En el último libro de Rafael Saravia, el muy recomendable El abrazo contrario (Bartleby Editores 2017), se nos propone una poesÃa orgullosamente cÃvica, confesamente combativa. Lo importante, sin embargo, es que la propuesta no cae en las limitaciones expresivas de lo que durante décadas se ha venido denominando poesÃa social, en sus obviedades y en sus torpezas. Resulta apasionante asistir a los esfuerzos de algunos autores por, como es el caso, hacen coincidir la conciencia cÃvica con el trabajo formal y el rigor estilÃstico. ¿Por qué la poesÃa concienciada habrÃa de ir asociada a la ramplonerÃa de la consigna, a estas alturas de la historia?, parece preguntarse este poemario y ofrecernos, al mismo tiempo, una plausible respuesta en forma de alternativa a tal tradición.
A menudo, más que como un arma arrojadiza, la poesÃa comparece aquà como una suerte de flujo subterráneo y subversivo que nutre la vida cotidiana, y en ese reconocimiento creo percibir el sentido revolucionario último de estos versos: “un hombre / jamás escribirá cartas // si no se supone poemaâ€. Toda verdadera revolución pasa por una revolución del lenguaje, nunca podrá venir de la mano de un discurso adocenado o normativo. Solo con una escritura autoconsciente se conseguirá remover conciencias en profundidad, más allá del impacto momentáneo y estéril al que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación. ¿Se pueden aprovechar los recursos del juego verbal, de la exploración formal, sin que nuestro supuesto mensaje cÃvico pierda credibilidad? Por supuesto que sÃ; es más: estas herramientas habrÃan de servir para hacer más memorables sus hallazgos y alejarlos de la amenaza de lo coyuntural.
Pero además de hurgar en la conciencia de nuestro tiempo, el poemario también transita otros territorios, en especial el amoroso; se trata de un amor, en cualquier caso, “sin apellidosâ€, general y concreto a la vez, persistente pero cristalizado en la intensidad del momento; un “idioma sin quebrantoâ€. Hay por último un tercer eje temático, que el propio autor reconoce novedoso en su producción, y que vale la pena considerar: la preocupación por la naturaleza, una conciencia ecológica que, como ocurrÃa con la cuestión cÃvica, se articula de modo estrictamente poético, sin soflamas, y que en ocasiones orilla hacia una atracción por el paisaje que hace vibrar la historia que esconde ese paisaje. El libro, de hecho, se articula en tres partes (Barrios de sal, Tejer fronteras y Derramas de luz) que más o menos coinciden con estos tres grandes bloques temáticos, a pesar de algunas permeabilidades.
Estamos asimismo frente a una poesÃa que, a pesar de resultar, como se ha dicho, exigente en lo formal, de contar con una considerable riqueza de recursos entre los que destacan el creativo uso de la imagen y la querencia por la paradoja, nunca pierde de vista el ansia de comunicación, una claridad expresiva esencial. Y es en esa exigente tensión donde considero que El abrazo contrario encuentra su definitiva razón de ser.
Hace tiempo que sigo a Saravia: me encanta su obra