La forma en que lo imposible se convierte en factible ilustra nuestras peores conjeturas. Concebidos para nuestra atribulada era neopopulista, los juegos forenses de la posmodernidad, deconstruidos por el avatar, componen un volumen no sólo impenitente, sino vengativo, en especial consigo mismo: “Con el tiempo el personaje homenajeado pasa al olvidoâ€, sostiene el interlocutor, “y el nombre, de conservarse, no tarda mucho en convertirse en una simple secuencia de letras o sonidos sin historia, en una eco amorfo, en una anécdota curiosa para aficionados de los datos históricos inútilesâ€. A base de atemporalidad, la némesis de un tiempo, el nuestro, presos, como estamos, en su red antisocial, actualizados a cada instante, entre aplicaciones predefinidas que delimitan nuestro bienestar, vÃctimas de estados virtuales que no hemos elegido.
Se afana el mexicano Naief Yehya (1963) en revelarnos lo que permanecÃa oculto:
“Yo escribo ficción, no soy reporteroâ€, aduce, “mis apuntes no están organizados de manera sistemáticaâ€.
Al recurrir a nuestros propios recuerdos, nos hace cómplices en la historia que cuenta en Las cenizas y las cosas (Literatura Random House, 2018), guÃa a través de las ficciones de la verdad, forma en que los medios y su impacto trabajan juntos para engañarnos. El narrador negocia sus elecciones, registra, documenta, cree recordar o comprende, “como escribir en una lengua muerta, renunciando de entrada a vivir en una comunidad real, rica y variada, a cambio de una utopÃaâ€; su propósito no está claro para nadie, salvo para la voz misma, que se empeña en captar lo evanescente del propio sonido.
Sobrevive el héroe a los ataques ajenos y, sin embargo, sigue sin vida, entrelazado a su narrativa de no-ficción, obsesionado consigo mismo.
“La idea de irme por sorpresa siempre estaba en mi menteâ€, confiesa, “constituÃa mi sistema de seguridad, mi último recurso, mi as bajo la manga, la válvula de escape que me permitÃa soportar horas de violencia verbalâ€.
Irónica, desarmadora o perceptiva, la prosa resultante da cuenta de todas las contradicciones en testimonios que contradicen la versión oficial. Escruta la disonancia cognitiva entre la certeza tal y como se nos presenta y la verificable falacia. Busca la trascendencia, trabaja a través de sus estiramientos, posa, mientras todo se desmorona.
Se combinan las teorÃas de conspiración con las peripecias de nuestro alter ego. “No hay nada peorâ€, argumenta, “que un escritor que siente la necesidad de promocionarse a cada paso, y que bombardea con sus libros a amigos, a crÃticos y a toda persona que se cruza en su caminoâ€. La mejor noticia es que no hay noticia, parece decirnos, y cuando la hay, es falsa. Denuncia el autor de Camino a casa (1994) las habilidades de las (no tan) nuevas tecnologÃas para presentar y potencialmente manipular la desinformación. Concluye que toda novela es, como la propia realidad, pura conjetura. Y, sin embargo, se empeña en cuestionar los ojos con los que la leemos: dónde, cuándo y qué hemos visto.
Libro dentro del libro, relato fáctico donde espejo y espejismo se encuentran. “HabÃa muchas personasâ€, concluye Yehya, “que hablaban por teléfonos celulares, otras que se abrazaban y unas más que miraban la columna de polvo que se levantaba donde habÃa estado las torres. Un hombre reÃa de forma forzada y molesta, a carcajadas que le salÃan de lo más profundo de la gargantaâ€. Maduros para la parodia, se suceden los absurdos y las humillaciones en bucle. Retrocede la crónica del Premio Punto de Partida de Cuento 1989 mientras examina las narrativas de la adicción y la recuperación en el mito del ego torturado. Se mueve en las prácticas y tradiciones de lo natural. Explora los eventos a través del avatar, roto cuando todo ha sido destrozado. Teñida del oscuro brillo de lo inevitable, la implacable inventiva de Cenizas maneja la logÃstica del impacto del pasado en un futuro increÃble.