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Bucear en el universo de Ali Smith

Haciendo gala de un ácido espíritu crítico, la tetralogía estacional de la escritora británica consigue aunar la literatura de trama y la literatura de estilo | Foto: CCCB

Para lectores ávidos de discursos propios, vale la pena tener en cuenta el  “cuarteto estacional” de Ali Smith, puesto que presenta una característica curiosa, y es que, más allá de que está cifrado en cuatro tomos correspondientes a diferentes estaciones, concilia en sí dos tipos de literatura en el mismo producto: por un lado una literatura de trama, de personajes, incluso de temas de actualidad, y por otro lado una literatura del estilo, de la dificultad, que conjuga voces y registros en una continuidad desconcertante, que se bifurca hacia infinitas direcciones, que sugiere más que dice. De modo que si esperamos al final de la tetralogía obtener una respuesta definitiva a todos los enigmas planteados, estamos equivocados, el sentido se multiplica en una espiral sin fin y se vuelve interrogación antes que resolución.

Así, comenzaremos con el “otoño” y acabaremos con el “verano” pero las tramas y personajes no se conjugan de manera lineal sino entrecruzada, y ya podemos olvidarnos de un final de fuegos artificiales, sino que más bien debemos conservar de alguna manera la lectura de los cuatro tomos para dibujar entre todos ellos una constelación pictórica y simbólica.

En Otoño hallamos una especie de oda a la descomposición, al paso del tiempo. Y nos encontraremos con el anciano Daniel Gluck y su vecina Elisabeth Demand, profesora de arte, y con la belleza de la amistad que se aúna entre ellos desde el pasado en la niñez de ella hasta el presente donde ella es una mujer madura y él se halla en sus últimas horas en el geriátrico. En el contexto del Brexit, los personajes se suman en el desconcierto por el presente y por dar sentido a sus vidas, y el arte aquí se deja entrever como mirada que puede todavía insuflar energía, encarnado sobre todo en la figura de Pauline Boty, fundadora del British Pop. En un ambiente crepuscular, se infiltran entre líneas vientos de esperanza, también en la persona de la madre de Demand, que inicia una nueva vida, ya con cierta edad.

Después, en Invierno, los personajes que se nos presentan son otros: conocemos la vida en su decaimiento y solipsismo, en la figura de Sophia, figura triunfadora y escéptica ya en su ancianidad, eternamente enfadada con su idealista hermana, y en el conflicto de pareja terminal entre Charlotte y Art (el hijo de Sophia), que presentan un proyecto de arte ecologista pero que adolece de falta armonía y vitalidad. Ante dicho decaimiento, el aspecto paródico recaerá en la persona de “Lux”, que viene a suplantar la presencia de Charlotte y se hace pasar por ella para el día de Navidad, por encargo de Art, para no disgustar a la madre. Y a partir de este enredo, el personaje supuestamente menor viene a insuflar luz y a reinventar las relaciones y el futuro. El tema aquí de fondo, además del artístico, será el ecologismo, a través de la figura de Charlotte y Art, donde el arte ecologista siempre va a la zaga de propuestas verbales que puedan sorprender y reactivar, y la paz, a través de la radical y subversiva Iris, activista de por vida.

A continuación, en Primavera encontramos un nuevo juego literario entre lo contemporáneo y la pura sugerencia, esta vez enmarcado discursivamente en la lógica de la posverdad y la manera como se engaña al lector / consumidor y a veces no entiende qué sucede realmente. Lo mismo le sucede al lector con la historia entre Brittany y Hall en centros de detención y respecto a los refugiados, donde cuesta saber de qué lado está la verdad y a quién hay que ayudar o evitar. Una confusión similar asuela al guionista Richard en su dedicación al cine, sus dudas morales sobre los productos que debe aceptar o rechazar, y en su recuerdo a la gran Paddy que le inspiró. Pero más allá de todo ello va emergiendo la primavera en una cada vez mayor solidaridad entre personajes y confianza de que las cosas pueden mejorar.

Finalmente, en Verano, si pensábamos íbamos a encontrar una resolución final a todo lo anterior, la sorpresa se abre de nuevo, puesto que encontramos un nuevo bloque de personajes que giran en torno a los hermanos Sacha y Robert, ella idealista, compasiva y directa, él elusivo y cínico, además de inteligentísimo y einsteniano. A través de la figura de Robert y su posterior enamoramiento, conoceremos la fuente de su cinismo, no del todo irreversible. En el desarrollo del libro podremos ver algunos entrecruzamientos de personajes y aparición de antiguos, como Charlotte y Art que de camino hacia Suffolk con otra misión artística van a parar a la casa de la familia, y las posteriores alianzas que ese encuentro supondrá; reencontraremos también el personaje de Daniel y la escena que marcó su vida en un salto en el espacio tiempo segunda guerra mundial. Todo ello nos llevará hacia una idea de riesgo y plenitud, simbolizada por el verano, donde todos los personajes se mueven hacia algún lugar, todos se hallan al borde del cambio, igual que el mundo y el planeta lo está también. Llegamos pues al vórtice del cuarteto a un mundo con mascarillas y con redes de solidaridad humana entre la preocupación por la deportación y la apertura de fronteras, el cambio climático, el futuro papel del arte. Una vóragine sin un final preciso pero que nos acompaña en un movimiento de frágil aunque indudable calidez humana.

En el “Cuarteto estacional” pues los encuentros son sutiles y fugaces, las historias de amor sutiles soplos, instantes que luego se vuelven recuerdos, las amistades lentas tendencias que se dibujan en el mapa del itinerario de cada personaje. Y hay belleza y verdad en este ir y venir, en estos retazos de historias incompletas.  Ello lo consigue especialmente Smith con su potente estilo, donde domina la yuxtaposición de elementos, el presente siempre cabalgando a lomos del pasado, los diálogos construidos entre elementos elusivos, donde el lector debe reconstruir la parte omitida y participar en el significado. Además, invaden el texto abruptos elementos construidos por una voz omnisciente llena de lirismo e ironía que no pueden dejarnos indiferentes. Así hablará del verano, por ejemplo: “Pero el verano es así. El verano es como andar por un sendero como este, encaminarse a la luz y a la oscuridad. Porque el verano no es solo una historia alegre. Porque no hay historia alegre sin oscuridad.”

Y destaquemos especialmente también este interludio en Primavera, donde despunta el ácido espíritu crítico de Ali Smith: “Queremos lo mejor para ti. Queremos que el mundo sea un lugar más conectado. Queremos que sientas que el mundo Queremos que veas el mundo a través de nosotros. Queremos que seas tú mismo. Queremos que te sientas un poco menos solo. Queremos que encuentres a otras personas como tú.”

Cerremos finalmente con este impactante inicio de Invierno, que da buena cabida de la fuerza expresiva de este Cuarteto Estacional:

«El estado del bienestar había muerto. La política había muerto. La democracia había muerto. El comunismo, el fascismo, el neoliberalismo, el capitalismo, todos muertos: el marxismo, muerto, y el feminismo también muerto. (…).

El amor había muerto.

La muerte había muerto.

Muchísimas cosas habían muerto.

Sin embargo, otras no habían muerto, de momento.»

Isabel Verdú

Isabel Verdú Arnal (Logroño, 1976) es licenciada en Filología Hispánica y Teoría de la Literatura. Ha publicado diversos artículos académicos en torno a la obra de Enrique Vila-Matas. Colabora en el Suplemento 'Artes y Letras' del Heraldo de Aragón. Ha participado en la antología de relatos 'Uno más ocho' y en 'Ixquic. Antología internacional de poesía feminista'. Es autora de la novela 'La piel de Irlanda' (Verbum, 2018). Mantiene un blog, 'De preludio y fuga'.

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