Vivimos un tiempo extraño por irreflexivo y laxo. La sociedad actual se caracteriza por la banalidad en casi todos los ámbitos de la vida. Y la literatura no podÃa ser ajena a esta circunstancia, a esta corriente que nos arrastra, si no ponemos remedio, al abismo. Escribir se ha convertido en un acto mecánico, carente del más mÃnimo respeto a la tradición y a los valores inherentes al hecho en sà de la creación, que no son pocos. Todo vale si al final el nombre queda estampado en la portada de un libro. No existe filtro alguno, todo es publicable, aunque transgreda las normas más elementales que debe reunir un texto. Ya no existen editoriales que se arriesguen a publicar un texto si antes el “escritor†no abona la parte correspondiente, es decir, no se autofinancia dicha edición. Y asà nos va, claro.
Afortunadamente, alguna vez nos encontramos con agradables sorpresas, como es el caso del libro Las flores suicidas, de Juan Herrezuelo (Palencia, 1966), si bien reside en AlmerÃa desde 1978. Reúne su autor en este libro cinco magnÃficos relatos, y no es extraño pues a pesar de que Juan Herrezuelo no es un autor muy prolÃfico, si es cierto que su obra publicada hasta ahora es de un enorme interés y calidad, como asà lo demuestran su novela El veneno de la fatiga (1999), con la que Muñoz Molina distinguió al decir: «Nna vehemencia narrativa llena de belleza», y dos libros de relatos: Desde el lugar que me oculto (1991) y Pasadizos (2011). Con la narrativa de Juan Herrezuelo nos llega un aire fresco pero con una gran influencia de la tradición literaria española, también anglosajona.
Gusta Herrezuelo de la formación de una estructura narrativa coherente, construyendo asà un gran armazón que sostenga el relato hasta su conclusión. No se le escapa a Herrezuelo la importancia de la observación y la descripción narrativa como espacios singulares donde hospedar a los protagonistas de las historias y desarrollar asà una narración que en ningún momento pierda esa tensión tan necesaria para que el lector no desfallezca y abandone antes de tiempo la lectura. Herrezuelo conoce bien los tiempos y las diversas técnicas narrativas. Su discurso siempre se basa en la observación y posterior reflexión sobre todo aquello que le rodea, sean unas palomas de un parque o un crimen, de manera que la realidad pueda trascender en ficción y viceversa, en un juego de contrarios capaz de mantener la tensión del discurso narrativo y la atención del lector de principio a fin.
Herrezuelo es un potente narrador, que no se conforma con poco, que en su tremenda y vital pasión por la literatura nos muestra los mundos más dispares, con tal esencialidad y belleza que no es baladà afirmar que nos hallamos ante un escritor de raza. Cinco relatos, como se ha dicho, conforman este libro que, lamentablemente, quedó solo como candidato a finalista del Premio AndalucÃa de la CrÃtica correspondiente a los libros publicados durante 2017, pero que no resta valor alguno a las extraordinarias narraciones que lo contienen. Hay que decir, en honor a la verdad, que todas estas narraciones son de una actualidad rabiosa, y que en cada una, el universo creado por su autor está circunscrito a una realidad que maneja que sabidurÃa narrativa hasta el punto de dejarnos con un sabor agridulce, consecuencia de esa trascendencia de lo real en lo imaginario, de esa capacidad para adentrarnos tanto en los personajes como en el paisaje desolador presente y futuro para cuantos habitamos el planeta Tierra.
Cinco relatos que nos abren las puertas a abismo individual o colectivo en el que nos sitúa Herrezuelo dependiendo de la historia que se cuenta. En el primero, el desengaño de lo aparente, en el caso de las palomas, la soledad como eje central: «…el número creciente de palomas se correspondÃa con el número creciente de personas que se sentÃan solas»; los miedos, la derrota, como la que abriga un desempleado cualquiera, en el segundo relato:
«VomÃtalo todo, aunque sepas que es solo rabia, que el fracaso no se expulsa, el fracaso permanece ahÃ, el fracaso y el miedo y las cenizas por dentro es lo único real».
El juego de identidades que produce la realidad y la ficción, en el tercero; el retrato de una sociedad pacata e insensata y la personalidad laberÃntica de un presentador de radio, el cuarto; para concluir con el que es, sin duda, el relato central de da tÃtulo a este libro: Las flores suicidas, el más extenso y el que nos lleva a reflexionar más profundamente sobre la que será, si no somos capaces de evitarlo, la crisis más grave para la humanidad, y que nos puede llevar a la mayor de las catástrofes: la destrucción del planeta, consecuencia del cambio climático que ya es una realidad, pero narrada de forma tan sutil como magistral, donde se nos muestra la fragilidad de la humanidad a través de un viejo profesor acusado de asesinato que no hace sino preguntarse sobre el arte, el pensamiento, la filosofÃa para concluir con la única certeza posible: que de seguir asà la humanidad se autodestruirá en breve. Con una prosa lumÃnica Juan Herrezuelo se constituye en un valor en alza como cuentista y narrador, un escritor a destacar dentro del panorama literario español.