

En Tierra sonámbula, Muidinga, un niño al borde de la muerte que estaba a punto de ser enterrado vivo, es salvado y recogido por Tuahir, un anciano que le dedica los cuidados necesarios hasta que termina por recuperar su salud. Ambos vagan por una carretera en la que se encuentran un autobús carbonizado en el cual se instalan y desde donde salen cíclicamente a caminar, en travesías quijotescas durante las cuales vivirán experiencias de todo tipo, junto a pastores que narran fábulas amor entre bueyes y pájaros, u hombres que, desoyendo a los dioses, pretenden excavar nuevos ríos con su propio esfuerzo. Pero, sobre todo, es en ese autobús donde encontrarán los cuadernos escritos por Kindzu, un joven que dejó atrás su hogar con el fin de convertirse en un legendario naparama, un guerrero de justicia y paz. En esas páginas, el autor relata su propia vida y es Muidinga el que, como si fuera un narrador de historias, se las va leyendo a Tuahir: «Quiero poner los tiempos en su mansa orden, conforme esperas y sufrimientos […] Al final de estos escritos seré de nuevo una sombra sin voz.»

Durante su viaje iniciático, Kindzu se encuentra con diferentes personajes, castigados y heridos por la dureza de la guerra, los cuales van emergiendo de sus cuadernos para poblar la realidad de Tuahir y Muidinga hasta que se termina produciendo un solapamiento entre las dos esferas. Una vez más, ese territorio fronterizo donde vagan aquello seres en busca de una identidad.

Los capítulos sobre la vida de Tuahir y Muidinga y los cuadernos de Kindzu se van alternando (en una disposición similar a la que el autor repetirá en otras novelas como Mujeres de ceniza o La confesión de la leona) para conectar de ese modo ambos espacios narrativos. Este recurso mise-en-abîme crea la unión entre un mundo de ficción y otro de realidad sin que se sepa, a medida que discurre el libro, cuál es uno y cual es otro. Una frontera donde confluyen lo mágico y lo real, donde conviven los vivos y los muertos y donde se comunican el idioma portugués y la tradición oral mozambiqueña. Porque la literatura de Mia Couto, de una profunda riqueza lírica, está poderosamente marcada por la oralidad de raíz africana. Con su particular estilo, Couto pretende recrear la lengua portuguesa hablada en Mozambique, que presenta una gramática, un vocabulario y una fuerza proverbial propia. Pero a su vez, no renuncia a utilizar un portugués culto como materia de experimentación. Rosa Martínez Alfaro, quien ha traducido otras obras del autor al castellano, afirma que sus textos «están plagados de juegos de palabras, amalgamas, neologismos, innovaciones sintácticas, recursos propios de la oralidad y de proverbios». Tal es el caso de Tierra sonámbula, que Eduardo Naval tradujo al castellano para Alfaguara y que Pere Comellas hizo lo mismo al catalán para la editorial Periscopi.

En definitiva, la primera novela de Mia Couto conforma un conjunto con fuertes ecos de la tradición oral mozambiqueña, pero donde también resuena la tradición literaria mundial. Entre otros, por ejemplo, esta obra podría emparentarse con el realismo mágico, la literatura bélica, los textos de iniciación o la narrativa épica. Mia Couto utiliza los recursos lingüísticos y los mecanismos narrativos que todas esas alternativas le ofrecen para hacerlas convivir en ese terreno fértil, situado a caballo entre mundos que dialogan entre sí, que supone Tierra sonámbula. Entre todo ello, el regusto de la poesía sobre la que se va meciendo el libro, que emerge sin aparente discordancia sobre un paisaje catastrófico y que navega sobre la profundidad existencial de sus imágenes, acabará teniendo una presencia primordial:

«Comienza entonces el viaje de Tuahir por un mar lleno de infinitas fantasías. En las olas están escritas mil historias, de esas de mecer a los niños del entero mundo.»

Rosauro Varo Cobos

Rosauro Varo Cobos. Cordobés nacido en 1982. Es pediatra y cooperante. Ha ejercido en países como Costa Rica, Perú, Sudáfrica, Malawi, República Centroafricana o Mozambique. Ha publicado artículos de opinión en diferentes medios, un cuaderno de crónicas de viaje y un libro de cuentos titulado 'El embudo' (Andrómina, 2014). Recientemente, ha publicado su primera novela: 'Plagio' (Ediciones en Huida, 2018)

2 Comentarios

  1. He leído el libro hace poco. Su artículo es muy enriquecedor y esclarecedor. Gracias.

  2. La leí no hace mucho. Ofrece un contraste entre realidad y ficción, sueño y vigilia que de alguna manera recuerda el de idealismo y realismo entre Quijote y Sancho. Magnífica esta novela que quizás represente un punto de referencia en la literatura mozambiqueña en portugués.

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