Una de las sensaciones más extraordinarias que puede llegar a experimentarse es la del arrebatamiento. Es una experiencia casi siempre espontánea, otras veces producto de una larga cadena de coincidencias o razonamientos, pero siempre marcada por un sentir de grandeza del espÃritu y ligereza del tiempo. Los arrebatamientos pueden ser mÃsticos y filosóficos, o frÃvolos y banales. Uno puede sentirse elevado tanto por la presencia de lo divino en el silencio de un claustro, como por la aparición repentina de un burdel durante el paseo de domingo. También por el arte y la literatura, las montañas y los océanos, o por cuestiones tan mediocres como la polÃtica o los sentires nacionales.
Emanuel Moraga, protagonista de Otra novelita rusa (Minúscula, 2019), no puede evitar ser una vÃctima más de esta última categorÃa. Consciente de su excelencia como jugador aficionado de ajedrez, decide una tarde a inicios de los 90s abandonar los frÃos de su Punta Arenas natal por los de Moscú, todo con la vaga idea de derrocar a sus sofisticados campeones en el juego y establecer asà la supremacÃa de Chile por sobre la de Rusia. De paso también acabar con el comunismo soviético, ¿qué importa que ya estuviera muerto?
Gonzalo Maier (Chile, 1981) muestra los fines a los que ciertas personas podrÃan estar dispuestas a llegar, siempre y cuando su locura sea deliciosa. Y qué deliciosa puede llegar a ser la locura, en especial si todo alrededor parece indicar que las fantasÃas y convicciones son ciertas. Emanuel Moraga se pasea por un Moscú aislado del mundo, tal vez no muy diferente a Punta Arenas, allá en el sur chileno. Un lugar en ruinas que bien podrÃa ser escenario de una historia postapocalÃptica, entre grandes hoteles abandonados y bloques de vivienda deprimentes, entre los recuerdos de un pasado imperial y las utopÃas de un futuro colectivista.
A pesar del marcado sentir dictatorial de su protagonista, Gonzalo Maier aprovecha sus experiencias e impresiones moscovitas para hacer brevÃsimas observaciones sobre capitalismo y comunismo, las sutilezas culturales que marcan las diferencias y similitudes entre la gente, el ajedrez y la guerra, esa guerra que es el estar vivo en este planeta. Emanuel Moraga se descubre a él mismo como un latinoamericano bigotudo y adinerado, con pelos que salÃan de sitios de donde precisamente no salÃan pelos, entre eslavos plagados por el hambre y que podrÃan ser fisgones al servicio de las mafias, pero qué bien se lo pasa jugando con ellos en un parque en el Paseo Tverskoy.
Fiel a su nombre, Otra novelita rusa se lee en un par de horas, o menos, pero se presta a múltiples visitas. Tal vez no será raro quien la lea dos veces más durante la misma tarde. Gonzalo Maier, que además es profesor y columnista, pertenece a la tradición de lo breve. Ya ha declarado en entrevista a El Diario que no le agrada hacer perder tiempo al lector, pero es difÃcil considerar perdido el tiempo invertido tras los pasos de Emanuel Moraga. Sus otras novelas fueron escritas bajo el mismo principio rector. Ahora lo único que queda es esperar la aparición de más de sus novelitas.