Flexible e incisiva, con un don para los giros intuitivos y las inesperadas yuxtaposiciones, la erudición felizmente ecuménica de estos ensayos se forma, como nuestra reputación, en lÃnea, marcada por el entorno, centrada en “lo insignificante, no en la trascendencia misma de una fiesta en la que no ocurre nada y todo es falso, artificio, sino en las propias lÃneas de fuga (descripciones minuciosas, desvÃos narrativos) que el argumento abre sin más, inexplicablemente, y que constituyen, en definitiva, el único objetivo. Nadaâ€. Se afana el crÃtico y poeta Moisés Mori en su complicada empresa pública: corregir los absurdos del discurso en serie amparado por nuestra omnipresencia en los medios de comunicación. Consciente de su propio reflejo, la compilación compite por nuestra atención esquiva, se prepara para el contraargumento.
Se comprimen en un mismo volumen una variedad infinita de registros, que redundan en la sensación de una lucidez comprometida, privada, atemporal; contra una precaria multiculturalidad, presa de la tele-realidad, “el doble del lenguaje, su forro y doblez, la dobladura, un inquietante vacÃoâ€, un experimento impermanente cuyo espÃritu forcejea contra los lÃmites del conocimiento. Consciente de que “el yo que se nos va por la puerta del procédé entra por la ventana de la memoria biográficaâ€, el método de César Aira y la silla de Gaspard (Krk ediciones, 2019) digrede aforÃstico: solapa las (di)secciones con energÃa acumulativa; al azar, emergen las peripecias de las prolijas disquisiciones, los motivos se acumulan “con la frialdad de quien se muestra ajeno a las exigencias de explicar, censurar, describir, comunicar; escribir con un mecanismo inventado, con un procedimiento neutro, automáticamenteâ€.
Trabaja el ensayista de Lo inmortal para reducir nuestros puntos ciegos, reniega de la mala fe patrocinada por particulares e instituciones, mientras redescubre al poeta, novelista, dramaturgo, músico y ajedrecista Raymond Roussel y su influencia en la producción del argentino César Aira (Coronel Pringles, 1949), que en su texto En La Habana, citado por el asturiano, evoca de modo expreso al autor de la novela en verso La Doublure (1987) al afirmar que “un relato puede surgir no de la imaginación o la memoria (…) sino de la ordenación y organización narrativa de elementos o “figuras†provenientes del mundo externo y reunidos por el azarâ€.
La cohesión temática a base de exámenes recapitula afloramientos personales en claustrofóbicos juicios:
“El personaje de Roussel [Gaspard Lenoir] termina como un hombre derrotado, pero nunca ha sido nada (…) mi padre, el de la última época, se habÃa retraÃdo voluntariamente, practicaba una suerte de renuncia, habÃa elegido el silencioâ€.
Sinuosas premisas culminan los registros y preocupaciones con extravagancia y moderación:
“Lo que en Gaspard es frustración y desconsuelo era en Zoreda más bien negación vegetariana, mÃstica del vacÃoâ€.
Si bien el tema aparente es la revelación interna del novelista de Locus Solus, o el anhelo de trascendencia del ensayista de Evasión y otros ensayos, el objetivo final es transmitir el colectivo empeño de la grafomanÃa, “la Ocupación del Tiempo, esa clave, – ha dicho Aira – que unifica todos los libros de Raymond Rousselâ€, según Mori.
Se trasciende, para ello, la lógica del pensamiento. Encarna el colaborador de Letra Internacional, ABC Cultural, o Revista de Occidente, el impulso de trasgredir racionamientos explÃcitos. GuÃa para una impráctica meditación, comprometida con la participación mundana, esta compleja mezcla de recuerdos (y olvidos) se mueve a través del puro entender para oponerse a nuestra manÃa de propagar excesos en cadena, nuestro virtual fetichismo, tendente a la autoexploración a través de “residuos, desechos de nadaâ€. A merced de una pertinente economÃa del intelecto, un asalto noblemente directo a la forma en que malvivimos.