Estoy harto de tu vida: «Pasado compuesto», de François-Marie Banier

Pasado compuesto. François-Marie Banier
Posfacio de Luis Aragon
Traducción de Luis Blat
Libros del Silencio (Barcelona, 2010)

Yo pedí este libro porque la cubierta me pareció muy bonita. La foto de un rostro joven evidentemente francés, el pelo revuelto, formas andróginas y piel de aspecto suave. La mirada abarca una ancha franja y es despiadada. Vi la cubierta y pedí el libro. No reparé en el título ni en el nombre del autor. Hay libros que queremos porque nos han mirado, y leerlos ni siquiera nos resulta necesario. Pero…

“Un verano terrible. Un otoño terrible. Y un silencio terrible. Un silencio que nada podía erosionar. Palabras entre sordos. Miradas de ojos vacíos. Habían conseguido librarse de aquello”.

La foto representa al autor, que se llama François-Marie Banier. Tenía unos 20 años cuando se cerró el obturador. En la solapa, otra foto suya: el pelo ha desaparecido casi totalmente, la juventud se ha replegado en profundas arrugas e incluso la mirada y el rictus parecen menos mortales. El demonio, con los años, parece transformado en un pobre diablo. Pero ¿quién es? ¿Quién ha escrito Pasado compuesto? Nació en 1947 y escribió este libro con 23 años. Malditos franceses…

“¿Leer a Proust? ¡Eso sí que no! Lo tenía reservado para más adelante, para cuando se hiciese vieja o se quedase paralítica”.

Pasado compuesto gira en torno a un personaje vivo, a uno muerto y a otro que penetra en el pantano de espectros y, finalmente, sólo quiere sobrevivir. Conoces a una loca y te enamoras sin solución. Todo cuanto es bello al comienzo, todos los arañazos del amor, pasan de caricias a heridas con el paso del tiempo. Pero las heridas no son sólo para sangrar. Por ellas se comparte el veneno. De qué va esto: Olivier fue devorado por el amor de su hermana Cécile. Se amaron un verano. Follan, dos hermanos, en estas páginas. Uno vuelve a la cubierta: ¿Olivier o Cécile? La belleza enfermiza del texto suplanta a la foto de cubierta. Treinta páginas de contagio. Treinta páginas de enfermedad.

“Tras la primera noche, decidieron recluirse. Cécile compró provisiones para un mes. Olivier cerró los postigos, las puertas; por fin la vida les pertenecía. El único contacto que tenían con el mundo exterior era el mar: lo escuchaban”.

Pero el incesto empuja al poeta Olivier al suicidio (y digo ahora: pocos suicidios habré leído tan bellos, tan poéticos, tan hipnóticos). Cuarenta páginas. El pasado está ya compuesto y Cécile, que no ha escapado, que no ha pedido como su hermano ayuda a la amnesia del mar, sufre. Vive en una casa donde nadie sabe o quiere ayudar, donde no se puede hablar de Olivier. La madre y el padre son papel de pared y Céclile vaga sola, se acoraza, ante la mirada penetrante del narrador se convierte en un monstruo perfecto. Aparece François, un joven guapo, pedante, simpático. Cécile resucita en él a Olivier y François se deja: ella es una loca que resplandece de voluptuosidad. Uno deja de mirar la cubierta, sólo pasan las páginas, una tras otra, como olas mortales.

“Cécile tenía la impresión de haber acumulado las ruinas”.

Pasado compuesto es una obra maestra. Es la segunda que leo en Libros del Silencio, me preocupa esa S de tinta, me preocupa esta lista de títulos. La otra fue El afinador de habitaciones de celso castro. Los dos libros tienen algo que ver, aparte del mar, aparte de la ansiedad. Pero quedémonos aquí y ya volveremos a Castro más adelante, en otra lectura, en otra crítica. Ésta es una novela en la que el egotismo de Cécile conduce al delirio. Es un itinerario muy preciso de una de las desgracias más comunes de la humanidad: el espejo carnívoro. Aquí está, aquí está lo que presentíamos: de mirarse en el estanque quedó Narciso convertido en flor. Enganchada a los engranajes que componen el pasado, Cécile, que es solamente Cécile hacia atrás, Cécile en la resaca, mira al presente con ira y al futuro con delirio. Banier supo verlo tan joven y supo escribirlo. Aquí está diseccionado el egoísmo con una pulcritud de mármol, pero esta estatua canta. Me dijo Juan Carlos Suñén que la poesía sólo sirve para, usando las palabras del lenguaje, armar palabras donde el lenguaje olvidó ponerlas. Cécile es el poema del egoísmo. No se puede escribir mejor sobre este infierno.

“¿Acaso mi vida es divertida? Dime lo que hay que hacer. Todo esto es culpa mía. ¡Dime lo que hay que hacer!”.

Pero nada se puede decir a quien está sordo de su propia voz.

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

(Águilas, 1985) es escritor y crítico literario. Autor de la novelas "Siberia" (El olivo azul y sigueleyendo, Premio Tormenta Autor Revelación 2012), "La conjetura de Perelman" (Ediciones B, 2011) y "Ajedrez para un detective novato" (Algaida, 2013), con la que obtuvo el Premio Ateneo Joven de Novela; ha editado la antología "Mi madre es un pez" (Libros del Silencio, 2011; con Sergi Bellver), coordinó y participó en la antología de relatos "Sobre tierra plana" (Gens ediciones, 2008) y en la actualidad prepara varios proyectos editoriales. Lleva la sección "España is not Spain" en El Confidencial, y tiene otro espacio propio de entrevistas, ¿Puedo tratarle de usted?, en la revista Primera Línea. Escribe habitualmente en la sección de cultura de la revista Tiempo y participa en multitud de webs de crítica literaria. Dirigió durante dos años El Crítico, boletín de ensayo literario creado por Juan Carlos Suñén.

2 Comentarios

  1. Me ha encantado, me ha enganchado!!
    Yo también soy de comprar libros (y discos) porque la portada me llama la atención pero en esta ocasión Juan y sus críticas (en las cuales empiezo a confiar ciegamente) me han tocado… Ya tengo autorregalo para Reyes, oh yeah! ; )

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