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De la dictadura de la economía de las apariencias

En el ensayo 'Atención radical', Julia Bell nos plantea una reflexión acerca de nuestra realidad digital como consumidores de información | Foto: Alpha Decay

Julia Bell estructura Atención radical (2021, Alpha Decay) a través de textos cortos, casi a modo aforístico, donde intercala noticias reales, experiencias personales y reflexiones teóricas y ensayísticas. Con esta elección, Bell parece, no sabemos si irónicamente, apuntar hacia el fragmento y hacia la imposibilidad de que el lector actual sea capaz de leer un ensayo largo, más elaborado, sin perder el hilo y la atención cuando debe hacer el esfuerzo de seguir un hilo argumentativo complejo que exige no solo atención, sino también un mínimo esfuerzo intelectual. Es, por ejemplo, la tendencia actual de muchos medios de comunicación digitales cuando establecen extensiones breves bajo el supuesto de que los lectores poseen una limitada capacidad de atención y que, por tanto, la información debe ser entregada sin atisbo de elaboración o creatividad alguna; pequeños formatos que, a su vez, conducen a un consumo rápido de esa información para rápidamente pasar a otra y que nada permanezca mucho tiempo. Un proceder que esconde, bajo ciertas capas seudo teóricas, intereses claros o velados que ayudan a la transmisión de ciertas ideas -e ideologías, que no es lo mismo- de manera más rápida y directa. También ayuda a ejercer un mayor control sobre los usuarios, quienes parecen haber abrazado con total alegría un sistema que es cómodo e integrador.

Sin embargo, Bell usa con inteligencia esta estructura, dado que impone al lector la necesidad de llevar a cabo un trabajo de conexión entre las diferentes partes breves. Todo se entrelaza: las experiencias personales de Bell, quien se autoevalúa como usuaria, las noticias que elige para crear diferentes contextos, y las reflexiones teóricas que expenden lo anterior, conforman un conjunto menos desestructurado de lo que puede parecer en un primer momento. Hay un caos aparente, pero en sintonía entre las partes y perfectamente cohesionado tanto en forma como en fondo, que nos conduce a través de un presente -además, muy actual, dado que la pandemia y el confinamiento es parte fundamental de Atención radical– asentado en nuestra dependencia hacia una tecnología que es fondo y forma de un control en el que los cuerpos y las mentes han quedado desligadas de la realidad.

Alpha Decay

Atención radical se suma a ensayos recientes que alertan sobre el control que ejercen sobre nosotros las grandes corporaciones bajo el mantra del algoritmo como unidad organizativa de gustos en el seno de una falsaria idea de democratización de la red. Sin embargo, gracias a que Bell se sitúa en el centro del ensayo desde una postura crítica sobre su relación con las tecnologías y los dispositivos que las albergan, devenidos estos no solo en plataformas/puentes para acceder a la tecnología sino también en mensajes en sí mismos, su ensayo adquiere una mirada doble: por un lado, cuestiona a quienes llevan a cabo esta manipulación; por otro lado, hace que nos cuestionemos a nosotros como usuarios y como parte fundamental para el sistema creado. Víctimas a la vez que verdugos. La paradoja actual: no podemos salir de la dinámica, a la vez que, quizá, no queremos hacerlo.

Pero donde quizá se encuentra el elemento más interesante del ensayo no está tanto en esa atención desviada y manipulada, sino en cómo Bell habla de los cuerpos virtualizados y capitalizados. Para Bell habitamos una realidad física cada vez más condicionada por los mensajes del mundo digital. El deseo, también lo erótico, se ha convertido en una codicia en la que entran en juego capitales simbólicos: el cuerpo convertido en transacción y su deseo, que produce más desilusiones que satisfacciones, da como resultado una economía de la apariencia creada por un neoliberalismo que ofrece la aparente capacidad de elegir de manera libre, cuando, en verdad, impone aquello que, en verdad, se puede elegir. La vida física se ha convertido en una relación transaccional auspiciada por una realidad digital basada en una codicia -que no deseo- donde todos debemos vernos como una mercancía. En las redes sociales construimos una imagen de nosotros mismos que queremos que tengan una continuidad en el plano real, una extensión que produzca réditos. Nos vendemos de una manera determinada para conseguir una posición, un aplauso, un capital, ahora sí, real. Bell acude al confinamiento, cuando los cuerpos reales quedaron encerrados en sus casas, cuando las relaciones pasaron a ser (casi) puramente digitales y cuando, curiosamente, eran los cuerpos reales los que sufrían y morían debido a la pandemia. Las consecuencias de esa disociación entre virtualidad y realidad están siendo más patentes que nunca, pero habrá que ver hasta dónde llegarán las consecuencias.

Tomando a Simone Weil como base, Bell elabora en la parte más ensayística un camino hacia la liberación de los cuerpos y de las mentes de un control extremo de las tecnologías, si bien, siendo consciente de que como este virus se encuentra integrado de manera sistémica en nuestras vidas. Para Bell, un pensamiento creativo, y, por tanto, crítico, que imponga un trabajo recapacitado y reflexivo, atento a todo aquello que nos rodea, alejándose del ruido superfluo y falazmente dialéctico de las redes sociales, podría conducir a los individuos hacia una nueva forma de relacionares. En el fondo, Bell nos insta a que aprendamos a mirar de nuevo más allá de las pantallas, de las redes y de la dictadura del clikbait convertido este en una de las formas más simples de control de los últimos tiempos y vehículo perfecto para el florecimiento de una desinformación manipuladora alentada para intereses e ideologías varías.

En definitiva, Bell no apunta nada que cualquiera con cierta mirada crítica no haya detectado en algún momento. Lo malo es que seguimos día a día dando de comer a ese sistema que sigue engordando con nuestra complicidad. Algo que ha aumentado en el último año de manera exponencial, cuando nuestros cuerpos no fueron capaces de darse un descanso para seguir siendo parte de una rueda que gira y gira gracias a nosotros, pero que nos conduce hacia la extenuación y, al final, hacia el vacío de una realidad en la que nada queda de un día a otro. Solo ruido y la necesidad de estar ahí en todo momento, olvidándonos al final de simplemente ser.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

1 Comentario

  1. El señor Paredes debería leer la filosofía de la composición de E. A. Poe. En cuanto al método de exposición de la autora, puede perfectamente ser eficaz o no: Todo depende si su ideología coincide con la mía o no. De hecho, Argentina es un país malversado por el capitalismo financiero de debió imponer una dictadura brutal con Jorge Rafael Videla y su nefasta madrina, José Alfredo Martínez de Hoz, quien con voz alcohólica dijo para toda la Nación «Las leyes del juego han cambiado». Eso quiere decir: TODO EL QUE APUESTE A LA TIMBA FINANCIERA GANA, EL QUE APUESTE A LA PRODUCCIÓN, PIEDE. Las armas de los militares argentinos fueron la garantía del PROCESO DE REORGNIZACIÓN NACIONAL. El glorioso Ejercito Argentino cometió el más noble de sus actos: Suicidio político con la degradante GUERRA DE MALVINAS. A partir de ese momento el Ejercito ya no entró más en la ecuación política de los partidos: los presidentes concluyeron sus mandatos como establece la Constitución Nacional y es el pueblo quien elige a sus representantes. Pero los milicos dejaron un Caballo de Troya como recuerdo: Una deuda externa de 40.000.000.000 de Dólares (si, cuarenta mil millones de dólares americanos).

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