Foto: Jozef Fehér | Pexels

Ética en tiempos de pandemia

El profesor y poeta Pedro Ojeda escribe durante el confinamiento 'La metáfora del mirlo', un diario lírico y lúcido que invita al sosiego y a la reflexión

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Foto: Jozef Fehér | Pexels

A raíz del confinamiento iniciado en marzo del pasado año y del que todavía no hemos resurgido, son muchos los escritores que han querido dejar testimonio de su experiencia personal durante esos crudos meses, pero La metáfora del mirlo de Pedro Ojeda sobresale, desde mi punto de vista, por la grandeza de espíritu, la serenidad y el vuelo lírico que impregnan sus páginas. Día a día, con la meticulosidad y la entrega, e incluso podría decir devoción, de un escriba, ha construido un libro de libros, donde podemos encontrar anotaciones sobre la evolución de la pandemia en España y en el mundo, nostálgicos recuerdos del pasado, como los de sus progenitores en su infancia en Valladolid, apuntes deliciosos de cotidianidad en el encierro en Béjar, cuyos bellos paisajes canta, brillantes poemas en su apuesta por el tono menor, la dulce melancolía de una naturaleza ajena al drama humano, que despierta a una primavera especialmente deslumbrante, meditaciones sobre literatura, sobre arte, sobre los efectos de la pandemia en el ánimo y una invitación siempre a la sensatez, a las reacciones templadas, sosegadas, y contra la crispación.

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No es extraño que Pedro Ojeda (Valladolid, 1963) abarque tantos temas distintos y que lo haga en profundidad y con vigor, sin menoscabo de claridad, naturalidad, precisión de ideas e inteligente concisión sin concesiones al huero lustre. Porque este escritor se mueve con agilidad en los dominios académicos de la literatura (es profesor de Literatura en la Universidad de Burgos), tanto como a pie de calle, como excelente promotor y animador cultural que es, siempre presto a dar voz a escritores y a impulsar sus obras con generosidad y calidez; pero además Pedro Ojeda es poeta (ha publicado tres libros de poesía, Esguevas, Echo al fuego los restos del naufragio y Piel), y se nota en este libro, que con maravillosa frecuencia se mueve en los límites de una ideación lírica, mesurada y bella. Pero también es un sutil pensador, que da forma a esas inquietudes que nos mueven a los seres humanos y que él traduce a palabras sabias y a veces desde puntos de vista originales, de modo que no solo nos sentimos reflejados en ellas sino descubiertos.

Si tuviera que buscar un eje en esta variedad, aparte de la pandemia, claro, lo encontraría en el sentido común, basado en un humanismo de profundas raíces éticas y una sensibilidad hacia los seres, sus problemas, la naturaleza: «La necesidad de tranquilidad, colaboración y empatía» porque es necesario «pensar el mundo», es decir, construir desde lo personal a lo común un mundo solidario donde el paisaje humano y natural estrechen sus vínculos, «construirse desde la discrepancia».

El tiempo, el clima, la luz, los amaneceres… rigen el paso de los días y sus meditaciones: «Hoy sí que ha caído un golpe de agua en Béjar. He salido al balcón de la calle Mayor a ver la luz después de la lluvia y la calle mojada. ¡Qué luz la de después de la tormenta!». O esas nostálgicas preguntas tan machadianas: «El día ya avanza hacia el buen tiempo. Todo lo anuncia. La brisa me trae hacia la ventana abierta el olor de las flores de mayo. ¿Estará ya apuntando la candela como parece?».

Y la poesía que envuelve todo con su delicada frazada, sobre todo la cotidianidad que trasciende hacia lo simbólico, tan próximo a Claudio Rodríguez como en este ejemplo: «Hay un flamear de ropa puesta a secar al sol en las fachadas. A la luz y al viento, como si necesitáramos salir con muda limpia a la calle. La mejor bandera siempre es aquella que nos podemos poner a diario, lavada con esmero, planchada y doblada. El hogar huele a ropa recién planchada, el país que necesito».

En definitiva, La metáfora del mirlo es un diario de profundas raíces éticas que traspasa lo íntimo y personal para llegar a lo común, en la conciencia de que lo uno se alimenta de lo otro y de que es preciso organizar de nuevo un mundo que se rompe sobre la fraternidad, la conciencia cívica y la contención y, por qué no, también la mirada poética y serena. Estoy segura de que todos los lectores agradecerán sus páginas por todo lo que hay en ellas de sí mismos y que las disfrutarán por todo lo que hay en ellas de belleza.

Yolanda Izard

Yolanda Izard Anaya, (Béjar, 1959), escritora y crítica literaria. Ha publicado las novelas 'La mirada atenta' y 'Paisajes para evitar la noche', además de tres poemarios y una Selección de Poemas en la Transición. Colaboradora habitual del suplemento cultural de 'El Norte de Castilla', y de las revistas digitales 'Sigueleyendo', 'Granite&Rainbow' y 'Subverso'.

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