«El tutú. Costumbres de fin de siglo», de Princesa Safo | Revista de Letras
Customize Consent Preferences

We use cookies to help you navigate efficiently and perform certain functions. You will find detailed information about all cookies under each consent category below.

The cookies that are categorized as "Necessary" are stored on your browser as they are essential for enabling the basic functionalities of the site. ... 

Always Active

Necessary cookies are required to enable the basic features of this site, such as providing secure log-in or adjusting your consent preferences. These cookies do not store any personally identifiable data.

No cookies to display.

Functional cookies help perform certain functionalities like sharing the content of the website on social media platforms, collecting feedback, and other third-party features.

No cookies to display.

Analytical cookies are used to understand how visitors interact with the website. These cookies help provide information on metrics such as the number of visitors, bounce rate, traffic source, etc.

No cookies to display.

Performance cookies are used to understand and analyze the key performance indexes of the website which helps in delivering a better user experience for the visitors.

No cookies to display.

Advertisement cookies are used to provide visitors with customized advertisements based on the pages you visited previously and to analyze the effectiveness of the ad campaigns.

No cookies to display.

«El tutú. Costumbres de fin de siglo», de Princesa Safo

El tutú. Costumbres de fin de siglo. Princesa Safo
Traducción de Gonzalo Pontón Gijón
Prólogo de Juan Goytisolo
Blackie Books (Barcelona, 2009)

Le roman inconnu

Erase una vez un excéntrico editor francés de nombre León Genonceaux que, allá por el año 1891, publicó un extraño libro de título Le tutu. Moeur fin de siècle, firmado por Princesa Safo y que formaba parte de un catálogo bizarro de obras de mal gusto seleccionadas con un dudoso criterio de calidad, entre las que se encontraban, para bien o para mal, Los cantos de Moldoror, del Conde de Lautréamont (pieza citada, por cierto, en el libro que nos ocupa) y los poemas de Arthur Rimbaud. Dicen que, al poco de aparecer dicha novela, Genonceaux tuvo que poner pies en polvorosa perseguido por la justicia: las demandas de autores a los que publicaba sin permiso y las deudas contraídas no le dejaban otra opción que escabullirse (el mundo editorial, que no cambia). Le tutu, sencillamente, desapareció del mapa. A día de hoy, de la edición original, se conservan cinco ejemplares en no muy buenas condiciones. Un libro maldito. El Necronomicón. Como dirían algunos, «una marranada de Francia», país que, y no es broma, siempre se ha preocupado por la higiene (¿dónde, sino, se iba a inventar un artefacto tan asumido por todos y tan poco utilizado como el bidé?).

Pascal Pia

En 1966, Pascal Pia citó la curiosa obra en un artículo publicado en La Quinzaine Littéraire. Fue la primera vez que se habló de ella desde su aparición. Debido al desconocimiento de su existencia, se comienza a sospechar en la posibilidad de que se trate  de un engaño, siendo, afirman los incrédulos, una obra escrita en ese momento. Finalmente, en 1991, una pequeña editorial de la Gascuña la recuperó en una nueva edición, confirmando la datación original.

Le roman mystérieux

Mucho se ha hablado de la posible identidad escondida tras el seudónimo  de Princesa Safo. Jean-Jacques Lefrère realizó una ardua investigación gracias a la que pudo identificar a muchos de los personajes de la novela como trasuntos de conocidos de Genonceaux. Así, el protagonista Mauri de Noirof sería álter ego del editor Maurice de Brunhoff; las madres de ambos también aparecen descritas de similar manera; Jardisse, enemigo de Mauri, encarnaría a quien en realidad era Henri d’Argis de Guillerville, autor conocido por Genonceaux y amigo, a su vez, del poeta Paul Verlaine. En base a ese racionamiento y buscando equivalencias con el entorno del editor, Pascal Pia, en el artículo citado más arriba, llegó a la conclusión de que era el propio Genonceaux quien escribió la obra, mientras que Lefrère indica que pudo ser alguno de sus allegados, escritores no reconocidos pero hábiles en su oficio.

Caca, cul, pet, pipi

La historia que se nos cuenta en El tutú. Costumbres de fin de siglo, no tiene desperdicio:

Mauri de Noirof es todo un «elemento» que pierde su virginidad en un prostíbulo para celebrar que ha obtenido el título de ingeniero sin haber estudiado nada. Al acabar su festejo, decide que necesita casarse imperiosamente, pero la única mujer que no le da asco es su madre. Mientras piensa qué hacer y dilapida el dinero familiar, se le ocurren ideas «de bombero» para hacer mejor el mundo en el que vive. Por ejemplo, hablar abreviando las palabras a una sola sílaba, con el fin de aligerar los discursos.

Encuentra a Hermine Israël, de familia judía (como se deduce por su apellido), una mujer obesa, alcohólica y aficionada a comerse los mocos. Deciden casarse, pero sin consumar el matrimonio, no sabrían cómo ni para qué, no se desean. Lo que importa es la dote aportada por la familia de Hermine. Gracias a ella, proseguirá el despilfarro. Mauri sueña un encuentro celestial con Dios, quien acaba de salir de una juerga de 700 años con los serafines. Su paraíso imaginado es una orgía interminable.

Al poco tiempo, conoce a Mani-Mina, la monstruosidad de dos cabezas y ocho extremidades (o dos mujeres en una), con la que tendrá un abominable hijo que son cuatro (imaginen, imaginen… ) a los que Mauri deberá amamantar haciendo uso de la misma técnica utilizada por su amiga la Ponedora, que da de mamar a unas culebras gracias al ingenioso invento de Messè Malou, creador también del «humanero»: un ciprés cuyo fruto son seres humanos.

Hermine propone a Mauri presentarse a la candidatura de ministro de Obras Públicas. Crea un tren de altísima velocidad capaz de recorrer 30 kilómetros en un segundo. Le hacen ministro de Justicia y, claro, él sigue «metiendo mano», como le confiesa a su esposa, quien decide tomarse unas vacaciones en un pueblucho en el que no pasa absolutamente nada… excepto en su cama.

Mauri sigue enamorado de su madre, participa en la inauguración-orgía de un burdel para eclesiásticos bendecido por el mismísimo Papa León XIII con  la finalidad de «desinfantilizar» al clero (curioso asunto en estos tiempos actuales) y organiza con su querida progenitora suculentos encuentros íntimos en los que no hay sexo, pero sí «apetitosos» manjares: sesos podridos extraídos de cadáveres y esputos, vómitos y bilis de asmáticos y ancianos. ¿En qué acaba tal desaguisado? No seré yo quien les niegue el placer de leer las últimas páginas de El tutú y descubrir el final de esta extraña historia.

Pulp, trash, freak, gore

La obra, inmoral, juguetona, absurda, paródica y desagradable no está hecha para estómagos delicados. Difícil de digerir, produce, no obstante, un curioso efecto hipnótico. La indisciplina hacia el orden establecido, eclesiástico, político, racional del infantil y caprichoso Mauri de Noirof le permite mantener una libertad que todos deseamos, sin llegar a los extremos narrados en esta ficción, por supuesto. La atracción que se siente ante lo prohibido, lo incorrecto, lo salvaje, lo animal nos arrastra hacia la pesadilla que, sin quererlo ni beberlo (recordemos que nadie pudo volver a leer el libro hasta cien años después de su presentación), se nos muestra como antecedente de muchas invenciones literarias, pictóricas y cinematográficas. Y debería entenderse así, como creación de un visionario, más que como joya de la literatura.

Podríamos citar cientos de universos paralelos al ofrecido por Princesa Safo, muchos evidentes. Y no se trata de repetir las referencias que todos citan. Sin embargo, lo que lo hace diferente al resto es el ser una rara avis en su momento y ahora, una traviesa gamberrada, el grand guignol desmesurado que se admira o se detesta.

(¡Ah!, ¿qué no me he definido? Vaya, lo siento. Me reí, me asombré, sentí asco, repulsión, terror… ¿Cuántas otras chorradas me producen semejantes sensaciones? Pocas. El tutú es la gran chorrada).

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

5 Comentarios

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Previous Story

Elias Canetti: Fragmentos de una vida

Next Story

Microrrelatos

Latest from Críticas

La memoria cercana

En 'La estratagema', Miguel Herráez construye una trama de intriga que une las dictaduras española y

Adiós por ahora

Eterna cadencia publica 'Sopa de ciruela', volumen que recupera los escritos personales de Katherine Mansfield