En su autobiografÃa, Linterna mágica, Ingmar Bergman menciona una estampa que reluce de entre otras tantas igual de maravillosas, si al menos, por codearse con el horror. Ocurrió en el lago Svartsjön, donde de vez en cuando se bañaba durante un verano que pasó en casa de su abuela. Oscuro y siempre frÃo, sin fondo aparente, el rumor que se corrÃa en ese entonces era que conectaba con otros lagos y rÃos por medio de un sistema de cavernas que nadie aún habÃa explorado. Fue ahà donde un muchacho murió luego de un accidente y desapareció sin dejar rastro. Meses más tarde, las autoridades encontraron el cuerpo en la desembocadura del rÃo Solbacken. «TenÃa el estómago lleno de anguilas»; escribe Bergman, le asomaban por la boca y por el ano.
La imagen no hace más que empeorar la ya de por si mala reputación de la anguila. Asco de los miedosos por su viscosidad y rostro diablesco, espanto de los buenos cristianos por su cuerpo de serpiente, despreciada por los ufanos al ser el alimento de las clases pobres y trabajadoras. El repudio viene de mucho antes. Para los egipcios, era la personificación de un demonio que vivÃa en los lodos del Nilo, y comer su carne era una afrenta contra la ley del Faraón. Lo mismo ocurre en el LevÃtico, donde Dios ordena a sus temerosos de tener por abominación a todo fruto de mar que carezca de aletas y escamas. Los historiadores de viejo dicen que el general romano Vedio Polión gustaba de lanzar a los prisioneros a cisternas en las que hacÃan su festÃn las morenas, primas agresivas de las bonachonas anguilas europeas y americanas.
A Patrik Svensson, en cambio, las anguilas lo llevan a una vida remota y serena, tal vez no del todo mejor que la actual, pero sà de una grata juventud. Fue su padre quien le enseñó a pescarlas en uno de los tantos rÃos que bañan Suecia; una actividad que duró la mayor parte de la infancia y primera juventud de Svensson y que terminó poco después de que marchara a la universidad para especializarse en Lengua y Literatura. El vÃnculo que la pesca forjó entre ellos fue tan fuerte como el que ocurre entre quienes comparten tiempo en actividades más pedestres, como el futbol, pero con el añadido de esa percepción casi filosófica que florece entre quienes pasan tiempo en la Naturaleza.
Este es el lazo con el que Svensson lleva El evangelio de las anguilas, su primera gran publicación. Con él ganó el August, el más grande prestigio literario de esas latitudes, y Libros del Asteroide tuvo el buen gusto de traerlo en nuestra lengua el año pasado. Compacto y de lectura sin complicaciones, las experiencias de pesca sobre las que escribe, junto a esbozos de la vida más banal en casa, se mezclan con la historia de la anguila, la mitologÃa y el folclore, los secretos de su ciclo vital y las pasiones de quienes quisieron comprenderlas.
De ellas aún no se sabe demasiado, y lo poco que se conoce ha tomado siglos entender. Gracias a las observaciones de zoólogos colmados de paciencia, su lugar de nacimiento se ha identificado en el Mar de los Sargazos, una gran extensión dentro del Atlántico que, como escribe Svensson, se parece a un sueño, pues casi nunca podemos decir con total seguridad cuando entramos y salimos de él, solo podemos tener la certeza de que hemos estado ahÃ. Su biologÃa podrÃa insinuarnos a un organismo extraterrestre, de no ser porque sabemos que hablamos de ella. Al llegar a la madurez, que puede ocurrir a cualquier edad según condiciones que siguen sin aclaración, la anguila abandona los rÃos y lagos de Europa y América para cumplir su único cometido de vida en aquel mar dentro del océano. Sus aletas se alargan y los órganos sexuales, hasta entonces indefinidos, se desarrollan. Los ojillos se hinchan y vuelven azules para navegar las profundidades entre los continentes, el estómago se descompone y el cuerpo entero se vuelve una reserva de huevas o fluido seminal. Inicia asà su gran viaje de regreso a la fuente, llevada por la oscuridad del otoño.
Tanto la anguila europea como la americana nacen y mueren en el Mar de los Sargazos, pero por qué ahà y no en otra parte continua sin respuesta. Más viejas que la humanidad, llevan haciendo lo mismo durante millones de años y el viaje es cada vez más extenso, pues las placas en las que descansan los continentes llevan eras separándose unas de otras. Este ha sido tiempo más que suficiente para que la anguila adaptara su ciclo vital a las condiciones locales en los rÃos y lagos, algo a lo que parece resistirse. Pero al menos ahora se sabe dónde encontrar su cuna y tumba.
Svensson pinta estampas de quienes se interesaron e incomodaron por estos misterios. ¿Qué es la anguila, tan cómoda en aguas dulces como saladas, capaz de nadar como cualquier otro pez o de reptar en tierra como la serpiente y el gusano? Nos muestra a Aristóteles en Lesbos, curioso y categórico; a Freud en Trieste, mojigato y tÃmido durante sus años como naturalista; a Johannes Schmidt en el Atlántico, lanzando redes a las aguas mientras a Europa se incendia durante la Gran Guerra. Estos bosquejos de biografÃa cientÃfica se entrecruzan con la rutina de los Svensson, padre e hijo, que pasan noches preparando trampas y carnadas, las mañanas y las tardes en un bote esperando a que las anguilas muerdan el anzuelo, o perfeccionando viejas técnicas de pesca.
El equilibrio entre la vida cotidiana y la obsesión personal se encuentra en todo el libro. También el rico tapiz que resulta del matrimonio entre la sensibilidad y lo empÃrico, la técnica y la literatura. Gunter Gräss, Graham Swift y Boris Vian aparecen aquÃ, también la magnÃfica Rachel Carlson, quien supo fusionar como nadie antes el sentir poético y la disciplina cientÃfica en su trabajo de divulgación, y cuyo libro Primavera silenciosa se transformó en el texto fundacional del movimiento para la conservación del medio ambiente. De una u otra manera, la anguila, vestida en su enigmática elegancia, nada por la obra de estos autores.
A lo largo del libro, Svensson compara la épica personal con la de la anguila en su viaje desde y hacia el Mar de los Sargazos. La identifica con la búsqueda por ser la mejor versión de nosotros mismos y la realización de un proyecto vital. Es su propia manera de poner rostro al proceso de individuación del que escribÃa Jung, simbolizado aquà con la figura de la anguila de la misma manera como para los egipcios la mantis y el saltamontes representaban la iniciación hacia lo mÃstico. Al igual que su padre, Svensson descree de Dios, más no por eso se sumerge en las sequedades del materialismo. La suya es esa agradable y sofisticada espiritualidad que tienen algunos escandinavos, tal vez nacida del paisaje, en la que la vida terrena es tan solo una capa entre los pliegues de lo inefable. Cabe la posibilidad de que, en el instante mismo de la muerte, escribe, experimentemos un estado totalmente desconectado de la experiencia del tiempo.
Con El evangelio de las anguilas, Patrik Svensson entra al salón donde charlan Robert MacFarlane, Kathleen Jamie, Philip Hoare y otros tantos que han hecho un arte del escribir sobre la memoria propia y la ciencia, la historia natural y la filosofÃa práctica. Este es apenas su primer libro y ahora nos toca esperar el siguiente. Con traducción de Carmen Montes Cano, aquà hay un muy buen comienzo para conocer un poco los caprichos de esta pequeña gran maravilla que se esconde en nuestros rÃos y lagos.