Tatiana Goransky | Foto: Alejandro Meter

El cuerpo ajeno, territorio de guerra o de deseo

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Tatiana Goransky | Foto: Alejandro Meter

“Hay que ver cómo se sobrevive después de que te quedás sin lo que te prende fuego”, dice la Turca, criminóloga, con un desánimo similar al que siente cuando inspecciona un cadáver en el tanatorio. La vida y la muerte de los personajes de Quisiera amarte menos, sexta novela de la escritora argentina Tatiana Goransky, se condensan en estas palabras elegíacas. Julia, Juan, Clara, Vera, Ricardo, la propia Turca, todos se dejan las vísceras y el alma para entregarse al ser amado, para conquistar el cuerpo ajeno, y en esa campaña bélica atravesada de suspiros, violencia y fluidos sucumben a la acechanza del deseo no correspondido, de la soledad sin paliativos.

En Quisiera amarte menos hay sexo, mucho sexo, y sin embargo no es una novela erótica; hay crímenes —desmesurados, obscenos—, pero no es una novela negra. Son testimonios de relaciones insanas, de individuos que confunden el apego con el amor y la lujuria con la pertenencia. Es la historia de Julia, una mujer que acepta hacer jirones su dignidad para entregarse a los designios del omnipotente Juan, para someterse a la voluntad de su amante, y así, además de entregarle un corazón vapuleado, intentar procrear a una edad en la que el cuerpo femenino es ya un terreno yermo. “Mi cuerpo era suyo —admite Julia—, yo ya no podía reconquistarlo”. Es también la historia de Juan, quien no se considera omnipotente sino que, a su manera, desde su punto de vista, lo que pretende es ofrecerle a Julia cariño y protección, ya que cree haber encontrado a la mujer que siempre había esperado tener. “Yo sólo quería abrazarla —dice—, consolarla, quererla bien y que tuviéramos un hijo juntos, uno al que nadie pudiera lastimar”. Entre ambos está Clara, pareja de Julia, que, atacada de celos, está dispuesta a cometer las peores bajezas para mitigar el despecho provocado por el engaño.

“Si yo no era su dueña —dice Clara—, no era nada”.

Los discursos de estos tres personajes se complementan y se contradicen, revelan fantasmas propios y facetas desconocidas del carácter del otro, lo que demuestra cuán distorsionada puede ser la visión del propio yo, y cuánto pueden alejarnos del mundo real las pasiones desmedidas y el ancestral miedo a la soledad.

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Pero hay otro triángulo en esta urdimbre, que, si bien es menos salvaje, también está gobernado por silencios e interferencias: es la relación protagonizada por la Turca, Ricardo y Vera. La primera, pese a sentir una extraña atracción por Ricardo —un detective de aspecto repulsivo—, es el personaje que mejor ha aprendido las reglas del juego: “Y adentro de mi cuerpo dejaba algo parecido a esos escupitajos que te liberan el pulmón para seguir fumando. Eso era todo. Yo era una escupidera, pero para mí estaba bien”, confiesa la Turca sin despeinarse, tras el encuentro con un amante ocasional. Ricardo, por su parte, no corresponde a los devaneos de la Turca porque desprecia la vulgaridad de las mujeres atractivas; Ricardo no busca sexo, él clama ternura a gritos, es de aquellos capaces de cambiar un buen polvo por una caricia. Vera irrumpe en su vida en el momento preciso: se trata de una joven pueblerina perdida en la gran ciudad que, pese a su obesidad y a lucir una incipiente joroba, termina siendo el cuerpo receptor de los urgentes deseos de Ricardo. Vera, como la Turca, también acepta las reglas del juego, aunque a su modo: “el destino de las mujeres poco agraciadas —asegura— es el de resolver lo que las otras, ocupadas en coqueterías, no pueden ver”.

Estas seis fichas juegan su partida sobre el tablero de una Buenos Aires que imaginamos con luces bajas y faroles rotos, con calles encharcadas y un perenne sonido de sirena de ambulancia de fondo. Las voces de cada personaje, cada una con su propio registro, rebotan en las esquinas de la ciudad y unas veces suenan rabiosas e inclementes, como alaridos que desgarran la garganta, otras son caricias que ofrecen algo de aire a tanto apasionamiento.

Goransky, autora que entre otros géneros ha incursionado en el erótico y la novela negra, propone aquí un camino intermedio, y al hacerlo asume un valiente salto al vacío al desacralizar y vincular temas como la violencia de género, la maternidad y la sexualidad. Quisiera amarte menos es una novela que excita y abofetea, corta como polvo de zaguán, profunda como amor sellado a sangre y saliva, inmensa como nombre gritado en el duermevela.

Franco Chiaravalloti

Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979) Reside en Barcelona desde 2003, ciudad en la que cursó sus estudios de posgrado en Literatura Comparada. Vivió en Argentina, Italia, Inglaterra y Kenia. Especialista en narrativa breve, desde 2010 imparte clases de cuento y microrrelato en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès. Ha publicado los volúmenes de relatos 'Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente' (Hijos del Hule, 2009), 'Esos de ahí afuera' (Talentura, 2015; edición argentina de Baltasara, 2020) e 'Insular' (Tres Hermanas, 2020). Además, ha colaborado en numerosas antologías de narraciones breves e hiperbreves, tanto en España como en Argentina. En 2019 formó parte de la comitiva que representó a Barcelona en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

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