Guerra y lenguaje

Guerra y lenguaje, Adan Kovacsics, Acantilado 2008, 160 paginas

kovacsicsadan-guerraylenguajeDecía Joan Fuster que “la rosa, sin la literatura que le ha caído encima, no sería nada más que una col pequeña, insípida y de colores engañadores”; que hay alguna cosa –el lenguaje– que la ha convertido en la reina de las flores. El lenguaje no es, pues, un simple instrumento de comunicación ni ningún conjunto de signos arbitrarios. Desde la posición de Walter Benjamin –la del dolor, la de la guerra– el primer ejemplo según el cual el lenguaje es cosa seria recae en la afasia. Otra cosa es ya que nos lo vendan como manual de uso inofensivo; de hecho, los políticos juegan con el arte de la retórica desde tiempos de Cicerón.

A partir de los desastres y la caída de valores que saquearon la Europa central, Adan Kovacsics ha llevado a cabo un acercamiento analítico a la acción de la guerra encima del lenguaje, que llega hasta la descomposición y la disolución de éste. Para este análisis Kovacsics ha combinado el ensayo más riguroso con cuentos de ficción de una capacidad poética, alegórica y esclarecedora excelente. El resultado, Guerra y lenguaje, es un libro importante, de profundidad escrutadora y, sobre todo, de una frescura flagrante en el campo del ensayo.

El punto de partida es la caída del imperio austrohúngaro y el inicio de la modernidad, cuando el escritor se profesionaliza y se lanza a la escritura de nuevos espacios, preguntándose cómo describir aquello subjetivo cuando ni el propio lenguaje permite llevarlo a cabo. Esta idea es la que le plantea Lord Chandos a un reputado filósofo -Francis Bacon- en la famosa carta que publicó Hoffmansthal en la prensa vienesa de 1902. Una declaración que no permanece sólo en el papel: como afirma Kovacsics, “su análisis cuestiona radicalmente la capacidad del lenguaje para reflejar la realidad” en un mundo que comienza a distorsionarse. El lenguaje exterior y la interioridad se desquebrajan separándose en un momento en el que el hombre comienza a necesitar explicaciones delante de lo que se le cae encima. Una rotura que más tarde se convertirá en el nacimiento de fuerzas nacionalistas y consolidaciones de discursos oficiales (deutschnationale, sionismo…).

kovacsicswebA principios del siglo XX los dadaistas acaban cargándose al lenguaje. Pero todos estos juegos lingüísticos pasaron a tener otro pósito a partir de la Primera Guerra Mundial. Kovacsics lo argumenta a través de la escritura de Karl Kraus, que en el marco de entierro y manipulación lingüística de la época, usa el lenguaje desde dentro para atacar a los que lo degradan. Y lo consigue cuando da la voz a unos personajes discursivos capaces de decir ‘Judá pálmala’, donde la coma entre ‘judá’ y ‘pálmala’ ya no tiene lugar desgraciadamente, porque el soldado nazi es incapaz de incluirla. Cualquier forma de respeto desapareció, mientras que el lenguaje, por su parte, se relegó al cajón de la mentira (llegando hasta la guerra de Irak, dice Kovacsics) para quedarse latiendo, agonizando.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Theodor Adorno, Zygmunt Bachman y Paul Celan rehicieron el lenguaje poético a partir del cuestionamiento y la narración de lo inenarrable. La deshumanización del lenguaje la acaba narrando Kovacsics magistralmente en el relato que cierra Guerra y lenguaje cuando, ante la pregunta de cómo era la vida en el campo de concentración, la protagonista responde: “Acabo de utilizar el término ‘sensación’. ¡Qué cruel que soy! Ahora puedo usarlo; antes no”.

Ester Pino
http://pandemicaiceleste.blogspot.com

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