Pueblo pequeño, infierno grande: «Knockemstiff», de Donald Ray Pollock

Knockemstiff. Donald Ray Pollock
Prólogo de Kiko Amat
Traducción de Javier Calvo
Libros del Silencio (Barcelona, 2011)

Knockemstiff significa déjalos tiesos, húndelos, machácalos de un golpe, y es el nombre de la población de Ohio en la que nació Donald Ray Pollock, y es el nombre de su primera novela, que ha publicado Libros del Silencio. Voy a Google Maps para ver desde el aire un vertedero humano. Nadie diría, a la luz de esta visión, que un lugar tan pequeño puede ser un gran infierno al abrirse las puertas y las páginas del libro.

“-Cuesta creer que haya gente tan pobre en este país –dice el hombre-. Viviendo en el país más rico del mundo”.

Novela coral, sería un libro de cuentos si los personajes no se repitieran, aquí protagonistas de su sórdido drama, allí como referencias en el drama de los demás, y si el personaje central, que no es otro que Knockemstiff, dejase en algún momento de aplastar con su cielo “parecido a la piel de un cadáver” a los moradores de este modesto purgatorio. Y las cabezas que se corroen en el purgatorio, ¿adónde llegan? ¿Al cielo? ¡Cuánto optimismo!

“Una vez iba tan puñeteramente salido que me follé un avispero”.

Donald Ray Pollock (Foto: Libros del Silencio)

 White Trash. Estados Unidos es el país más rico del mundo, así que tiene el honor de acoger a la pobreza más repugnante, a la suciedad social debajo de las alfombras y los sofás de piel de avestruz. En el coma del Sueño Americano, en el letargo de los que no consiguieron acceder al American Way of Life, aparece la mugre de las casas venidas a menos y las caravanas, del único pub del pueblo, cerrado hace tiempo. La falta de posibilidades se construye como una torre de rosquillas rellenas de cerveza barata y sirope. El fracaso y la grasa tienen la misma composición química.

“Las noches de lluvia, los vapores que subían del cemento manchado de gasolina olían a sangre de dinosaurio”.

Los escritores nos vomitan auténticos tanques de maldad encima. Los lectores, que sabemos defendernos, accedemos a tragar sólo aquellos libros partícipes del milagro de la buena literatura. Para Donald Ray Pollock, entonces, hay que abrir los labios y tragar lo que nos eche. Knockemstiff es un libro muy desagradable, un collar de cuentas deprimentes y de historias contagiadas de la locura de sus protagonistas y de la perfidez de su pueblo. Pero Knockemstiff está tan bien escrito como mal asfaltadas sus calles.

“-Somos dioses. Solamente un dios puede detener algo tan grande como esto”.

La novela, como una colmena, está hecha de movimientos pequeños que se articulan en un gran músculo narrativo. Los saltos temporales, los cambios de punto de vista y el estilo seco pero conducido a los hallazgos expresivos no complican lo más mínimo la lectura. Abarca un universo pequeño del Estado de Ohio, la morada del ángel exterminador, limitado porque no contagia, porque apenas nadie quiere acercarse pero son menos los que logran escapar de su propia vida. Quien se lo propone, ve terminar la gasolina de la voluntad a pocos kilómetros por la carretera inhóspita que comunica Knockemstiff con el resto de Ninguna Parte.

“Y preguntándome si Shandy y su leñador estarían follando en alguna parte en aquel mismo momento, con sus corazones batiendo el uno contra el otro como mazos mientras que el mío apenas registraba latidos”.

En este universo reducido, las historias son también pequeñas. Ejemplos: un hombre que se olvida de todo en la nube del Alzheimer, un padre que lleva a su hijo a ver Godzilla pero quiere que sea Godzilla, como otro padre que pincha esteroides a su hijo para convertirlo en Mister Ohio; también sabremos que los amigos de Manteca le tiran dardos a la barriga porque Manteca lo ha pedido, que una chica llevaba barritas de pescado frías y mugrientas en su bolso pero no estaba loca, que el destino del pelo no es que tu padre te lo corte con una sierra de carpintero, que la medicina pública no es más que un buen camello.

“Mi cabeza se convirtió en unas vacaciones perfectas y mis nervios en pequeños capullos espumosos de leche”.

Una novela sin redención, sin sueños ni autoayuda, que pesa como un pueblo malogrado. Knockemstiff traduce para cualquier habitante de los lugares prósperos de la vida el lenguaje de los desgraciados. No perdona, pero tampoco va lloriqueando. Quizás sea ésta su máxima virtud. Solamente dentro de las cabezas y las almas se despliega, parecida a la locura, la grandeza que conecta la sordidez con las grandes obras literarias.

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

(Águilas, 1985) es escritor y crítico literario. Autor de la novelas "Siberia" (El olivo azul y sigueleyendo, Premio Tormenta Autor Revelación 2012), "La conjetura de Perelman" (Ediciones B, 2011) y "Ajedrez para un detective novato" (Algaida, 2013), con la que obtuvo el Premio Ateneo Joven de Novela; ha editado la antología "Mi madre es un pez" (Libros del Silencio, 2011; con Sergi Bellver), coordinó y participó en la antología de relatos "Sobre tierra plana" (Gens ediciones, 2008) y en la actualidad prepara varios proyectos editoriales. Lleva la sección "España is not Spain" en El Confidencial, y tiene otro espacio propio de entrevistas, ¿Puedo tratarle de usted?, en la revista Primera Línea. Escribe habitualmente en la sección de cultura de la revista Tiempo y participa en multitud de webs de crítica literaria. Dirigió durante dos años El Crítico, boletín de ensayo literario creado por Juan Carlos Suñén.

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