Aquà tenemos una buena versión en castellano de uno de los libros más audaces de Stanislaw Lem, Summa Technologiae. Ya el propio tÃtulo muestra su ambición y su ironÃa pues bromea con la obra magna de Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae: tech frente a theo. De entrada, pues, un cuestionamiento directo de quién tiene la voz cantante ante lo que se va a explorar, que es todo pues en Summa Technologiae Lem se enzarza en la nada pequeña tarea de preguntarse sobre las condiciones de posibilidad de la vida, de la evolución, y del conocimiento; vaya, que su tema es “el Universo y todo lo demásâ€. Para semejante programa de trabajo Lem recurrió a la ciencia, la tecnologÃa, usó el paraguas conceptual de la Cibernética y apuró sus conexiones filosóficas. Forzó la elasticidad de los conceptos para entrever qué limites rebasarÃa la especie humana y qué otros no podrÃan sobrepasar nunca ni la especie ni los mecanismos más generales de la vida, ni sus posteriores transformaciones tecnológicas. No es una obra de ficción sino un hÃbrido entre el ensayo filosófico, el trabajo cientÃfico y la imaginación especulativa. Es exigente: no resulta fácil estar a la altura de la enciclopédica erudición de Lem en tantas disciplinas como maneja. La Summa, sin embargo, también tiene sus recompensas para los interesados en la Literatura. Cuando menos, ayuda a comprender mejor la genealogÃa de los temas de CiberÃada, Solaris, VacÃo Perfecto, La Voz del Amo, Diarios de las estrellas o Fiasco, obras donde campa a sus anchas la mirada irónica y desencantada de Lem.
La ironÃa también colorea esta Summa. Es patente, por ejemplo, en la discusión sobre las teorÃas cientÃficas y sus limitaciones, que Lem desarrolla a partir del famoso “problema de los tres cuerposâ€. En sus manos se convierte en una vodevilesca relación entre la propietaria de una pensión, su sobrino -Mr. Smith-, y una bella realquilada. La atracción romántica inicial entre Mr Smith y la huésped de su tÃa deviene una exposición cómica de las interpretaciones y fracasos de las mentes más señeras de la ciencia occidental, desde Newton a Einstein. Un auténtico tour de force con el que te desternillas de risa y, al tiempo, entiendes la crÃtica que desarrolla el autor. Por cierto, me pregunto si ese Mr. Smith serÃa el mismo de aquel relato, tan de Lem, donde se lleva hasta el extremo la ciborguización del ser humano.
El arco irónico de la Summa conecta biologÃa y cultura con sus posibles vÃas de transformación a partir de lo técnico-humano y del azar cósmico. Las ideas de información, entropÃa, proceso, control, y feedback -Cibernética clásica- guÃan las excursiones de Lem a través de enormes escalas de espacio y tiempo. Va del Cámbrico a la vida dentro de miles de millones de años; del muón hasta los grupos de galaxias y, en algún punto y tiempo entre ambos, se pasea por el conocimiento y la cultura humanos… y no humanos. Lem vuelve a su obsesión: indagar qué o quién es algo vivo e inteligente (uno de los temas de Solaris); especula qué otras vidas puede haber con seres artificiales, alienÃgenas o gaseosos, y cuestiona que la vida sólo pueda haber surgido del carbono. Con el arsenal cibernético, Lem exploró tempranamente el pensamiento de lo posthumano, podrÃa decirse.
El recurso a la Cibernética es máximo cuando Lem considera el juego entre materia e información: cómo una influye en la otra y de ambas surgen las estructuras vivas. Lem plantea preguntas y dilemas que se le presentan al querer crear una visión global de los procesos de la vida, de las sociedades (humanas o no) y de sus culturas. Juega con la evolución biológica y tecnológica. Da un papel central a la tecnologÃa en toda su argumentación. Como si fuera un paleoantropólogo del futuro, describe posibles sociedades aproximando “cultura†vÃa “tecnologÃaâ€. Con ello también pone en cuestión qué se ha de entender por ciencia y anticipa que ésta va a transmutarse en favor de la tecnologÃa:
“Un cientÃfico demanda un algoritmo, en cambio el tecnólogo es más bien parecido a un jardinero, que planta un árbol, arranca las manzanas y no se preocupa por “cómo lo hizo el manzanoâ€. El cientÃfico considera que tal abordaje estrecho, pragmático, es un pecado contra los cánones del conocimiento pleno. Parece que en el futuro ambas posturas cambiaránâ€.
Esta fue una intuición casi presciente y una crÃtica anticipada. Como predijo Lem, ahora tenemos una ciencia tan encandilada con la presión de los datos y de la información que olvida la reflexión a partir de la creación de hipótesis. No es extraño que algunos entusiastas de la «Cultura Californiana», ante el empuje de esta nueva práctica de la ciencia, anuncien el “fin de las teorÃas†y reciban crÃticas que ya apuntó Lem. Su mirada sobre ciencia y tecnologÃa es distinta a la habitual, pues da precedencia a la epistemologÃa tecnológica sobre la cientifica. Pero Lem supera esta contraposición y acaba caracterizando una ciencia distinta, un proceso de creación de conocimientos inspirado por la tecnologÃa. Desde esta perspectiva se entienden mejor algunos aspectos del proyecto narrativo de Lem. Las desventuras de Klapaucius y Trurl como “constructores†en CiberÃada puede que respondan a este construccionismo (que no constructivismo) tecnológico. Pero este recurso a la tecnologÃa/cultura resulta fructÃfero en los resultados de la propia Summa.
Escrita en 1964, Summa Technologiae anticipó la NanotecnologÃa, la IngenierÃa Genética, la Realidad Virtual -incluÃdas sus posibilidades narrativas- y la Inteligencia Artificial (el “Deep Learning†de Google debe más a la vieja Cibernética que a otras variantes más recientes). También exploró la Singularidad Tecnológica y sus lÃmites con más verosimilitud y rigor que los actuales panfletos de Kurzweil y otros.
La capacidad anticipatoria de Lem es sorprendente. Más aún, si consideramos que tuvo un acceso limitado a los foros occidentales de las áreas de conocimiento con que jugó en la Summa. Lem vivió casi toda su vida en la Polonia anterior a la caÃda del Muro. Viajó en alguna ocasión a Estados Unidos para reunirse (y discutir agriamente) con los escritores norteamericanos de ciencia-ficción (clasificación que rechazaba para su obra) de los que sólo apreciaba a Philip K. Dick. Este aÃslamiento se refleja, creo, en el propio lenguaje de Lem. Los términos que se inventa para sus nuevas realidades difieren deliciosamente de las terminologÃas que surgÃan por entonces, ahora estabilizadas. Lem habla de la FantomologÃa (algo parecido a nuestra Realidad Virtual), la Teletaxia y la Fantoplicación (una mezcla de Teleportación y Clonación, donde Mr Smith genera paradojas mil) o de Intelectrónica (Internet). Sus disquisiciones sobre las consecuencias de todas estas disciplinas parecen de ayer mismo: implicaciones de la automatización de la producción material e intelectual; de la explosión demográfica y aún más, de las técnicas para su posible control; una idea de la gestión cibernética de las sociedades que recuerda al Cybersyn de Fernando Flores y Stafford Beer en el Chile de Allende pero que anticipa la oscuridad de los puntos de control social que ahora se imponen en China, etc. La exploración que Lem hace del efecto narrativo de la “fantomologÃa†en la identidad de los “lectores†o las consecuencias de la “Intelectrónica†en las relaciones personales anticipan y aún expanden las discusiones actuales sobre los efectos los medios sociales, los videojuegos y las experiencias complejas de realidad virtual.
Pero todo futurista está limitado en algún grado por el tiempo en que vive. En las especulaciones de la Summa apenas aparecen preocupaciones sobre la contaminación, la ecologÃa o el concepto de Antropoceno. La perspectiva de género ni se plantea (al contrario, pueden rastrearse clichés misóginos). Si podemos abstraernos de estas limitaciones, Summa Technologiae sigue siendo fascinante. Su valor no reside en haber acertado en sus predicciones sino en que nos arrastra y ayuda a proyectarnos fuera de las escalas habituales. Adoptar la perspectiva de un futuro a millones de años vista invita a la reflexión humilde y rigurosa. Con ella entramos en cuestionamientos más profundos y filosóficos y nos repensamos. Que lo consigamos de la mano de una narración tan peculiar no deja de remarcar el mérito de Lem, también como escritor.