¿Conocen alguna religión actual liderada por una diosa? ¿Y alguna religión pasada? Deidades como la Virgen MarÃa, Atenea, Venus o Kali, aunque divinidades, siempre se sitúan en un rango inferior a Jesús, Zeus, Júpiter o Brahma. Personificaciones del hogar, del amor o de la muerte, con atributos muy diferentes entre sÃ, pero nunca en el puesto superior del escalafón sagrado. No en vano el 100% de religiones actuales se enmarcan en una estructura patriarcal.
No obstante, Robert Graves, (el célebre autor de Yo, Claudio) siguió la pista de una supuesta diosa suprema megalÃtica y la recogió en su extenso ensayo titulado La Diosa Blanca. Según su relato, la idea del libro nació en un rapto de inspiración durante el año 1943.
“No soy mÃstico: eludo la participación en la hechicerÃa, el espiritismo, el yoga, la buenaventura, la escritura automática y cosas parecidas. Vivo una vida sencilla, normal, rústica, con mi familia y un amplio cÃrculo de amigos cuerdos e inteligentes. No pertenezco a culto religioso alguno, a ninguna sociedad secreta, a ninguna secta filosófica; ni confÃo en mi intuición histórica si no se la puede verificar objetivamente.â€
Sin embargo, una serie de coincidencias le llevaron a obsesionarse por una diosa blanca que aparecÃa en mitos griegos, africanos, galeses, irlandeses y celtas, por nombrar algunas de las muchÃsimas civilizaciones que relaciona el autor en esta obra monumental. Se trataba de una figura femenina relacionada con la muerte, el nacimiento y la poesÃa. Una diosa triple o tres veces triple, como las nueve musas. Una y otra vez, se topaba con leyendas relacionadas con una diosa lunar, a veces maternal, a veces terrorÃfica, pero siempre situada en un lugar preeminente dentro de un panteón en el que los dioses masculinos eran amantes, hijos o esposos.
El punto de partida de La Diosa Blanca es desentrañar el significado de la Batalla de Los Ãrboles, un poema medieval galés que representaba un sinsentido para los estudiosos desde el punto de vista puramente filológico pero que podrÃa ser entendido según la perspectiva mitológica. Los árboles representarÃan las letras del alfabeto druida, que a la vez representarÃan el calendario, las estaciones y sus respectivos rituales. La batalla, pues, tratarÃa de las luchas por un cambio en el alfabeto, y por tanto, un cambio en el culto pagano y por ende, prohibido, en la Gran Bretaña cristiana de la edad media.
La investigación de Graves y sus conclusiones son enormemente sorprendentes. Nos describen una Antigüedad plagada de sÃmbolos, en las que el conocimiento se encripta para no ser descubierto por el enemigo. Impresionante, por ejemplo, cuando descifra el famoso número de la bestia 666 del apocalipsis y lo transforma en un mensaje para los cristianos perseguidos de la era romana. Como afirma J.C Mardrus en La Reina de Saba (José J. De Olañeta Editor, 2015):
“Al igual que el antiguo nombre de la diosa Roma se mantuvo oculto, y tan bien oculto que no se ha llegado hasta los eruditos modernosâ€
Los saberes, ocultos en cifras, alfabetos, árboles, y animales, se transmiten de una cultura a otra a través de migraciones, guerras, asimilaciones y transformaciones religiosas. De Creta a Stonehenge, Graves se basa en la interpretación poética de textos muy diversos y en su vasto conocimiento del mundo antiguo.
La búsqueda de la Diosa, además, representará la búsqueda de la iluminación poética como clave para interrelacionar sus numerosas interpretaciones, casi cabalÃsticas, de antiguos poemas y adivinanzas. La Diosa es el único tema poético válido, y la entrega que debe prestar el poeta a su fuerza superior es obligatoriamente total.
“El verdadero poeta debe ser siempre original, pero en un sentido más sencillo: debe dirigirse solamente a la Musa –y no al rey, al jefe de los bardos o al pueblo en general- y decirle la verdad acerca de sà mismo y de ella usando sus auténticas y apasionadas palabrasâ€.
AsÃ, en este libro encontraremos una especie de decálogo de lo que debe ser y debe no ser la poesÃa, al principio de los primeros capÃtulos y sobretodo de los finales. En ellos, encontraremos también la historia de estos poetas bardos legendarios que son capaces de hacer enloquecer con sus hechizos, asolar las cosechas, secar la leche, producir ronchas en el rostro de su vÃctima o arruinar una reputación para siempre. Poetas-brujos que tenÃan que formarse durante diez años para poder memorizar largas epopeyas e iniciarse en las artes ocultas. Graves reivindica la figura y el poder que tenÃan estos auténticos sabios frente al desprestigio en que se encuentra la poesÃa actualmente, con argumentos en ocasiones dicotómicos y nulas concesiones.
Las teorÃas poéticas y mitográficas de Graves, pues, no son en absoluto ortodoxas, pero se apoyan siempre en un análisis profundo de documentos históricos. Asà los leemos en el libro y también en las cartas que escribió contra quienes le recriminaron poca veracidad una vez publicado el volumen. A pesar de los ataques, el tiempo se ha decantado a favor del autor, pues años más tarde, la investigadora y cientÃfica Marija Gimbutas refrendará sus conjeturas con hallazgos arqueológicos que representan a la diosa en forma de estatuillas y vasijas, tal y como Graves la describe a partir de las fuentes literarias. Pueden encontrar uno de sus estudios publicados por Siruela: Dioses y diosas de la Vieja Europa.
Estamos de enhorabuena, pues La Diosa Blanca ha sido un libro inencontrable hasta que en 2014 Alianza Editorial lo ha reeditado con la traducción y revisión de su hijo y albacea Wiliam Graves. Tanto las notas, como la maquetación y comentarios del traductor ayudan a la comprensión de un texto complejo y con numerosas referencias.