Ejército enemigo. Alberto Olmos
Mondadori (Barcelona, 2011)
La literatura de Alberto Olmos ha oscilado hasta ahora entre la querencia por la confusión entre lo literario y lo biográfico a través de personajes que uno imagina muy cercanos al propio autor y que este pareciera usar como mera máscara interpuesta (pienso, por ejemplo, en Trenes hacia Tokio o A bordo del naufragio) y el distanciamiento premeditado de un artesano que busca explorar los lÃmites de su oficio (pienso en Tatami y, sobre todo, El estatus). A primera vista Ejército enemigo formarÃa parte del primer grupo de novelas.
Siempre he pensado que a la literatura de Alberto Olmos le faltaba algo para terminar de cuajar. En unos casos por estar demasiado cerca del mero divertimento (pienso en Tatami), en otros por falta de profundidad de campo (pienso en Trenes hacia Tokio), en otros por exceso de vocación museÃstica (pienso en El estatus). Quizás El estatus fuese a mi parecer su producto literario más logrado, una obra atemporal y cerrada en sà misma, un artefacto literario que funciona como una maquinaria de relojerÃa casi perfecta. Pareciera entonces que el mejor Alberto Olmos se manifestase precisamente cuando más se aleja de sà mismo.
Sin duda en Ejército enemigo se suplen muchas de las carencias de las que hablé anteriormente. Estamos en este caso ante una obra con un contexto social e histórico claramente actual y reconocible, aunque desprovisto de referencias explÃcitas (allá quien quiera encontrar relación entre esta novela y el movimiento 15M), el personaje puede parecerse o no al autor aunque eso es algo que deja de interesarnos (a mÃ, al menos) con el transcurrir de las páginas, y el tema (esa gran palabra) es lo suficientemente ambicioso como para que el lector sienta que la inmersión en una novela de casi trescientas páginas merezca la pena. Y está bien. Todo esto está bien. Está bien que la trama simule un argumento tan de género como la búsqueda del culpable de un crimen sin esclarecer. Está bien el sexo real y virtual que aparecen en esta novela (memorables me parecen las secuencias del Chatchinko o la écfrasis de un vÃdeo porno que circula por la web, un vÃdeo que, todo sea dicho, existe, pero cuya visión no logró excitarme ni la décima parte de lo que lo hizo la narración hecha por el autor). Está bien que la cuenta de correo simbolice de alguna manera el alma del desaparecido y que Santiago, el personaje (detective, a su pesar), se recree ante su lectura con una mezcla de morbo y espÃritu mefistofélico. Y está muy bien, por último, el espÃritu jacobino que destila Santiago, un personaje nada bien pensante, polÃticamente incorrecto y con conciencia de clase, una combinación que resulta difÃcil de encontrar en las letras hispanas actuales.
Hay en Ejército enemigo intercambios epistolares vÃa e-mail que le aportan un punto dialógico a lo Belén Gopegui, hay anotaciones diarÃsticas, y hay, por supuesto, literatura. Uno detecta en esta novela las querencias no solo ideológicas del autor sino también las literarias. Uno ve algo de Gopegui por allÃ, algo de Umbral por allá… Nada que objetar. Las influencias are flowing in the wind para todo aquel que las quiera recoger y el problema es solo escoger bien y que el florilegio quede decoroso. Y ahà es donde la cosa chirrÃa un poco, porque mientras que Gopegui y Umbral consienten el maridaje en las dosis adecuadas, en cuanto MarÃas (Javier) pretende entrar en el cóctel la cosa se corta y se corre el peligro de caer en la cursilerÃa o en una incomprensible falta de decoro. Junto a frases memorables, hay otras que chirrÃan en esta novela, imágenes y comparaciones que no casan bien con tanta puta mierda que circula por sus páginas y que se podÃan haber evitado eligiendo mejor en el arsenal de la retórica. Es complicado alcanzar lo sublime cuando se habla de sexo y de las emociones más básicas sin que la cosa parezca ridÃcula. Y Alberto Olmos no siempre consigue evitar este peligro. En cuanto al retrato social elaborado a través de los personajes y, pese a la baterÃa de referencias literarias y filosóficas (muchas aparecen en forma de fragmentos en la propia novela), cabe decir que este peca de excesivamente simplista. Básicamente el leitmotiv «la solidaridad ha fracasado» se impone como una condena sobre cualquier intento de hacer cambiar el mundo, y mucho más si quien lo intenta es un niño bien que vive en un barrio pijo. Santiago podrÃa sin duda dar lecciones de nihilismo a Raskolnikov y su lección inaugural y última se resumirÃa en que todo es una puta mierda porque nada se puede cambiar, y viceversa.
Para ir concluyendo… Ejército enemigo es una obra ambiciosa, atravesada por multitud de riesgos (hablo de riesgos literarios), no todos bien solventados (el estilÃstico me parece uno de ellos), una obra polÃtica no correcta y -por y a pesar de todo ello- necesaria.
Javier Moreno
http://peripatetismos2.blogspot.com
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