Un domingo de Ville-d’Avray hace referencia, en su tÃtulo original en francés, a la pelÃcula Sibila, dirigida en 1962 por Serge Bourguignon, Cybèle ou les Dimanches à Ville-d’Avray, si bien su argumento no tiene nada que ver: en ella, un ex polito de guerra se hacÃa pasar por el padre de una huérfana de diez años paseando juntos todos los domingos. Pero sà tiene en sus imágenes algo melancólico y, casi sórdido, que Dominique Barbéris traslada a su novela. En ella, la escritora francesa nos sitúa en Ville-d’Avray, una mujer, la narradora y cuyo nombre nunca sabremos, visita a su hermana, Claire Maire, en la casa familiar que tienen en esa localidad y donde vive junto a su hija y su marido. Para la narradora y su marido, quien no la acompaña, pero cuya presencia es constante a través de los recuerdos de sus opiniones, la vida ordenada, tranquila y aparentemente sin demasiadas ambiciones contrasta con sus vidas parisinas.
En un primero momento, la narradora se encuentra a una mujer apocada que vive entre sus roles establecidos de esposa, madre y trabajadora como secretaria en la clÃnica médica de su marido. Pero durante la conversación, Claire Maire comienza a relatar cómo en el pasado conoció a un hombre, algo en apariencia circunstancial y sin interés salvo que, poco a poco, su narración adquiere unos tintes cercanos al thriller. Mientras Claire Maire rememora aquellos dÃas de su vida que, hasta entonces, no habÃa manifestado abiertamente, su hermana, sorprendida por lo que está escuchando, recuerda pasajes de su infancia dado que, de repente, Claire Maire se alza como alguien casi desconocido para ella; en esos recuerdos, busca elementos que puedan revelar algo que explique cómo su hermana comenzó a tratar con un hombre desconocido sin un sentido claro de los motivos que le llevaron a hacerlo hasta que se vio introducida en una relación extraña, puede que peligrosa.
Lo que puede ser un recuerdo de un momento en apariencia insustancial, Barbéris logra trascenderlo a través de una escritura lÃmpida y concreta, en el que surge cierta frialdad expositiva que contrasta con la inquietud de la narradora, la cual nace no tanto de que aquel pasaje pasado de la vida de su hermana y de los aparentes peligros que traÃa consigo, sino la inquietud de enfrentarse a un rostro que creÃa conocer bien y que se muestra misteriosa. ¿Quién es verdaderamente su hermana? ¿Qué más oculta? ¿Qué hay bajo esa vida, en apariencia, adormecida y normativa?
En Un domingo de Ville-d’Avray, Barbéris elabora un estilo elegante y sincrético, con gran atención a los detalles y a las descripciones paisajÃsticas y atmosféricas, para conformar un espacio melancólico del recuerdo y de sus derivas, para adentrarse en un relato que bien podrÃa ser una invención de Claire Maire para reivindicarse como alguien con una vida, con unas experiencias, con algo de contar. Para obligar a su hermana a que deje de lado sus prejuicios, tanto heredados por su relación familiar como los adquiridos socialmente, y observe a su hermana de una manera totalmente diferente. AsÃ, Barbéris escribe una novela en la que el lector se sentirá intrigado por el devenir del relato de Claire Marie, pero, sobre todo, por cómo su hermana se ve inmersa paulatinamente en el cuestionamiento sobre una realidad que creÃa férrea: su propia identidad tenÃa en parte sentido por su contraposición con su hermana, sin embargo, cuando escucha la narración de algo que desconocÃa y que, a su vez, desmonta en gran medida la idea prefijada que tenÃa sobre su hermana, entonces, surge la duda.
A la par que la narradora se cuestiona su percepción, Barbéris hace lo propio conduciendo la novela hacia derroteros que, sin excesos ni giros innecesarios, hacen que el lector no sepa a qué atenerse en momento alguno. Claire Marie expone su intimidad de manera abrupta, sobre todo buscando ella misma explicar un comportamiento que no tenÃa nada malo en su base, pero que, de repente, cuando hace aparición la inquietud social, entonces, todo parece volverse peligroso y, con ello, su conducta no tanto inapropiada como vehemente e inexplicable. Su forma de vida, su clase social, queda expuesta como un constructo poco sólido, más basado en una representación que en una realidad. AsÃ, Barbéris expone el simulacro de la vida, de cualquier vida, cuando esta es conducida por los derroteros de lo establecido, de aquello que se espera de cada uno en cada momento. Y cuando, en un momento dado, se toma otro camino, por anodino que pueda parecer este, las cosas cambian. Y la narradora regresará a su piso parisino con la sensación de haber estado durante un domingo en un lugar que ha dejado, en cierto sentido, de ser familiar y reconfortante.