Parece que no existe una cultura en todo el mundo en la que los animales no tengan un simbolismo más allá de su mera existencia biológica. Incluso hoy dÃa, ya a escala globalizada, siguen cumpliendo papeles por medio de los que se pueden dar a conocer moralejas o virtudes, por lo general en las producciones animadas “para toda la familiaâ€, proyectos multimillonarios que pasan al olvido a los pocos meses de ser estrenados en los cines, pero no por eso carentes de mérito. Zorros astutos, tortugas luchadoras, gatos ingeniosos y perros leales. Qué difÃcil es no antropomorfizar, y aunque la etologÃa hace lo posible por vislumbrar lo que ocurre en el interior de esas cabezas, pues algo en realidad ocurre ahÃ, lo cierto es que mucho de lo que se sabe sobre el comportamiento y manera de los animales es conjetura y proyección.
Las aves, por pura virtud de estar cerca del cielo, son vehÃculos para sentimientos nobles, aunque el gusto de algunas de ellas por la carroña las acerca a su vez a lo más detestable de las conductas humanas.  Mientras más atrás en el tiempo se indaga, se descubre lo sencillo que era para los antepasados otorgarles un peso simbólico; es asà como nos adentramos en los tiempos del mito y las leyendas, cuando el mundo estaba recubierto de una pelÃcula mágica en la que todo era un augurio. Que entre Oriente y Occidente exista una divergencia en la manera de apreciar, por ejemplo, a ciertos córvidos, puede ser sólo reflejo de la manera diferente en que cada una de estas culturas afronta al mundo. De nuevo, puro antropomorfismo; y como bien ejemplifica Boria Sax en su libro Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo (Siruela, 2019), todo esto lo único que hace es hablar más de la mente de quienes observamos y estudiamos a estas aves.
Por comodidad, a varios les da por llamar cuervos a cualquier ave de plumas negras. Esto ocasiona pecadillos, como confundir mirlos y estorninos con integrantes de la gran familia córvida, originada hace millones de años en lo que hoy es Australia. Para ser exactos, los cuervos verdaderos son los que, por caprichos del sistema de Lineo, llevan Corvus como la primera mitad de su nombre binomial: unas cuarenta especies, que incluyen al cuervo americano y de Nueva Caledonia, a la corneja gris y su hermana negra, a las grajas y las grajillas, y una lista de variables geográficas que es mejor no mencionar aquÃ. Esto no significa que otros córvidos no compartan los mismos dotes intelectuales que caracterizan a los cuervos verdaderos. Las urracas y los arrendajos, de menor tamaño pero mayor astucia, gozan de la misma gloria y han contribuido a engrosar la rica simbologÃa los córvidos ha construido a su alrededor.
Aunque Boria Sax dedica una sección a su folclore en Asia, y entre los indÃgenas americanos, el grueso de la ponencia se ocupa de Occidente y Oriente Medio, desde Mesopotamia y el Romanticismo, hasta los dÃas un poco más banales en los que vivimos. Propone de paso un hipotético culto al cuervo, nacido en la noche de los tiempos, que pudo haberse extendido por Europa, Ãfrica y Asia durante las migraciones humanas de hace millones de años, para luego cruzar por el estrecho de Bering rumbo a América. De esa forma justifica como, a lo largo de las épocas y los paÃses, los córvidos se han identificado con la profecÃa, la longevidad y la sabidurÃa. De esa forma, el cuervo y la corneja pasaron a representar a la noche y la guerra, mientras la urraca vino a ser la campeona del estudio, la erudición y el dominio de lenguas. La naturaleza nocturna de los búhos puede ser la razón por la cual, desde la Grecia de los mitos, ha sido visto con tótem de la cultura, espÃritu guardián de sociedades secretas y esotéricas, pero incluso el menos espabilado de los córvidos muestra un grado de astucia muy por encima del búho más refinado. Tanto asà que, en algunas leyendas islámicas, ambas familias son rivales y sobre estas historias comenta Boria Sax en algunas partes del libro.
No siempre se tuvo al cuervo en buena estima. Los excesos bélicos y las pestes de la Edad Media causaron un cambio en la percepción, cuando los campos de batalla y los pueblos apestados se llenaron de carroña, joven y vieja, para ser picoteada. El graznido del cornejas y grajas, que a los romanos recordaba la voz latina cras, “mañanaâ€, pasó de lo noble a lo bajo y ruin, y su canto y presencia se identificó con la venida de la muerte. Fue en el Renacimiento cuando dio un paso alquÃmico y tomó una imagen doble. Esto se ve más claro en el arte del periodo, según el contexto en el que se encuentra al desgraciado pájaro. No es lo mismo encontrarlo en compañÃa de un Cristo crucificado, dónde serÃa un emisario de Dios, a verlo en compañÃa de una bruja, dónde no es más que un mensajero del Diablo.
A diferencia de otros tantos libros sobre asuntos ornitológicos, que tan de moda han estado en los últimos dos o tres años, Boria Sax se tomó la molestia de acompañar el suyo con una cantidad agradecida de imágenes. Desde fotografÃas hasta dibujos y pinturas, no hay manera de pasar por el texto sin detenerse en cada una de ellas. Aunque hay momentos en los que parece como si la lectura fuera tan sólo una colección de datos y anécdotas, el grueso es una apreciación muy personal por parte del autor sobre una familia de aves maravillosa. Con traducción de Julio Hermoso, Cuervo es parte de El ojo del Tiempo, la colección de ensayos que Siruela ha construido de una manera exquisita y a la que ya nos tiene acostumbrados.